Scarlet

65

Scarlet desayunó en casa de los Satré. Ella había decidido regresar a Estados Unidos y consiguió un vuelo a las 11 de la mañana a New York.

Juan Carlos se ofreció a llevarla al Aeropuerto. Mientras llegaba la hora de abordar el avión él le dijo:

—Scarlet lamento tanto verte así de triste, ¿De verdad te duele tanto que los Salvatierra piensen mal de ti?

—En parte sí me duele, pero son otras cosas la que me entristecen, por ejemplo Jr. el pobre comenzará a buscarme para que lo acompañe a jugar con el perro, y Rodrigo... No pensé que me fuera a defraudar tanto. —Juan Carlos se quedó mirándola.

—¿Entre Rodrigo y tú hubo algo más allá de lo laboral verdad? —Ella agachó la cabeza, se tardó unos segundos antes de responder.

—Eso me hizo creer, que había algo más, pero solo estaba jugando conmigo un juego que aún no logro comprender.

—Bueno, sé que debes sentirte muy mal, pero deberías quedarte por Jr.

—Eso quisiera, pero me siento terrible solo de imaginarme entre todos ellos, me siento sucia, indigna.

—¿Por qué mejor no te quedas en un hotel unos días y espera a que se calmen tus emociones y veas con más claridad las cosas.

—No lo sé, en este momento solo deseo desaparecer.

—Los Salvatierra no debe saber que sigues aquí. Scarlet, hazlo por Jr. el pobre niño no tiene la culpa de nada, perderá a su madre por segunda vez. —A Scarlet se le aguaron los ojos.

—Es que no me atrevo a entrar de nuevo a esa casa.

—El domingo podemos ir a misa, allí puedes rezar y pedir dirección, no sé tú, pero yo creo que tienes esa misión con Jr. no será fácil, seguro Elena te crucificará y tal vez Rodrigo ya lo hizo; pero estarás en paz cuando cumplas tu misión con ese pequeño. Ya parezco un sacerdote dándote consejos espirituales. —Scarlet sonrió.

—Creo que tienes razón, voy a esperar estos días. Necesito ir a la iglesia urgente.

Fueron a buscar un hotel. Él la acompañó hasta la suite.

—Gracias Juan Carlos.

—Es un honor Scarlet. Enviaré a una de las empleadas de mi mamá para que te acompañe aquí en la suite. También debes comprarte ropa. O si deseas puedo buscar la que dejaste donde...

—No, esa ropa no es mía, ni siquiera es de mi estilo, es de Ángela. Casi todo mi vestuario está en New York.

—Ya me dio curiosidad ver tu estilo. —Scarlet sonrió.

—No es nada del otro mundo, a diario uso franelas, jeans, tenis, y mi cabello natural es rubio.

—¿En serio?

—Sí, y quiero recuperarlo. Ya no soy Ángela, iré en cuanto pueda al salon a quitarme este color.

—¿Cuál es tu nombre? Si se puede saber.

—Odio mi nombre.

—Yo también odio el mío, siento que tengo nombre de viejo.

—Yo diría que tienes nombre de galán de telenovela. —Juan Carlos se carcajeó.

—Bueno, ¿y tú cómo te llamas?

—Tengo nombre de viejita, me llamo Ana Julia Fernández.

—Mucho gusto Ana Julia —Él le dio la mano—. Me agrada mucho poder ser su amigo, pero como odias tu nombre continuaré diciéndote Scarlet.

El portero le contó a Braulio y a Rodrigo que vio salir a Scarlet.

—Me dijo que su padre vendría por ella, la acompañé hasta la salida del complejo.

—¿Y no viste cuando se fue?

—No señor. —Rodrigo se afligió aún más.

—Se fue papá. Ahora que voy hacer?

—Hay que buscarla, ¿No tienes con ella un contrato firmado?

—Sí.

—Entonces debes obligarla a cumplir con su deber.

—No creo que debería obligarla después de lo que sabe.

—¿Entonces qué piensas hacer con Jr.? ahora va a ser peor explicarle la ausencia de su madre.

Elena estaba contenta porque Scarlet se había marchado y le marcó a Annie para contarle.

—Anoche se marchó y sin avisar. Hasta dejó toda su ropa.

—No lo puedo creer. ¿Y por qué se habrá ido?

—Porque Rolando le dijo que todos en la familia sabíamos que era una mujer de la mala vida.

—¿Rolando? ¿Y es que acaso salió de su habitación?

—Si, por lo visto mi sobrino no soportó tener a una prostituta dentro de la casa y la sacó casi a las patadas. De verdad estoy muy sorprendida con Rolando. Pero al fin y al cabo el Salvatierra le recorre las venas.

Después que dejaron de hablar Annie colgó la llamada. En su rostro podía apreciarse la satisfacción que sentía.

"Así que Rolando se encargó de sacar a esa trepadora. Por la forma como se marchó supongo que debe estar odiando a Rodrigo. Nunca pensé que las cosas se darían tan fácil y sin yo mover un dedo”.

Rodrigo de fue tarde a la oficina pese a que estaba acongojado por la precipitada salida de Scarlet. Todos sus pensamientos giraban en torno a Scarlet.

"¿A dónde fuiste Scarlet? debes estar muy enojada conmigo. Nunca debí decirle esas cosas a mi familia, tienes razón en querer marcharte de mi lado. Hasta ayer tenía miedo de que tú me defraudaras, pero fui yo el que te defraudó primero. Soy un imbécil".

Elena quería contarle a todos que Scarlet se había marchado; después de que habló con Annie llamó a Raiza, luego a su hermana Isabel que ya había llegado a Ciudad de México; y por último le marcó a Marina Satré.

—¿Cómo estás Elena, cómo amanecieron hoy? —Dijo marina.

—Muy bien, no te imaginas lo que sucedió.

—¿Cómo qué será que andas tan contenta? —Marina sonrió porque conocía la causa de la felicidad de Elena.

—Ni te imaginas lo que pasó, resulta que mi sobrino Rolando puso a Scarlet en su lugar, no sé cómo habrá sido, pero esa mujerzuela no aguantó y se marchó anoche sin avisar y hasta dejó toda su ropa.

—Si lo sé, mi sobrino y yo la encontramos en calle, después la convencimos de que viniera con nosotros y aquí pasó la noche.

—Lo que me cuentas se me hace difícil de comprender. ¿Me estás diciendo que tú recogiste a esa prostituta y la llevaste a tu casa a dormir?

—Bueno, en realidad fue Juan Carlos que la recogió, la pobre estaba cruzando la calle con esas muletas, me dio compasión verla tan desprotegida, parecía un pollito asustado.




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