Después que el ascensor se cerró, Rodrigo sintió un fuerte impulso de ir detrás de ella. Si por él hubiera sido lo dejaba todo botado, dejaría a un lado los prejuicios de su familia y los de él mismo, correría con ella para tomarla en sus brazos y ser feliz con su amor, con su sonrisa y su atrapante mirada que lo dejaba paralizado cada vez que sus ojos de gata se quedaban mirándolo solo a él.
Pero el otro ‹‹hombre›› el que ella había elegido ‹‹Juan Carlos›› estaba a su lado; de nada servía intentar remediar algo o siquiera intentarlo. En ese momento no tenía tanta rabia por dentro, más bien era un sentimiento de lamento y tristeza, su corazón había empezado a aceptar que no podría amarla, aunque sí le tenía resentimiento, pero ya no valía la pena lo que pudiera sentir, ella partiría al otro día a Estados Unidos, más nunca la volvería a ver, y consideraba que eso para era lo mejor que podía suceder.
Juan Carlos se percató que Scarlet estaba acongojada, más que las otras veces. Él iba conduciendo su coche, en un momento decidió estacionarse frente a un edificio. Se quedó mirándola y le preguntó:
—Dime qué sucedió antes que te desmayaras. ¿Rodrigo te descubrió con Jr.?
—Primero me topé con su tía en el pasillo, ella me hizo un escándalo, luego apareció la hermana, ambas me insultaron, dijeron muchas cosas que me hicieron sentir horrible, dijeron que yo era poca cosa y prostituta delante de Rodrigo. —Los ojos se le aguaron, estuvo a punto de llorar pero se contuvo—. Hoy confirmé que Rodrigo les dijo a todos que soy una prostituta... Me duele tanto, no entiendo por qué lo hizo; tampoco entiendo por qué quiso enamorarme, me hizo creer que podíamos estar juntos —No pudo contenerse más y lloró—. Rodrigo se burló de mí.
Juan Carlos sintió empatía por ella y le tocó una mejilla secándole sus lágrimas.
—No vale la pena llorar por alguien que te hizo ese daño, eres una gran mujer Scarlet, tienes un gran corazón, y lo que Elena y Raiza te hayan dicho no tiene ningún tipo de valor, eso no cambia la verdad y lo maravillosa que eres. No permitas que por un hombre como Rodrigo tus ojos tengan que llorar, eso déjalo para uno que valga la pena y que te quiera de verdad.
—No quisiera llorar, pero me duele lo que Rodrigo me hizo, no entiendo qué necesidad tenía de hacerlo, no sé si es que me considera su trofeo.
—Lo importante es que lo descubriste, sé que dolerá un tiempo, pero te vas a levantar de nuevo; aún eres muy joven y hermosa, estoy seguro que conocerás a otro que solo estará para ti y para quererte; solo debes superar a Rodrigo y olvidar este oscuro momento de tu vida.
Una última lágrima bajó por su mejilla, Scarlet sonrió.
—Gracias Juan Carlos, tus palabras me alientan. Perdona que te haya involucrado en todo esto, no sé de qué forma podría pagarte todo lo que has hecho por mí. —Él también sonrió.
—No tienes por qué pagarme, para eso tengo a mis clientes de la firma; los amigos son otra cosa, y quiero que me consideres tu amigo.
—Gracias.
—De nada, y cambia ya esa cara, Rodrigo ha demostrado que no vale la pena.
—Tienes razón.
—Aléjate de ellos, es lo mejor.
—No quiero dejar a Jr.
—Israel me dijo que Rodrigo no quiere que tú te acerques al niño, Braulio es el único que desea que regreses a la casa, pero todos los demás están en tu contra, sobre todo Rodrigo y Elena. Creo que es mejor que no pierdas el tiempo intentando acercarte.
—Pero le prometí a Jr. que lo vería cada vez que me fuera posible, no quiero defraudarlo.
—En ese caso habría que hablar con Braulio y ver que se puede hacer, tal vez que él lo saque a un parque o a donde sea que Rodrigo y Elena no se enteren para que puedas verlo.
Cuando Israel salió a la sala, Elena lo miró con enojo y volteó la cara a otro lado mientras fruncía los labios. Él ignoraba todo lo que había pasado con Scarlet.
—¿Qué sucede tía? —Ella volteó a verlo.
—¿Y aun lo preguntas? descarado sinvergüenza.
—¿Tía por qué me hablas así? —Raiza le dijo:
—No te hagas primo, vimos a Scarlet salir de la habitación de Jr.
—Bueno, cuando la dejé entrar no lo hice por descaro, lo hice por Jr. que deseaba verla.
—De ahora en adelante Jr. debe irse acostumbrando a no volver a ver a esa perdida. —Rodrigo llamó a Israel y se fueron a otro lado para hablar a solas.
—¿Por qué no me dijiste que Scarlet estaba aquí?
—Porque no le ibas a permitir ver al niño.
—En eso tienes toda la razón, te dije que no la quiero cerca de Jr.
—Perdóname pero no estoy de acuerdo contigo, estas siendo muy egoísta con Jr. lo hubieras visto como estaba de feliz con ella.
—Él se quedó tranquilo hace rato cuando hablaron por teléfono.
—Sabes que eso no es verdad, Jr. es un niño pequeño, él jamás va a entender lo que está sucediendo, y piensa que sus padres se odian.
—Y ahora que la vio, estoy seguro va exigir más su presencia.
—Seguramente... deberías hablar con Scarlet, contratarla de nuevo, hazlo por tu hijo. —Rodrigo con voz imperante agregó:
—Ya dije que no. No quiero que Scarlet vuelva a poner un solo pie en mi casa ni que se acerque a mi hijo. Ella no es indispensable, Jr. debe conformarse con el cariño de tía Elena que es como una madre para él.
—De verdad que eres tan egoísta.
—¿Tu dejarías vivir cerca de ti a la mujer que te cambió por el vecino? ¿Y que además te restriega en la cara a ese otro hombre, como hoy ella lo hizo conmigo trayéndolo a la clínica?
—Bueno...
—Viste que llegó con Juan Carlos. Ni siquiera le dio vergüenza traerlo aquí donde se supone que estoy yo con mi hijo; ella no tiene ni el más mínimo respeto hacia mí.
—Y por eso andas furioso y muerto de los celos.
—Sí, sí tengo celos, tengo rabia. Deseo matar a ese desgraciado que se las tira de galán. Siento que lo odio.
—Mejor cálmate Rodrigo.
—¿Calmarme? ¿Sabes que deseo además de matar a Juan Carlos? deseo largarme de esta mierda y dejarlo todo botado. Si Jr. no estuviera hospitalizado a esta hora estaría metido en un maldito bar bebiéndome todas las botellas de licor. Siento que necesito botar todo el veneno que llevo por dentro. Y no me pidas que me calme.