Como un par de buenos amigos charlaron un rato degustando el postre. La verdad no se dieron cuenta a qué horas terminaron de comer, tenían puesta toda su a tensión el uno sobre el otro. Como habían puesto las cartas sobre la mesa, y se habían confesado sus sentimientos, comenzaron abiertamente a mirarse con ternura, amor y anhelo. Rodrigo de pronto se quedó mirándola con sus ojos enamorados y le dijo:
—Nunca pensé encontrarte. —Le agarró la mano—. No dudes de mi amor Scarlet. — Ella agachó por un momento la mirada, después conectó sus ojos con los de Rodrigo.
—No dudo de tus sentimientos, solo te pido que nos demos un tiempo para conocernos más, sobre todo quiero que me conozcas, que sepas bien quien soy.
—Pero siento que te conozco de toda la vida, ya te dije, no me importa el pasado, solo anhelo un futuro para los dos. —Rodrigo le insistió tanto que Scarlet estaba que accedía a su deseo de iniciar una relación amorosa; Mas sin embargo mantuvo con firmeza su petición de conocerse un poco más y así estar seguros sí podrían avanzar.
Después fueron a una playa que estaba a cinco minutos en auto, no tenían en sus planes bañarse, pero improvisaron, compraron trajes de baño y bloqueador solar. Se aplicaron varias capas, no querían llegar los dos bronceados a la casa de los Robles.
Dentro del agua jugaban, parecían un par de caballitos de mar en pleno cortejo.
Rodrigo era el impulsivo dispuesto a dar un gran paso hacia adelante con ella, aunque Scarlet había pedido tiempo para conocerse más, —no tanto por él, sino por ella y la forma en que se habían conocido—. Ella quería asegurarse que en verdad su pasado de bailarina nudista no les fuera hacer daño a los dos. Pese que Rodrigo insistía en estar juntos. Ella intuía las cosas no iban a ser fácil, por eso prefería ir despacio.
Pero no se salvó de un beso que Rodrigo le dio de repente, sorprendiéndola en el agua la agarró de la cintura y se apoderó de sus labios haciéndola estremecer, porque su cuerpo empezó a temblar, casi pierde la voluntad entre sus brazos. Sin darse cuenta de cómo y cuándo los besos no pararon, y las ganas de amarse no se hicieron esperar, Scarlet no tuvo la suficiente voluntad para oponerse, lo dejó a él decidir. Rodrigo la deseaba desde antes, él estaba decidido a olvidar todo el pasado y saciar sus ansias de amarla.
Después quisieron estar solos, sus mentes estaban cargadas de morbo y erotismo. Ya no les importaba nada.
De la playa salieron y se metieron al primer hotel que encontraron, no habían terminado de cruzar el umbral de la puerta cuando Rodrigo estaba de nuevo saboreando los labios de Scarlet, ella que aún estaba un poquito cerca de su sano juicio como pudo cerró la puerta, ya que él la tenía entre sus brazos y no quería soltarla ni por un momento.
Se quitaron la ropa casi de inmediato y se metieron en la cama, por primera vez unieron sus cuerpos temblorosos y deseosos de saciar la pasión que tenían por dentro.
Entre jadeos, caricias y besos Rodrigo le confesaba cuando la amaba, cuanto la necesitaba, era como un limosnero deseoso de ser amado. Ella recibía de su amor todo lo que él le brindaba, entregándose y dejándolo recorrer cada rincón de su piel, sumergida en el placer de sentirlo suyo, arañando su espalda mientras el calor de su cuerpo sobre el de ella la quemaba.
Después que hicieron el amor Rodrigo deseaba tener el mundo solo para los dos, para quererla, amarla, compartir su vida con ella. Se quedaron juntos en la cama; aun desnuda Scarlet se recostó sobre el pecho de Rodrigo, se sentía protegida entre sus brazos.
—Deberíamos quedarnos aquí toda la noche. —Dijo Rodrigo, ella sin ánimo de apagar su entusiasmo le dijo:
—No podemos, sospecharían.
—Lo sé, pero la verdad ya deseo decírselo al mundo entero.
—¿De verdad es eso lo que deseas?
—Sí, quiero que todos lo sepan. —Ella levantó su cabeza y se acercó más a él y lo besó. Después agachó su rostro, Scarlet tenía miedo en su corazón de perder a Rodrigo, ahora que se había entregado a él en cuerpo y alma lo amaba más que nunca, sentía que ya no podría vivir sin él.
—¿Qué sucede? —Dijo Rodrigo—. ¿Te sientes triste?
—No, es que ya me siento cansada, deberíamos volver antes que los Robles regresen.
—Está bien, volvamos a casa.
De viaje en el auto Rodrigo notó que Scarlet tenía un semblante triste, además estaba callada y pensativa, como si algo le preocupaba. Él intentando animarla le dijo:
—¿Te gustaría escuchar música?
—Ella volteo a verlo y puso una tenue sonrisa.
—Perdón, no te escuche.
—¿Que si quieres que ponga música.
—Eh si claro.
—Tengo varios CD, Enrique Iglesias, Chayanne, Luis Miguel.
—Chayanne está bien.
Él encendió el reproductor, y justo empezó a sonar “Tu pirata soy yo” de Chayanne. No era nada nuevo para Scarlet, ya la había oído miles de veces desde que era una niña, pero ella no se esperaba lo que Rodrigo estaba a punto de hacer, y es que cuando empezó la letra de la canción, él la comenzó a cantar:
“Quizás somos dos locos incurables
Tal vez, somos dos chispas en la oscuridad
Quizás es que en lo nuestro no quisieron
Tratar de comprender nuestra mejor verdad
Y no importa la distancia de tu puerto
Que pongan siete mares entre tú y yo…
Se sabía palabra por palabra de cada estrofa, además que lo hacía de forma muy romántica mirándola a ella con una sonrisa, como si se tratara de una serenata.
“Tu pirata soy yo
Y mi mar es tu corazón
Mi bandera, tu libertad
Mi tesoro, poderte amar
Tu pirata soy yo
Tu querido ladrón de amor
En mi proa, tu nombre va
Tu pirata soy yo”
Scarlet no pudo contener la risa y se ruborizó, a ella le gustaba el romance, pero nunca había tratado con un hombre como Rodrigo, capaz de cantarle a una mujer de tal forma que ella podía sentir el sentimiento de la letra.