Cuando la misa terminó, Alejandro pasó al altar a encender una vela al Santo, y se quedó haciendo algunas plegarias. De pronto se paró a su lado una mujer con maletas y una bufanda en la cabeza. Se mantuvo allí por algunos minutos. De pronto ella llamó a otra mujer que la acompañaba.
—Rosario ve y aparta un taxi mientras yo salgo. —Alejandro observó a la pobre mujer con las muletas y pensó en el largo recorrido que le esperaba desde el altar hasta la salida.
"Pobre, yo me habría quedado en la entrada".
Pensó dentro de sí. Rosario agregó:
—Pero señorita Scarlet ¿Cómo cree que la voy a dejar aquí sola?
—No se preocupe, mejor aparta el taxi.
—Está bien.
Rosario se fue afuera y Scarlet inició su marcha. Alejandro se olvidó del asunto y se quedó rezando otro poco. Cuando él terminó, se hizo la santa cruz y se dispuso a salir.
Casi llegando a la salida vio de nuevo a la mujer con las muletas, él se acercaba cada vez más a ella; de pronto a la dama se le cayó la bufanda justo a la salida, el viento arrastró el trozo de tela hacía donde él estaba, Alejandro la recogió del piso y se apresuró a devolverla a su dueña. Ella estaba esperando que Rosario regresara y le buscara la bufanda cuando Alejandro se acercó.
—Señorita su bufanda. —Scarlet volteó con el rostro agachado, él usando la lógica le acercó la bufanda hasta su mano derecha, ella como pudo la agarró.
—Gracias —Ella levantó el rostro y lo miró de frente—. Es usted muy amable.
Cuando vio el rostro de la mujer, los ojos de Alejandro se expandieron mientras que todo su cuerpo se le paralizó. No podía creer lo que veía y ni siquiera parpadeó, no quería dejar de mirarla. De pronto su rostro empalideció y todo alrededor empezó a oscurecerse para él.
Fue tan fuerte impresión para Alejandro que se desplomó en el suelo tras perder el conocimiento. Al rato despertó en su auto, estaba en el asiento del copiloto inclinado hacia y atrás, su tía le tenía una bola de algodón con alcohol cerca de la nariz. Él oyó la voz de Dalexca como si estuviera lejos, "Ya despertó". Por algunos segundos no comprendió lo que estaba sucediendo ni sabía en dónde se encontraba.
Unos segundos después recordó todo y se sentó, sintió un fuerte dolor de cabeza.
—¿Estás bien? preguntó Daleska. Él se puso la mano en la frente.
—Me duele la cabeza, ¿qué me sucedió?
—Sufrió un desmayo. —Le dijo Armando. La tía Eloísa le preguntó:
—¿Te viniste a misa sin desayunar?
—Desayuné bien tía no te preocupes.
—Debe ser el estrés del trabajo que le causó el de mayo. —De pronto Alejandro recordó a la mujer que había visto que se parecía a Ángela. Se bajó del auto y miró a la entrada de la iglesia.
—¿Dónde está?
—¿Quién? —Preguntó Daleska.
—La mujer que tenía muletas. —La niña le dijo:
—Tu guardaespaldas la ayudó a subir a un taxi. —Alejandro se veía consternado, entonces Daleska le dijo:
—Vamos a mi casa y te recuestas un rato mientras te hacemos una sopa, necesitas recuperarte.
—No, prefiero irme a la mía.
—Está bien, pero no vayas a conducir.
—Le diré a uno de mis hombres que lo haga. —Alejandro llamó a su sobrina aparte.
—¿Cuál de ellos ayudó a la mujer que usaba muletas. —La niña le señaló a Antonio.
En casa de los Salvatierra Jr. había amanecido insistente con llamar a su madre por teléfono, pero ellos le inventaron varias excusas. Después se fueron a misa. En la iglesia se encontraron con Raiza y su esposo como de costumbre y Annie se les unió más tarde. Ellos acostumbraban a reunirse los domingos y pasar la tarde en familia. Cuando llegaron a casa Jr. de nuevo le dijo a Rodrigo que quería hablar con su mamá; como le volvió a negar su petición, el niño se irritó y comenzó a gritar:
—Quiero llamar a mi mamá, quiero llamar a mi mamá. —Rodrigo lo calmó y se lo llevó al jardín a jugar con Snap, Annie los acompañó; mientras el niño jugaba se sentaron en la banca, ella le dijo a Rodrigo:
—¿Qué piensas hacer ahora que Scarlet se ha ido? Se suponía que te quería de verdad, pero por lo que veo estabas muy equivocado. —Rodrigo agachó la mirada.
—Sí estaba equivocado, tenías toda razón, ahora puedes estar feliz porque acertaste. —Ella le agarró la mano y lo miró a los ojos.
—No estoy feliz, al contrario, me preocupa Jr. va a ser muy difícil explicarle la ausencia de su madre.
—Ella debe cumplir con el contrato que firmó, la haré regresar y que termine los meses que aún faltan.
—¿Y tú?
—¿Yo qué?
—¿Me refiero a tus sentimientos hacia ella? —Él se puso de pie y se aportó de Annie. Ella lo siguió y lo agarró del brazo.
—Ya te dije que me equivoqué con Scarlet.
—Ella te mintió, luego se fue con otro.
—Sabes, lo estuve pensando, Scarlet nunca me mintió, ella fue muy clara conmigo, hasta impidió que yo hiciera pública nuestra relación, me ahorró el mal rato y evitó que yo quedara en ridículo delante de todos.
—A lo mejor tiene claro cuál es su lugar.
—Scarlet es casi diez años más joven que yo, pero más sensata, tiene los pies puestos sobre la tierra, yo fui el que le insistió, ella se rehusó varias veces a iniciar una relación conmigo, no debo reprocharle nada, ella es lo que es, y yo debo respetar sus decisiones, aunque por dentro me siento defraudado, siento como si ella me hubiera engañado; deseo tenerla cerca y matarla, también deseo matar a Juan Carlos.
La hora del almuerzo fue un desastre, Jr. no quiso comer y comenzó a hacer pataletas en la mesa, y gritando decía.
—Quiero que venga mi mamá. —Annie con voz cariñosa le dijo:
—Ya Jr. tranquilízate ¿Qué te parece si esta tarde vamos a cine con tu papá? —Jr. le dijo con altanería:
—No quiero ir contigo, tú no eres mi mamá. —Rodrigo se estaba irritando por el comportamiento de su hijo.
—Basta Jr. hoy no llamaremos a tu madre. —Se levantó un momento y cargó a Jr. con enojo y lo llevó arriba, después regresó al comedor.