Juan Carlos alzó a Scarlet y la llevó a su casa, cuando entró llamó con desespero a Gema, Marina estaba arriba y lo oyó.
—Ay qué sucede con ese muchacho que grita como desesperado. —Gema llegó a la sala y vio Scarlet en el sofá quejándose del dolor.
—¿Qué sucedió? —Juan Carlos estaba como despavorido.
—La atropellé con mi coche y tiene lesionada la pierna.
—Pediré una ambulancia.
—Ya lo hice.
Rodrigo se enteró de lo que le había sucedido a Scarlet.
—¿Y dónde está?
—En la casa de los Satré, es que la atropelló un familiar de la señora Marina.
—Voy para allá.
Marina llegó a la sala a ver por qué Juan Carlos gritaba.
—¿Qué sucedió? —Vio Scarlet y supo que se trataba de la mujer que Rodrigo había contratado.
—Juan Carlos la atropelló. —Marina se sobresaltó.
—¡Ay no puede ser! ¿la golpeó duro?
—No tía, solo en la pierna.
—Pero a veces parece que no están graves pero por dentro están mal. —Scarlet la oyó y se puso a llorar de los nervios. Juan Carlos quería tranquilizarla, entonces le agarró la mano y se la sobó como dándole consuelo.
—Tranquilícese señorita, eso que dijo mi tía estoy seguro que no es así.
Rodrigo llegó y sin siquiera saludar se dirigió a la sala, Scarlet jadeaba del dolor y no podía ni hablar. Él se afligió.
—¿Pero qué sucedió, quien la atropelló?
—Fui yo.
—¿Pero por qué? —Rodrigo lo miró con reproche—. Mira como la dejó.
—Es que no la vi. —Gema agarró Rodrigo del hombro:
—Tranquilízate, ya la ambulancia no demora en llegar.
***
A Scarlet le enyesaron la pierna por dos semanas. Rodrigo recibió del médico todas las indicaciones y fue por ella al cuarto de la clínica. Cuando entró Gema y Juan Carlos estaban con ella.
—El médico te dio de alta, ya podemos irnos a casa. —Juan Carlos le dijo:
—Si quiere yo puedo llevarla.
—No te preocupes yo le llevo.
—Está bien, pero te ayudo a subirla al auto.
Cuando iban a casa Rodrigo la notó achantada.
—¿Te duele la pierna?
—No.
—¿Qué tienes?
—No quiero ir a tu casa.
—¿A dónde se supone que vas a ir así como estas?
—Al apartamento.
—Eso sí que no, jamás permitiré que te quedes sola.
—Pero qué dirá tu familia.
—Nada, no dirán nada. Contrataré a una enfermera para que te atienda, no te preocupes, estarás tranquila en tu habitación.
Después que llegaron a la casa Scarlet se recostó a descansar, Rodrigo salió y cerró la puerta para que nadie la molestara.
Elena con voz refunfuñona le dijo:
—La contrataste de niñera y ahora resulta que el niñero eres tú.
—No soy su niñero, tampoco la contraté para que hiciera de niñera; aun así convaleciente sigue haciendo el papel de Ángela, está cumpliendo con su trabajo, no tienes de qué preocuparte.
—¿Te imaginas que hubiera sido el niño y no ella, es una irresponsable, no sabe ni cuidarse a sí misma.
—Fue un accidente tía, y ya déjala en paz.
En la noche Gema y Marina fueron al comedor a cenar, al poco tiempo llegó Juan Carlos y se sentó con ellas.
—¿Tía has hablado con Elena?
—No, ¿por qué?
—Quería saber cómo sigue la señorita Scarlet. Mañana iré a visitarla.
—¿Ay desde cuando tanto interés?
—Bueno, está convaleciente por mi culpa.
Scarlet tenía encendido el televisor a bajo volumen, los medicamentos la tenían algo embobada y se quedó inmóvil sobre la almohada y pasó un rato, de pronto oyó un ruido extraño detrás de la puerta que estaba al lado derecho de la habitación, parecía que alguien deslizaba un cartón a lo largo de la madera y después golpeara con el mismo. Así sucedió como por dos minutos, después no hubo más ruido.
Por la mañana la enfermera ayudó a Scarlet a cambiarse. Lucrecia fue a la cocina y le ordenó a Albani llevarle el desayuno. Cuando ya no estaba Albani blanqueó los ojos.
—No más esto me faltaba, tener que llevarle el desayuno a la igualada esa. —Rosalía le dijo:
—Mejor evítese los comentarios y sube de inmediato.
—Si claro, ahora hago de niñera de una mujer de la mala vida y más encima debo limpiarle su habitación.
Después del desayuno Albani subió a limpiar, Scarlet estaba sola.
Ella aseó el baño, después movió todo lo que había sobre la cómoda y comenzó a quitarle el polvo, de pronto Scarlet le dijo:
—Albani, ¿Qué hay detrás de esa puerta? es que anoche sentí un ruido extraño. —Albani puso cara de extrañeza.
—Sí, ¿y qué oyó?
—No lo sé, era como si arrastraran algo y le daban pequeños golpes a la puerta.
Albani sin mostrar su cara sonrió con malicia y pensó dentro de sí:
"Voy a meterle miedo"
Entonces se hizo la nerviosa.
—Ay señorita, es que... a los señores no les gusta que hablemos de eso.
—¿De qué?
—Bueno, primero debe prometerme que no me va a hacer quedar mal.
—Si Albani se lo prometo. —Albani se acercó a ella y en voz baja con una expresión exagerada le dijo:
—Es que dicen que el fantasma de la señora Ángela ronda por las habitaciones de la casa.
—¿Alguien la ha visto?
—Bueno, Jr. algunas veces aseguró haberla visto.
—Bueno, puede ser que su espíritu esté pendiente de su hijo.
—Ay no, a mí me da miedo.
—¿Y será eso lo que oí anoche?
—Puede ser, ya la han oído muchas veces ahí. Lo mejor es no acercarse a esa puerta, no sea que el fantasma se ponga furioso.
Al atardecer Rodrigo salió más temprano de la oficina y se fue directo a su casa a ver a Scarlet.
Afuera llamaron a la puerta, Lucrecia abrió, era Juan Carlos Ibáñez.
—Buenas tardes Lucrecia. —Él llevaba consigo un ramo de rosas.
—Buenas tardes joven Juan Carlos.
—Vengo ver a la señorita Scarlet si se puede.
—Pase. —Elena bajó las escaleras y sonrió.
—¿Cómo estás Juan Carlos? No esperaba tu visita.
—Me imagino que ya sabe que fui yo quien atropelló a la señorita Scarlet.