Scarlet

77

En el hospital solo dejaron ingresar a Rodrigo con un policía. Jr. se había quedado dormido después que el médico y las enfermeras lograron bajarle la fiebre.

Él suspiró en silencio al ver a su pequeño en la cama; el alma le volvió al cuerpo. Se acercó al niño y le pasó la mano por la frente, después le dio un beso cargado de ternura, se quedó mirándolo y pensó:

"Hijito, tenía tanto miedo de que algo malo te hubiera pasado, pero ya estás aquí de nuevo".

Jr. fue trasladado a la clínica infantil donde siempre había sido atendido. Cuando lo ubicaron en su habitación, Elena y Braulio entraron a verlo, ella lloró al verlo, con el ruido de sus sollozos, Jr. se despertó, abrió lentamente los ojos y miró a sus abuelos, con una voz cansada dijo:

—Tía ¿por qué estás llorando? —Ella le dio un beso con los ojos llenos de lágrimas.

—Es que estoy feliz de verte de nuevo. —Después Jr. miró a Rodrigo, con el mismo semblante cansado agregó:

—¿Mi mamá por qué no está? —Rodrigo tenía una sonrisa lánguida y sus ojos que tenían cierto brillo de alegría se apagaron. Su expresión cambió a un estado triste que intentó disimular delante del niño. La pregunta repentina de Jr. lo dejó fuera de base y no sabía que contestarle al pequeño; entonces Braulio le dijo:

—Más tarde ella vendrá.

Elena levantó la mirada hacia su hermano con cierto reproche. Rodrigo en su intento de evadir el tema que no era nada fácil de abordar para él, le sacó al niño otro tipo de conversación, y le habló de Snap y otras cosas para que el pequeño se olvidara de Scarlet.

Pese a la fiebre que había tenido Jr. pudo desayunar, Elena se encargó de darle de comer. Rodrigo necesitaba desahogar sus pensamientos y se fue a la terraza de la clínica, buscó un lugar a solas. Ahora que Jr. había aparecido y ya no existía esa preocupación, sus pensamientos comenzaron a ser invadidos por Scarlet; rabia, rencor, celos, todos estos eran reinantes en su ser, y a su vez estaban envueltos en un gran sentimiento de amor, un amor que causaba que la extrañara y le hacía desear tenerla cerca.

Ahora que su ira estaba tan solo un poco aplacada recordó que esa mañana Scarlet había amanecido libre para marcharse a donde ella quisiera, no existía algún tipo de contrato con el cual pudiera exigirle quedarse, dejó en sus manos el derecho de irse y nunca regresar; entonces sintió que su corazón se desalentaba, llegó a pensar que había sido un error haberle entregado esa carta de despido.

“No debí dársela, ahora no podré retenerla; me dejé llevar por la rabia y el rencor… No claro que no, hice bien en despedirla, que se largue, no deseo volverla a ver, esto que siento por ella debe morir; en realidad no la amo, la detesto porque es una cualquiera. Eres una cualquiera Scarlet, una insignificante mujer, seguramente ya esta semana podrás quitarte ese yeso y empezarás a bailar como acostumbras a hacerlo; ese trabajo te encanta, te gusta que los hombres alaben tu cuerpo desnudo, eso te gusta más que ser madre y ser esposa de un idiota como yo. Soy un imbécil, me odio a mi mismo por estúpido; la ausencia de Ángela me convirtió en un limonero de amor, tanto que me había conformado con tan poca cosa. Juro que te voy a olvidar, no iré a buscarte jamás, y si un día te veo de casualidad, haré de cuenta que no te conozco”.

Elena salió a la sala de espera.

—¿Cómo está Jr. tía? —Preguntó Raiza.

—Está mucho mejor, y comió un poco. —Ella miró a Braulio y delante de los demás con tono de reclamo le dijo:

—¿Por qué le dijiste a Jr. que Scarlet vendría más tarde? ¿Acaso Rodrigo piensa traer a esa mujer de nuevo a la casa?

—Scarlet no regresará tía. —respondió Rodrigo en voz alta en lugar de su padre. —Braulio lo miró con reproche.

—¿Cómo le vas a hacer cuando tu hijo pregunte por ella?

—Lo que sea, pero no pienso dejar que esa mujer se acerque más a mi hijo.

***

Scarlet amaneció sintiéndose vacía por dentro, tenía una fuerte sensación de vacío. Recordó cuando estaba en San Rafael que se sentía tan perdida en la vida, sin un camino, sin un porvenir; esa sensación fue desagradable para ella, tanto que un día se largó a Los Ángeles a bailar, no le importó nada, solo quería huir de ese estado de quietud e inutilidad; pero ahora se sentía peor, esta vez no era San Rafael lo que detenía su vida, ahora era el mundo entero, todo su interior, su autoestima, su moral, su ego; todo parecía que se había detenido dentro de su ser; como si alguien se hubiera muerto y por dentro ella estuviera llena de luto, no había nada que le pudiera causar alegría, solo deseaba poder dormir y no despertar en mucho tiempo.

Gema la llamó por teléfono y le contó que Jr. ya había aparecido.

—El niño apareció en un hospital y está bien. —Con la noticia Scarlet vio un rayo de luz en medio de la oscuridad que rodeaba sus emociones.

—Bendito Dios, no sabes cuánto peso se me has quitado del pecho Gema.

—Ya puedes estar tranquila Scarlet, ya no hay nada de qué preocuparse.

—Sí.

—¿Y qué piensas hacer, te iras hoy a Estados Unidos?

—Conseguí vuelo para dentro de dos días, así que debo quedarme.

—Bueno, si quieres vienes a mi casa estos dos días y te estás aquí con nosotros.

—No quiero molestar a tu madre.

—No es molestia, si ella misma me dijo que deberías venir y quedarte aquí.

—No creo que sea prudente.

—Si lo dices por los Salvatierra ellos no tienen por qué enterarse.

—Gema gracias, pero prefiero quedarme aquí.

—Está bien, entonces iremos a visitarte.

—Me encantaría. —Después que dejaron de hablar, Scarlet se quedó pensando en Jr.

“Si al menos pudiera despedirme de Jr."

Ella se quedó pensando por un momento en toda aquella situación.

“¿Y si le digo a Rodrigo que me deje al menos despedirme del niño? podría decirle a Jr. que me voy de viaje, así se quedará más tranquilo”.

Ella tenía la fuerte necesidad de ver al niño, entonces tomó el teléfono, sintió miedo de marcarle a Rodrigo, no sabía cuál iba a ser su reacción cuando la oyera hablar, seguramente de su boca saldrían hirientes palabras de menosprecio y de odio; de eso estaba segura, no podía esperar otra cosa de él. Pero sería la última vez, solo debía hacer oídos sordos a lo que él le dijera para herirla, entonces marcó a su móvil.




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