Scarlet

90

Por la noche Rodrigo esperó que Jr. se quedara dormido, y se alistó para salir. Elena se lo encontró en el pasillo y ojeó su atuendo.

—¿Ya te vas a emborracharte?

—Lo dices como si yo fuera un alcohólico.

—Si pudieras lo serías.

—No exageres. Solo voy un rato con Andrés y tomar dos copas y regreso.

—Seguro que regresas el domingo.

—Sabes que no es verdad lo que dices. Mejor me voy ya.

Rodrigo la dejó sola en el pasillo y se marchó; Elena se quedó pensando dentro de sí con cara de preocupación:

—No me gusta que ande metido en esos antros, ¿qué tal si llega a conocer a una perdida, una aprovechada? —De pronto sonrió—. Bueno, mi Rodrigo demostró que no le gustan ese tipo de mujeres, a Scarlet ni la tomaba en cuenta; los días que esa mujer estuvo aquí él ni llegaba a comer, y eso que es muy bonita, hasta más que Ángela.

Como aún era temprano Andrés y Rodrigo se fueron a un bar y bebieron un par de copas mientras se adentraba más la noche. Después se fueron a un antro que estaba de moda en la ciudad. Allí subieron al tercer piso y buscaron una mesa en un lugar que les permitía ver todo el sitio.

Tras beber algunas copas se relajaron, llegó el momento de la música romántica; Andrés que estaba un poco más animado consiguió con quien bailar, Rodrigo se quedó en la mesa con un trago en la mano. Debía estar haciendo lo mismo que su amigo, bailando y tal vez intentando llevarse a la cama a cualquier mujer bonita del lugar, pero simplemente no le apetecía.

Como se quedó solo y con unos cuantos tragos encima, sus sentimientos más profundos por Scarlet afloraron. Por primera vez en días Rodrigo más allá del enojo pudo escuchar su corazón enamorado que emitía un grito silencioso cargado de lamento porque la extrañaba tanto, deseada tanto en ese momento tenerla cerca y abrazarla, besarla, acariciar su rostro y reír con ella, tal y como otros lo hacían en las demás mesas con su parejas. Era un hombre enamorado que se estaba sintiendo solo sin su adorada dama, su diosa, la dueña de su corazón, de sus pensamientos y todos sus deseos.

Rodrigo observaba a la gente en las otras mesas, entre el trago y sus pensamientos le parecía irreal el momento y el lugar; era como si él no estuviera allí, podía ver y oír con intensidad todo lo que sucedía alrededor, su atención era distinta, con más énfasis y con mayor sentido, sobre todo se fijó en las felices parejas, aquellos que se agarraban de la mano, o que compartían la misma copa; observó a una joven pareja de enamorados que se reía de lo que hablaban. La chica miraba a su hombre a los ojos, los suyos se veían llenos de ilusión mientras escuchaba atenta lo que él decía. Quién sabe qué tanto le diría, pero se veía que a ella le importaba escucharlo.

Nunca antes Rodrigo se había fijado en esas cosas que tal vez le parecían tontas; se veían tan felices, tan enamorados, tan inocentes, como tal vez él lo fue semanas atrás.

Tal vez antes no percibía esas cosas porque nunca había sufrido un desamor; el dolor más grande fue perder a Ángela, pero su pérdida nada tenía que ver con el dolor de la separación o de una decepción amorosa. Rodrigo nunca lo había experimentado, nunca había perdido a una mujer.

Desvió la vista hacía la pista de baile, varias parejas se movían lento siguiendo el ritmo de la canción; lento y sin afán, solo entregados al momento. Había una mujer agarrada del cuello de su pareja. Llevaba puesto un vestido negro con escote atrás, toda su espalda estaba descubierta, él la sujetaba de la cintura, tal vez quería atrapar con sus manos el calor de su piel.

La escena lo llevó a recordar la primera vez que bailó con Scarlet en la suite de Los Ángeles; en ese momento ella era una desconocida que se parecía a su esposa. Para entonces Rodrigo quería sentir a Ángela, deseaba percibirla en el cuerpo de la bailarina, su corazón estaba desesperado por volverla a sentir, y pretendía en sus fantasías resucitarla, atrapar su vida aunque fuera por algún instante. Pero Scarlet se impuso con toda su esencia; sin que él lo supiera esa noche su esposa fue desplazada de su corazón, Scarlet reclamó un lugar que no le correspondía; por más que lo intentó no logró zafarse de ella, y terminó rindiéndose a su nuevo amor.

"¿Pero cómo pudo suceder?"

Se preguntó aun observando a la pareja bailar. Su mente y su corazón estaban abiertos a lo que sentía, charlaban juntos acerca del asunto, y Rodrigo los escuchaba.

La mente le preguntaba al otro en qué momento todo había sucedido; el corazón no sabía qué responder, entonces la mente dijo:

‹‹Estabas tan solo y tan triste, Scarlet fue tal vez la forma de decirle adiós a tu esposa, y debías continuar con tu vida››

Pero el corazón preguntó:

‹‹¿Qué se supone que haga ahora sin Scarlet?››

Rodrigo volvió en sí, convertido nuevamente en un solo ser, analizó aquellos pensamientos que fueron producto de una muy buena introspección, luego pensó:

"Scarlet me ayudó a superar la muerte de Ángela, tal vez esa fue su misión en mi vida, y debo agradecer porque la conocí y no odiarla, ella no es culpable lo sé, nadie debería enojarse con una mujer como ella, Scarlet no le pertenece a nadie. Pero por más que lo intento no dejo de sentir que la amo y la odio como lo haría con una esposa traicionera; no sé hasta cuando podré cargar con este peso en mi pecho".

Después de todo aquello Rodrigo se levantó de la mesa y se dirigió a los baños, en el tercer piso parecía que todos se habían puesto de acuerdo en ir al mismo tiempo. Los baños estaban abarrotados, Rodrigo no tenía tanta paciencia como para quedarse afuera esperando, entonces decidió bajar al otro piso y ver si corría con mejor suerte.

Se sentía un poco mareado por el alcohol en su cabeza, pero estaba muy consciente de lo que hacía y se agarró de los pasamanos de las escaleras. Bajó sin afán pensando en todo lo que sentía por dentro.

Faltaban pocos escalones para llegar al otro piso cuando sus ojos desprevenidos se encontraron con los ojos de gata que tanto estaba deseando ver. Un escalofrío recorrió su espalda y alcanzó la piel de sus brazos. De inmediato su ser de volvió a dividir, su corazón comenzó a brincar como gacela feliz y la razón intentaba imponerse nuevamente enviando pensamientos de reproches hacia Scarlet que se había quedado paralizada como una presa arrinconada.




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