Scarlet

76

Rodrigo regresó a la casa, Elena apenas lo vio llegar caminó a prisa hacia él.

—¿Alguna noticia del niño?

—No tía, pero hay testigos en varias casas que vieron al niño por aquí cerca del complejo, preguntó por su mamá a un portero y a otras personas.

—¿Pero a ellos no les extrañó verlo solo siendo tan pequeño?

—Pensaron que era hijo de algún trabajador que estaba cerca. —Israel había llegado poco antes que Rodrigo, se acercó y lo abrazó:

—Siento mucho por lo que estás pasando primo.

—Es horrible esta zozobra, no saber en dónde está o qué le habrá sucedido.

—Va a aparecer bien ya lo veras.

Gema acompañó a Scarlet hasta la suite, allí la dejó en compañía de Rosario y regresó a su casa.

—Me alegra que haya salido rápido señorita Scarlet.

—Gracias. —Scarlet se sentó en el sofá, se veía muy desanimada.

—¿Desea que le busque algo de comer?

—No Rosario, Gema me llevó comida a la delegación no te preocupes. Quiero ir a mi cuarto a descansar.

Rosario la acompañó hasta la habitación.

—Gracias Rosario. —Le dijo mientras se sentaba en la cama, Rosario tomó las muletas y las dejó al lado de la mesa de noche.

—La veo muy triste señorita Scarlet.

—Estoy muy cansada —Lo dijo con la voz apagada—. Quiero dormir un rato.

Rosario le ayudó a acomodar la pierna enyesada sobre una almohada.

—Ya estoy harta de ese yeso.

—Tenga paciencia. Ya le queda unos cuantos días, y el dolor ya se le quitó.

—Desde que me lo pusieron me han pasado muchas cosas desagradables.

Rosario se quedó mirándola.

—Se ve muy triste, ¿Que le sucedió que tiene cara de achicopalada, la siguen culpando por lo del niño?

—Eso y otras cosas, pero tienen razón en culparme, el niño se escapó para buscarme, dejó una nota diciendo que iría por su madre.

—Pero usted no tenía esa intención.

—Debí haberme quedado en esa casa, fui muy egoísta con Jr. —Scarlet suspiró—. Mañana mismo regreso a Estados unidos.

—¿Tan rápido se va?

—Si Rosario, ya no tengo nada por hacer aquí. Cuando llegué tenía muchas esperanzas y expectativas, nunca pensé que duraría tan poco tiempo aquí y que me iría de esta manera.

—La voy a extrañar mucho.

—Yo también te voy a extrañar, y voy a extrañar a Jr. quería verlo por última vez, pero su padre me lo prohibió. Solo me queda rezar y que aparezca pronto.

Scarlet se quedó sola en la habitación, le dijo a Rosario que deseaba dormir, pero no era verdad; era imposible contraer sueño después de todo lo que había pasado. Estaba triste y preocupada por Jr. sentía culpa, además le dolía el rechazo de Rodrigo, sus duras palabras la herían cada vez que las recordaba:

“Mejor cállate, no quiero escuchar más tus palabras fingidas que no valen un centavo para mí, ya no soy el idiota de hace unos días que creyó que había encontrado la felicidad en una insignificante mujer”.

Llorando sobre la almohada decía:

—Cómo puedes hablarme así después de que me decías que me amabas, me prometiste no echarme en cara el pasado. Me echaste de tu vida como si nada de lo que pasó entre los dos hubiera significado nada para ti, se suponía que me querías de verdad, pero solo te bastó una duda para alejarme sin importante nada lo que siento.

Ella recordó las últimas palabras que oyó salir de la boca de Rodrigo:

“Adiós Scarlet, que seas feliz con la vida que te gusta”.

—No te volveré a ver, pero tampoco te podré olvidar —Ella empezó a llorar—. Te voy a extrañar tanto, no me alcanzará la vida para borrar tu recuerdo.

***

Jr. se había quedado dormido exhausto, ya era más de las seis de la tarde cuando despertó con fiebre y llorando porque quería regresar a su casa. Zenobia se percató que el niño estaba caliente y con reproche le dijo a Francisco:

—El escuincle está enfermo, no más falta que se muera y nos caiga la policía por tu culpa.

—Ya Zeno, calma, dele la medicina que le das a mi sobrina y ya.

Ella le dio a Jr. un jarabe para la fiebre pensando que con eso el niño iba a mejorar; esperaron un rato y Jr. empeoró. Zenobia era madre, ya tenía experiencia cuidando niños, y sabía que una fiebre tan alta podría causarle un mal permanente al pequeño.

Por varias horas intentaron bajársela con paños de agua tibia, pero fue inútil, Zenobia ya estaba desesperada y con enojo le reprochó a su hermano lo que sucedía:

—Mira lo que ocasionan tú y tu amigote que a esta hora debe estar durmiendo como marrana, y ni siquiera se asoma por aquí para ayudar.

—Pero ya Zeno, no me regañe más.

—Esa criatura se nos va a morir y todos vamos a ir a la cárcel. Mejor dile a Juan que traiga la motocicleta y lo llevan al hospital.

—¿Pero cómo lo vamos a llevar, y si nos descubren?

—Verán cómo se las arreglan, pero no lo podemos dejar morir, míralo como está a punto de convulsionar.

Juan llegó con la motocicleta, a Jr. lo sacaron bien envuelto en mantas, a la final decidieron que Zenobia lo llevara al hospital haciéndose pasar por su madre.

Cuando llegaron a emergencias ella bajó de la motocicleta con el niño alzado, entró y pidió ayuda en la recepción; en cuanto al niño lo pusieron en una camilla y el médico procedió a revisarlo, ella le dijo que iba afuera avisarle a su esposo que ya la habían atendido.

Francisco la estaba esperando a la entrada con la motocicleta encendida, ella subió y se marcharon sin mirar atrás. Los guardias de seguridad se percataron de la huida y de inmediato llamaron a la policía.

A las dos de la madrugada el teléfono de la casa de la familia Salvatierra sonó, era la llamada tan esperada de todos ellos que no habían pegado el ojo.

Rodrigo contestó la llamada, sus ojos se pusieron grandes y brillantes antes de que le saliera una lágrima que recorrió su mejilla izquierda. Las únicas palabras que pronunció tras oír la noticia fue:

—Gracias inspector, ya vamos para allá. —Todos los Salvatierra estaban de pie esperando conocer lo que el inspector había dicho. Rodrigo colgó el teléfono y volteó a verlos.




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