Por un rato siguieron hablando cosas, sobre todo ella no paraba de contarle algunas anécdotas, Rodrigo solo seguía lo que ella decía, mientras, observaba detalladamente su rostro juvenil, su sonrisa, sus ojos brillantes como esmeraldas, su cabello suelto, se veía tan hermosa. Para ese momento ya no se parecía en nada al de Ángela, para Rodrigo era Scarlet, la mujer que en pocas semanas y sin intención alguna despertó en él las esperanzas y las ganas de seguir viviendo, de seguir adelante sin Ángela.
Aunque no estaban juntos ella se había convertido en su nueva compañera. Antes de su llegada él andaba solo por un camino lleno de espinas cargando una pesada cruz, de pronto Scarlet salió de un lado del camino y decidió ayudarlo a cargar el pesado madero de la profunda tristeza que sentía. Los sentimientos que Rodrigo había desarrollado hacia ella eran una mezcla de amor, pasión, admiración y agradeciendo porque simplemente era maravillosa. Desde que Scarlet se hizo cargo de Jr. parecía que la vida de Rodrigo había tomado de nuevo su cauce.
Él siguió contemplándola y sonreía oyéndole hablar, de vez en cuando afirmaba con la cabeza y con un simple sí, pero sus ojos no se apartaban de ella. De pronto y cuando ella no se lo esperaba Rodrigo la agarró de la mano, Scarlet de inmediato sintió un que un corrientazo le recorrió por todo el cuerpo hasta que llegó al corazón y lo puso a brincar como si se quisiera salir; sus ojos y los de Rodrigo se quedaron como imanes que no podían separase, de pronto él se acercó a ella, no hicieron falta palabras, los dos sabían lo que estaban sintiendo, Scarlet no pudo resistirse a sus sentimientos hacia él y cerró los ojos mientras que sus labios se habrían para recibir los de Rodrigo.
No había marcha atrás para la decisión que ambos acababan de tomar, estaban a punto de consumar sus intenciones con un beso cuando de pronto Jr. los interrumpió jalando las faldas de Scarlet.
—Mami te llama la abuela Regina. —Scarlet se sonrojó y miró a Rodrigo—. Está bien bebé, vamos con tu abuela.
Ella se fue con el niño, minutos después cuando se apaciguaron sus emociones vio las cosas desde otra perspectiva. Mientras acompañaba a Regina en la repartición de algunos pasa bocas que habían preparado entre las dos, Scarlet pensaba en lo sucedido con Rodrigo. Recordaba el calor de su mano cuando la agarró, sentía que se le erizaba la piel de tan solo pensar en ello, le encaraba su tacto, solo con un roce se adueñaba de su voluntad. A la vez le dio vergüenza, estaba en la casa de los Robles, sentía total respeto por ellos, no pretendía defraudarlos, menos hacerlos sentir que se burlaba de la memoria de su hija besándose con él en su propia casa.
Rodrigo volvió con los demás, sus ojos estuvieron muy traviesos, no querían apartarse de ella, pero Scarlet lo evadió por un buen rato. En cuanto hubo oportunidad de abordarla a solas, la buscó en la cocina, ella escondía sus ojos de él.
—¿Estás molesta conmigo? —Ella estaba acomodando las galletas en una bandeja, sus manos se veían nerviosas.
—No estoy molesta contigo.
—¿Entonces por qué me has evadido todo este rato.
—Es que lo que estuvimos a punto de hacer en la terraza no debe ser.
—¿Por qué si ambos queremos? —Ella continuaba escondiendo la mirada.
—Me da vergüenza con los padres de tu esposa, no quiero faltarles, no está bien defraudar la confianza y el cariño que me han brindado, conozco cuando debe haber límites.
—Pero no estábamos haciendo nada malo.
—A veces lo que hacemos hace que la gente piense cosas equivocadas. —Scarlet lo decía por el mal entendido que había acerca de su profesión de bailarina, que la gente solía confundir con prostitución.
—Tal vez tengas razón —Rodrigo la agarró de los hombros—. Scarlet, quiero que hablemos, no aquí, mañana, podríamos tomarnos un café, caminar, necesito decirte muchas cosas que ya conoces, pero que necesito decirlas.
—Está bien, yo también quiero decirte algunas cosas, pero no quiero que Alberto y Regina se enteren, no creo que sea este el momento de que puedan pensar algo de nosotros.
—Sí, tienes razón. Mañana te diré en donde podemos vernos, puede ser en la tarde cuando se lleven a Jr. al acuario.
—Sí, me parece bien.
—¿Por qué sigues escondiendo la mirada? —Ella un tanto tímida lo miró a los ojos y sonrió.
—Es que en verdad siento verguenza.
—No creo que ese sentimiento esté justificado, menos por un beso que no se dio, solo quedó en el pensamiento.