Scarlet

60

Después del almuerzo Rodrigo subió a ver a Jr. el niño seguía en la habitación de Scarlet, sentados en la mesa de lectura, ella le estaba dando sopa, aunque el niño no tenía ganas de comer. Rodrigo se sentó al borde de la cama sin decir nada y se quedó observándola como atendía al pequeño. Ella como una madre amorosa le dijo:

—Come otro poco para que te mejores rápido y puedas salir a jugar con el perro Snap. —El niño le recibía poco, pero a cada bocado lo convencía.

Las intrigas de Annie estaban haciendo de las suyas en el interior de Rodrigo, por más que él se esforzó en la mañana para descartar sus palabras, estas dieron su fruto; más sin embargo él seguía buscando la premisa para afianzar su confianza en Scarlet. Con sus ojos puestos sobre ella pensaba dentro de sí:

"Se ve tan dulce y cariñosa con Jr. no creo que sea capaz de fingir querer a un niño para luego burlarse de su padre".

Después se fue y se encerró en su habitación, tenía un fuerte sentimiento de nostalgia, la rabia se le había quitado, y sentía ganas de llorar, no sabía si por Scarlet o por Jr. era confuso, pero adquirió consciencia de que posiblemente muy pronto los perdería a ambos, y ellos eran los dos seres que más amaba en el mundo.

En ese momento Rodrigo no sentía que su vida estuviera pisando tierra firme, tenía la sensación que el caos se había adueñado de todo su mundo, y las ilusiones que se había construido con Scarlet ahora le parecía que podían desaparecer.

Esa tarde se fue a la oficina sin despedirse de ella. El resto del día la tortura fue peor, y no quería regresar a su casa. Se quedó hasta tarde trabajando, sumido entre papeles y números.

Lucrecia le llevó la comida a Scarlet al anochecer.

—Gracias Lucrecia, que pena ponerle más trabajo.

—No se preocupe, me gusta servir al que lo necesita.

—¿Jr. ya comió?

—Sí, la señora Elena le dio su comidita con mucha paciencia. —Scarlet quería saber de Rodrigo, pues al medio día ni siquiera habló con ella, ya eran más de la siete de la noche y no sabía nada de él, con voz vacilante le preguntó a Lucrecia:

—¿Y el señor Rodrigo no ha llegado?

—No, a lo mejor le salió mucho trabajo.

—Si debe ser.

Rodrigo salió de la oficina y fue a buscar su auto, sus intenciones eran volver a casa pese a que en ese momento no lo deseaba. Por el camino cambió de parecer y decidió ir a beberse un par de tragos.

Bien fuera por cinismo o masoquismo se metió en un club de bailarinas nudistas. Pasó derecho a la barra y buscó un asiento.

—¿Qué le sirvo señor? —Preguntó la cantinera.

—Me da un whisky... que sea la botella completa. —Pensó dentro de sí:

"Me beberé toda la maldita botella".

Ella le pasó la botella y un vaso con hielo.

—No le pedí hielo.

—Perdón, pensé...

—Solo deme otro vaso.

Rodrigo se bebió dos tragos, después se levantó y se fue a una mesa cerca de una bailarina y se puso a observarla mientras sacó de su chaqueta la caja de cigarrillos y encendió uno. La bailarina lo vio solo, entonces concentró su baile en él.

Se fumó el cigarrillo, después pidió un baile privado con ella. La chica bailó para él, después que terminó Rodrigo le pidió que lo acompañara a beber un trago.

—Por el pago de tu tiempo no te preocupes. —Ella se sentó muy cerca de él con un comportamiento seductor, sabía cómo vender su cuerpo con sus actitudes, Rodrigo observó cómo se mostraba a disposición de lo que él quisiera hacer, y la comparó con Scarlet; no con la que ahora estaba en su casa, sino con la que estuvo con él en el hotel de Los Ángeles. Le pareció que Scarlet esa noche había sido un tanto tímida, en general asustadiza, se le notaba en sus gestos y en su lenguaje corporal; todo lo contrario a esta y a otras tantas con las que había interactuado en el pasado. Luego le preguntó a la chica.

—¿Solo bailas? ¿o también prestas otros servicios? —Ella sonrió y le pasó el dedo índice por la mejilla, con coqueteo respondió:

—Eso depende.

—¿Depende de qué?

—De si me gusta o no.

—¿Si un cliente millonario te propone irte a vivir con él en una casa y te pone a cuidar a un niño y te restringe salir a divertirte a antros ¿aceptarías? —Ella se rió y lo miró con curiosidad.

—No, jamás aceptaría que me encerraran a cuidar mocosos.

—Pero si ese hombre tiene dinero, lujos.

—Para qué sirve eso si no puedo disfrutarlo, si me busco un millonario es para que me lleve de viaje, a paseos en yate, fiestas. Para encerrarme en una jaula de oro, mejor me quedo en una pensión barata pero libre como un ave.

—Pero si él quiere que seas su reina, y te ofrece ser una señora respetada. —Ella cayó en cuenta lo que estaba sucediendo.

—¿Te enamoraste de una bailarina o de una prostituta?

—¿Cuál es la diferencia?

—Bueno, la prostituta presta ese tipo de servicio a quien sea, la bailarina exótica como yo tiene la libertad de negarse cuando no desea estar con un hombre.

—¿Y si yo te lo propusiera? —Ella le pasó la mano por un muslo.

—Por supuesto que acepto guapo. ¿Entonces a dónde quieres ir? —Él paseó sus ojos por el cuerpo de la bailarina, después le dijo:

—No es contigo con quien deseo hacerlo. Solo quería hablar, es a otra la que deseo solo para mí y que ningún otro la toque.

—¿Y es una bailarina de la que te has enamorado?

—Sí, pero no pienso dejarla bailar más.

Jr. permaneció un rato en la habitación de Scarlet y preguntó por su padre.

—¿Mami papá por qué no está?

—Ya no demora en llegar, seguro le salió mucho trabajo.

Lucrecia se llevó al niño a dormir y Rodrigo aún no llegaba. Scarlet estaba intranquila. Sabía que eso era habitual en un ejecutivo como Rodrigo, pero eso no le quitó la inquietud, entonces decidió marcarle a su celular.

Rodrigo ya había dejado a la bailarina y estaba bebiendo otro trago cuando oyó su celular, lo sacó de su chaqueta, la pantalla decía Scarlet, lo dejó sonar hasta que ya no hubo insistencia, simplemente la ignoró.




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