Scarlet

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Israel le dijo:

—En realidad solo Scarlet sabe lo que está pensando. Yo solo te estoy poniendo los puntos sobre las ies. Sabes Rodrigo, me parece que debes ir poniendo cada cosa en su lugar, porque Jr. seguirá preguntando por ella; debes intentar buscarla y traerla de nuevo, se supone que para eso la contrataste, para que Jr. fuera un niño feliz.

—No quiero que ella entre de nuevo a mi casa, no deseo ni verla.

—¿A qué le temes? Creo que debes verla como a cualquiera de tus empleadas. ¿Recuerdas cuando salías con tu asistente y que luego terminaron? Pudiste seguir trabajando con ella sin ningún problema.

—Lo de Mariela es totalmente distinto.

—Por tu hijo debes intentar que sea lo mismo.

—Es que no sé lo que sucedería si la tengo cerca, si la veo todos los días en mi casa. ¿Cómo voy a sentirme en las noches sabiendo que está en la habitación de al lado y yo sin poder tocarla? La voy a desear, desearé sus besos, su cariño. Y cuando vea sus ojos o escuche su voz, no podré con eso. Sé que me voy a rendir y le voy a suplicar amor.

—Debes concentrarte en tu hijo. No sé qué piensa Scarlet de ti realmente, pero no creo que tú seas del tipo de hombre que deja atrás el pasado de una mujer, menos de una que baila desnuda en un club para caballeros; y no lo digo menospreciando a Scarlet, solo me refiero a ti y a tu forma de pensar. Mi consejo es que te tragues el enamoramiento que cargas y desarrolles una relación profesional con ella, deberías buscarte otra mujer y dejar que Scarlet esté tranquila y haga con su vida lo que ella consideré hacer.

—Prefiero que se largue y no volverla a ver más nunca en mi vida.

—¿Esa es tu firme decisión?

—Si

—¿Aún por encima de tu hijo?

—Sí. Le diremos a papá que el teléfono no tiene arreglo. Y veré como me las arreglo con Jr.

***

Antonio llegó a la oficina de Alejandro.

—Ya conseguí al chofer del taxi que llevó a la mujer de la iglesia.

—¿Dónde está?

—Afuera. Le dije que usted la daría dinero por información.

—Hágalo pasar.

La ansiedad se apoderó de Alejandro que deseaba con todas sus fuerzas encontrar a la mujer que se parecía a Ángela. La frente y las manos le comenzaron a sudar; entonces tomó una pelota de goma que tenía a un lado del escritorio y la puso a rebotar en el piso para calmar un poco su agitación.

Antonino volvió con el hombre, Alejandro se puso de pie y se acercó a él.

—¿Está seguro que usted fue el que la llevó ese domingo?

—Sí señor.

—¿Oyó su nombre?

—La que iba con ella le dijo señorita Scarlet varias veces. —Alejandro suspiró y recordó cuando en el altar de la iglesia Rosario la nombró:

“—Pero señorita Scarlet ¿Cómo cree que la voy a dejar aquí sola?

“—No se preocupe, mejor ve y aparta el taxi”.

Alejandro le dijo al hombre:

—Veo que no me está mintiendo, le voy a pagar más de lo que pensaba por su buena memoria. ¿A dónde la llevó?

—Al hotel La Orquídea. Oí que se hospedaba en una suite.

—Interesante. —Alejandro volvió al escritorio y se sentó—. Prefiere un cheque o transferencia.

—Cheque está bien. —Él le hizo el cheque al portador; lo miró fijo a los ojos y se lo entregó, el hombre lo recibió y observó los números, levantó las cejas y puso expresión de alegría.

—Gracias señor...

—Alcázar, Alejandro Alcázar.

—Gracias señor Alcázar.

—¿Cómo se llama?

—Sabino.

—Sabino, voy a necesitar más de sus servicios.

—Estoy a sus órdenes.

—En realidad quiero que trabaje para mí tiempo completo, soy un jefe muy estricto, pero sé recompensar a mi gente. Conmigo puede ganar mucho más de lo que logra con su... taxi.

—Estoy a sus órdenes.

—Me gusta trabajar con gente discreta pero con los ojos y los oídos atentos, así como es usted.

—¿Por dónde quiere que empiece?

—Ve como taxista al hotel y pregunta por Scarlet, averigua en qué Suite se hospeda, puedes decir que ella dejó algo en su auto.

—Iré en seguida.

—Antonio irá contigo. —Alejandro sacó dinero en efectivo y se lo dio a Antonio.

—Toma, si no le dan información a Sabino, intenta sobornar al recepcionista.

***

Juan Carlos y Scarlet se encontraron en un café y planearon la forma de ingresar a la clínica, y lo harían a las 7 de la noche que era la hora que podía ingresar la visita.

—Yo visito a Jr. y tú te escondes. —Dijo Juan Carlos—. Cuando todos se vayan seguro se quedará Rodrigo, entonces yo me lo llevo abajo para que tú entres y hables con el niño.

—¿Y si cuando te vea llegar Rodrigo te ataca?

—Por eso no debes preocuparte, sé cómo defenderme.

Mientras, Rodrigo regresó con Israel a la clínica fingiendo que habían llevado el celular a reparar, Elena estaba con Braulio.

—El técnico dijo que el teléfono no se puede reparar. —Le dijo Rodrigo a su padre.

—Pensé que solo tenía rota la pantalla.

—Fue muy duro el golpe.

—¿Entonces no es posible obtener el número de donde llamó Scarlet?

—No papá. —Elena intervino.

—¿Cómo que el número de dónde llamó Scarlet?

—Tía, es Scarlet llamó hace rato, yo estaba en el baño y Jr. atendió el teléfono.

—¡Pero cómo se atreve es sinvergüenza a llamar y hablarle al niño después de todo el daño que causó!

—Quería despedirse. —Elena miró a Braulio.

—Y tú para qué quieres saber de dónde llamó?

—Porque la quiero recontratar para que siga cuidando a Jr.

—Eso no es posible, primero Rodrigo; con todo lo que nos constó que entendiera que esa mujer es un peligro para la familia y ahora ¿tú también?

—Tía no te preocupes, no hay manera de poder ubicarla, mi teléfono no sirve, y Jr. se quedó tranquilo después que ella lo llamó, le dijo que se iba para no volver, él entendió y ya no tenemos de qué preocuparnos.

En el hotel La Orquídea no tenían en sus registros a ninguna Scarlet, pues ella se había registrado como Ana Julia Hernández. Entonces Antonio sacó la foto de Ángela y se la enseñó al recepcionista, él la observó por un par de segundos, después con desconfianza le dijo:




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