Rodrigo salió al exterior y se fue a un lado y bajó las escaleras que dirigían hacia donde se estacionaban los taxis, pensando que tal vez la encontraría allí esperando; pero ella no estaba por ninguna parte. Por un lado se lamentó porque la había perdido de vista, por otro se sintió aliviado porque no tuvo contacto con ella. Se puso a pensar en lo que hubiera sucedido si la hubiera alcanzado, "Hubiera sido una cagada" se dijo a sí mismo.
Se dio vuelta para regresar al local. Subió las mismas escaleras que había bajado, cuando alcanzó la cima visualizó a Scarlet con Juan Carlos cerca de la puerta, algo le decía ella y se veía quejosa, Juan Carlos pareció que quiso consolarla y la abrazó, después se miraron de frente, él subió su mano y le acarició la mejilla izquierda, algo le dijo y ella sonrió de nuevo, entonces regresaron adentro.
Rodrigo sintió que la rabia lo invadía de nuevo, regresó al mismo estado emocional en que se había encontrado los días anteriores. Era una horrible sensación de sentirse traicionado, burlado y herido. Los celos y la ira le provocaron muchas ganas de vengarse de ellos. Sus ojos se cargaron de odio y el rencor floreció con todo su esplendor.
Rodrigo pensó en largarse a otra parte, pero de inmediato se dijo así mismo que ellos no tenían por qué intervenir en su vida, y que él tenía tanto derecho como ellos de permanecer a ese lugar. Regresó arriba y se sentó a la mesa
Para calmar un poco la turbulencia interior se pasó varios tragos seguidos uno tras otro, deseaba con ello embriagarse y perder la conciencia para no sentir más ese tormento.
Scarlet después de haberlo visto ya no tenía ánimos de seguir en aquél lugar, pero Gema y Juan Carlos insistieron.
—Rodrigo no tiene por qué interferir en lo que tú quieras hacer con tu vida —Le dijo Juan Carlos.
—Si Scarlet, mi primo tiene toda la razón, hemos salido a divertirnos y a celebrar que te quitaron ese horrible yeso. —Ella cabizbaja les dijo:
—Si lo sé, pero no me siento... no sé ni qué es lo que siento. —Scarlet lo amaba y en el fondo deseaba poder acercársele y hablar con él, pero lo veía difícil, Rodrigo la había apartado de su vida, además creía que ella lo había cambiado por otro.
Juan Carlos agregó:
—Conozco un remedio que te hará sentir mejor, es más, te sentirás como la reina de la noche. Vamos a la barra y bebernos varios chupitos de tequila y vemos quien de los tres gana. —Ellas sonrieron, después Gema le dijo:
—¿Emborracharnos, es ese tu remedio?
—Qué más da, de vez en cuando hay que portarse mal ¿no creen?
Andrés regresó a la mesa, Rodrigo tenía cara de cañón y se estaba fumando un cigarrillo.
—¿Dónde andabas? pensé que me habías dejado plantado. —Rodrigo con enojo y aflicción le dijo:
—Scarlet está aquí, y con el miserable del Juan Carlos.
—¡¿En serio?!
—Sí, me la topé en las escaleras llegando al segundo piso.
—¿Y que hiciste?
—Nada.
—¿Y ella?
—Solo me miró y se fue, yo como un idiota la seguí hasta afuera.
—¿Para qué la seguiste? pensé que no querías ni verla.
—No sé ni qué pretendía, solo me dejé llevar por el impulso. Después la vi con Juan Carlos, se estaban abrazando... me dieron ganas de abalánzame contra él y darle una paliza; lo hubieras visto cómo le acariciaba el rostro, es un mal nacido.
—Si ellos siguen aquí yo creo que deberíamos irnos a otro lugar, acabo de conocer a un par de nenas que estan bien chulas y quieren conocerte. Hay una que está hecha a tu medida para que mates con ella ese despecho que cargas. Podemos llevarlas con nosotros a un bar o mejor aún, al casino, después de ahí lo más seguro es que todos nos vayamos al hotel ya sabes a qué.
—No me iré, ellos son los que deben largarse.
—Te conozco Rodrigo, y sé que si sigues aquí no te vas a quedar quieto en esa silla. Es mejor irnos a otra parte.
—Vete tú si quieres. Yo me quedaré.
—Yo no tengo ningún problema en quedarme, pero te conozco y no me hace falta ser adivino para predecir que más tarde vas a ir a desquitarte la rabia con Juan Carlos.
—Eso es lo que más deseo, desquitarme con ese miserable... Cuando los vi juntos me sentí como un perfecto idiota. No puedo creer que la traje de tan lejos para que ese imbécil se la quedara.
—Pues hazle lo mismo, quédatela. Puedes enamorarla, le haces creer que pondrás el mundo a sus pies y luego la mandas a la mierda y de paso dejas a Juan Carlos en ridículo.
—No sé si sea capaz, aunque lo que deseo vengarme.
—Entonces vámonos Rodrigo, no vale la pena seguir aquí. Más bien deberíamos ir al casino a apostar con el par de viejas que conseguí.
—Más tarde, no quiero que piensen que estoy huyendo de ellos.
—Bueno, pues entonces vamos a la otra mesa con ellas.
—No, mejor ve y tráelas, me siento bien aquí. —Rodrigo no quería cambiarse de mesa porque desde ahí podía ver casi todo el lugar; en secreto tenía intenciones de acercarse a Scarlet en cuanto descubriera en dónde estaba.
El trío de amigos comenzaron a beber tequila apostando quién podía más. Gema y Scarlet no estaban acostumbradas a beber varios tragos seguidos, al poco tiempo comenzaron a sentirse mareadas y se pusieron muy alegres, Juan Carlos un poco más entrenado no sintió ni cosquillas.
Después Gema se antojó de bailar e invitó a su primo.
—Vamos primo.
—¿Pero vamos a dejar sola a Scarlet?
—No te preocupes, no es la primera vez que espero a mis amigos en una barra.
—Como las damas ordenen. — dijo el apuesto caballero.
Los dos salieron a la pista, Rodrigo alcanzó a ver Juan Carlos, y reconoció la ropa que él llevaba puesta, se dio cuenta que la mujer que llevaba de la mano era Gema y no Scarlet. Se fijó también de qué lugar provenían, y era de la barra; se imaginó que Scarlet se había quedado con algunos amigos, no se le pasó por la mente que ella estaba sola.
Un hombre notó que Scarlet estaba sola en la barra y se sentó a su lado.