Annie y Willy también llegaron a la casa, se quedaron en la sala con Elena y su hermana.
—¿Y Rodrigo en dónde está? —Preguntó Annie.
—En la biblioteca. —Contestó Elena entre sollozos.
—Voy a verlo.
Annie llegó a la biblioteca, Braulio se fue con los demás.
—Lo siento Rodrigo. —Ella se acercó y se recostó sobre él a un lado. —Con la voz desalentada Rodrigo le dijo:
—Estoy desesperado Annie, ¿Cómo se pudo salir de la casa?
—Sí, es extraño, como si alguien lo hubiera ayudado. —Ella lo dijo de forma insinuante.
—Salió a buscar a Scarlet, pensando que ella es su madre… nunca debí traerla a esta casa.
—No debes culparte, lo hiciste para hacer feliz a Jr. fue ella la que provocó todo esto al marcharse sin detenerse a pensar en la repercusiones que sus actos tendrían sobre el niño.
—De todos modos fui yo el que decidió traerla; debí escuchar a mi familia, también a ti que has estado cerca de mi hijo desde que Ángela murió.
—Solo eres un buen padre Rodrigo; no te preocupes, ya verás que Jr. aparecerá pronto, nadie de la familia va a reprocharte nada.
Juan Carlos salió de la delegación de la policía y se fue a la casa de los Salvatierra, Raiza le abrió la puerta.
—¿Cómo estas Raiza?
—Nada bien Juan Carlos, sigue adelante.
—Gracias, necesito hablar con el señor Braulio y con Rodrigo.
—Están en la biblioteca, ya los llamo.
Rodrigo salió a recibir a Juan Carlos, con una mirada cargada de recelo le dijo:
—¿Qué haces aquí?
—No voy a quitarte mucho tiempo, Scarlet está detenida por el presunto secuestro de tu hijo, pero tú y yo sabemos perfectamente que ella nada tiene que ver con la desaparición de Jr.
—Bueno, que la policía lo aclare.
—Tienes el deber de ir a declarar, Scarlet no tiene por qué permanecer encerrada sin ser culpable.
—¿En algo debe estar basándose la policía para mantenerla detenida.
—Sí, se basan en que se fue de esta casa sin previo aviso, pero eso nada tiene que ver, ella no se fue con la intención de secuestrar a Jr. yo soy testigo de que ella no ha hecho nada en contra de tu hijo.
—Si claro, sabes perfectamente que se ha estado revolcando contigo todo el fin de semana, imposible que le haya quedado de tiempo de planear semejante crimen. —Juan Carlos resopló.
—Piensa lo que se te dé la gana, pero tienes que ir y declarar para que salga hoy mismo, el que ella permanezca encerrada no hará que tu hijo aparezca... Scarlet también desea hablar contigo.
—Pues no pienso hablar con esa mujer; es más, voy a ir a declarar, en cuanto salga le vas a entregar la carta de despido que de inmediato voy a enviarle contigo. Deseo que se largue mañana mismo de Ciudad de México, no la quiero volver a ver más nunca más en mi vida.
—Díselo tú mismo, no soy tu mandadero. —Braulio llegó a la sala y molesto les dijo:
—¿Por qué discuten?
—Señor Braulio, le decía aquí a su hijo que necesito que vaya a declarar para que Scarlet pueda salir hoy mismo en libertad, eso es todo, y le estaría muy agradecido si usted también lo hace.
—Si claro, ¿y por qué el inspector la detuvo?
—Solo con conocer que trabajaba en club de Los Ángeles dictaminó que debía llevársela y pretende que ella pase allí la noche.
—Papá, voy declarar, también voy a hablar algunas cosas con Scarlet, quiero entregarle su carta de despido, no quiero tener ningún tipo de vínculo con esa mujer.
—Yo también iré, así podremos hablar con el inspector y ver si han sabido algo del niño.
Tanto Braulio como Rodrigo rindieron su declaración; Juan Carlos exigió que Scarlet fuera puesta en libertad de inmediato. Braulio se marchó y Rodrigo se quedó esperando para cuando Scarlet saliera hablar con ella y poner las cosas donde para entonces él consideraba debían estar; aunque no deseaba verla, sentía un fuerte menosprecio por la mujer que él creía que se había marchado con otro, después de todas las promesas que se habían hecho; aunque en su razonamiento se decía así mismo que una prostituta no podía actuar de otra manera, y que él era quien estaba equivocado, pero el corazón le dolía, y el orgullo aún más. Pensar que ese hombre con el que ella se había ido era un amigo suyo, alguien tan cercano a la familia, eso le provocaba más indignación.
Pero quería acabar de una vez por todas con toda esa desagradable situación; sabía que no sería fácil tenerla frente suyo; pero ya era suficiente de Scarlet y de todo lo que había provocado, pues su vida era peor ahora, porque antes al menos no sentía tantos sentimientos tan oscuros llenos de rabia y de rencor. Pero debía continuar sin ella, ese día la alejaría de su vida para siempre.
Él la esperó él la cafetería de la delegación. Cuando la vio llegar tenía una mirada fría y un semblante duro en su rostro. Scarlet se acercó con la ayuda de Gema que la estaba acompañando, se sentó en la mesa donde él la esperaba, noto su semblante duro, su rostro lleno de indignación hacia ella.
Tenía en sus adentros la esperanza de que tal vez después de hablar, él cambiaría su actitud. El amor que sentía hacía él le hacía creer que Rodrigo le creería. Pero estaba muy lejos de la verdad, Rodrigo ya la había sentenciado desde el día que llegó a pensar que ella se había ido con Juan Carlos.
En ese momento Rodrigo tenía a flor de piel la preocupación por la desaparición de su hijo y la rabia que sentía con Scarlet por haberse ido con otro; ambos sentimientos, “preocupación y rabia”, se habían unido, y la energía de estos se proyectaban contra ella; Scarlet se había convertido en el chivo expiatorio de todo lo que sucedía.
Ante los ojos de Rodrigo, ella se había vuelto una mujer insignificante, carente de algún valor, una descarada que no sentía vergüenza de haberlo cambiado por un amigo suyo, además, no le había importado abandonar a su hijo.
Aunque que en sus adentros reconocía que había esperado mucho de ella, tal vez había sido demasiado pedirle a una prostituta que se convirtiera en una madre abnegada. Con esas premisas la justificaba, pero no la eximía del todo y quería descargar sobre ella toda su furia interior, la rabia que contenía producto de los celos y la indignación que sentía hacia sí mismo por amarla tanto sin ser su dueño.