Scarlet

54

Rodrigo volvió a la sala y no encontró a Scarlet ni a su hijo. Entonces se imaginó que habían ido al jardín, aspiró con felicidad, como recibiendo el nuevo aire de alegría que impregnaba la casa con la llegada de Scarlet, aunque aún estaba algo molesto porque no había sido recibida como él lo hubiera deseado; de pronto comenzó a soñar por un momento, imaginándose casado con ella, todos los sirvientes tratándola como a una reina y Jr. muy feliz. Luego cayó en cuenta de lo que estaba pensando y le dio risa.

"Ya hasta parezco un adolescente soñando tantas teorías. Pero no, no son tonterías, quiero hacerla mi esposa".

Aun con esa sonrisa que le iluminaba el rostro decidió ir al jardín. Allí Scarlet y el niño estaban jugando con el perro.

Los ojos de Rodrigo se encontraron con los de Scarlet, ella notó que él estaba muy feliz, entonces se apartó de Jr. y se acercó a él.

—Nunca te había visto así.

—¿Así cómo?

—Te noto feliz, creo que te gusta estar en tu casa. —Él la miró, con palabras muy sinceras le dijo:

—Mi felicidad se debe a tu llegada. Antes de conocerte había momentos que no venía a esta casa, me desaparecía por varios días con mis amigos, y hacía muchas cosas tontas y hasta irresponsables para olvidarme de todo; la única razón por la que volvía era Jr. No te imaginas lo horrible que era para mí volver a la realidad, pero ahora que estás tú, esta casa me parece tan hermosa. De ahora en adelante las horas se me harán eternas en la oficina porque desearé estar aquí contigo.

A Scarlet le se aguaron los ojos y sintió muchas ganas de abrazarlo, pero se contuvo.

—Si pudiera te abrazaría y te daría un beso.

—Sé que no pasará mucho tiempo para que hagamos público lo nuestro.

Albani llegó y le dijo a Rodrigo:

—El equipaje de la señorita Scarlet ya está en su habitación señor.

—Gracias Albani, Jr. y yo nos encargaremos de acompañarla, puedes retirarte. —Albani miró con detalle a Scarlet, se fijó en cómo iba vestida y hasta observó sus zapatos de tacón.

Más tarde Rodrigo condujo a Scarlet a la habitación. Cuando entraron le dijo:

—¿Te gusta?

—Sí, es muy espaciosa. —Scarlet miró a todos lados y vio que había una puerta al lado derecho—. ¿Y esa puerta a dónde conduce?

Rodrigo la miró.

—Ah, eso es una larga historia, después te cuento, pero no te molestes en intentar abrirla, tiene muchos años cerrada, de seguro nadie recuerda donde están las llaves. Bueno, si quieres le digo a Albani que te ayude a ubicar tus cosas en el armario.

—No, yo misma lo hago.

—bueno, Jr. y yo nos retiramos para que puedas alistarte para la cena.

—Está bien. —Rodrigo agarró a Jr. de la mano y se dirigió a la puerta, antes que saliera Scarlet lo llamó:

—Rodrigo. —Él volteó verla.

—Sí. —Ella un poco cabizbaja le dijo:

—Yo creo que no debería comer con ustedes, ya sabes.

—No te preocupes, además no están todos, hoy solo comeremos con mi tía Elena y mi padre. —Scarlet suspiró en silencio mientras el corazón le palpitaba con cierta desesperanza y temor.

En la cocina Rosalía y Paulina estaban preparando la cena cuando llegó Albani y comentó:

—Vengo de prepararle la habitación a la prostituta esa que se cree más que nosotras. —Rosalía que era la más grande le dijo:

—¿Por qué te expresas así de esa muchacha?

—¿Ya olvidó lo que nos advirtió la señora Elena?

—No lo he olvidado, pero eso no es motivo para menospreciar a esa señorita. —Albani blanqueó los ojos y agregó:

—Si vieras cómo se viste y cómo camina la engreída esa, como si fuera una modelo de pasarela. —Paulina agregó:

—Y tú estás muerta de la envidia.

—¿Y por qué voy a tener envidia de una…

—Ya. —Dijo Rosalía—. No conocemos a esa muchacha, no sabemos qué razones tendrá para trabajar de esa manera. Mejor ve a preparar la mesa para la cena, ah y agrega un puesto más para la señorita Scarlet.

—¡¿Qué?!

—Son órdenes de Lucrecia.

—Cuando la señora Elena se entere va a poner a Lucrecia de patitas en la calle.

***

Antes de la hora de la cena Elena mandó a llamar a Lucrecia. Cuando la mujer llegó a la habitación la encontró recostada en la cama como si estuviera enferma.

—La cena está casi lista señora.

—¿En qué habitación va a dormir esa trepadora?

—La señorita Scarlet dormirá en la habitación que era de la señora Raiza. —Elena con tono irónico agregó:

—Señorita, como no. ¿Rodrigo te ordenó poner otro plato en la mesa para esa?

—Sí señora. —Elena rechinando los dientes le dijo:

—No puedo creerlo, tener que comer con una mujer de esas, me da repugnancia. Sabes qué, di que estoy enferma. No mejor no, mejor voy, no sea que se aproveche para seducir a mi sobrino y hasta a mi hermano.

Scarlet se puso un conjunto, después se miró al espejo y suspiró, se sentía muy nerviosa.

“Nunca me había sentido así, ni siquiera la primera vez que salí a modelar en New York me sentí tan nerviosa. Me he vuelto tan insegura, me tiemblan las piernas solo de pensar en cómo me irán a mirar, seguro sentirán que soy una intrusa, no lo sé, pero tengo un mal presentimiento en esta casa.

Elena tenía la necesidad de hablar con alguien, entonces le marcó a Annie.

—Hoy llegó esa mujer.

—Sí supe, Rodrigo salió temprano de la oficina y se fue él mismo a buscarla al aeropuerto, yo me ofrecí a acompañarlo pero no quiso.

—Le ordenó a Lucrecia poner un plato más en la mesa, en unos minutos debo bajar y comer con esa prostituta.

—Debes tomártelo con calma, recuerda que es mejor tenerla cerca y vigilarla.

—Si Annie tiene razón, pero me exaspera solo de pensarlo.

—Debemos actuar con mucha astucia. ¿Y si se parece a Ángela como dicen?

—No la he visto, desde que llegó no salgo de mi habitación.

—No le des el gusto de ser la que se pasee por la casa, ella es la que debe permanecer encerrada en su habitación, no tú.




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