Scarlet se pudo imaginar que él no se había acercado para nada bueno, seguro deseaba insultarla o le reprocharía que aún seguía en ciudad de México, o tal vez había descubierto que ella estuvo con Jr. el dia anterior.
Él se acercó como si él fuera su dueño e intentó agarrarla de la mano , pero ella lo esquivó y puso su rostro serio. Él que no sabía rendirse la agarró con brusquedad y la jaló hacia sí sin decirle nada.
—Déjame. —Dijo ella. Gabriel reaccionó de inmediato.
—¿Que rayos le sucede, suéltala?
—La suelto cuando se me dé la regalada gana. —Scarlet intentó zafarse pero Rodrigo le agarró el brazo con más fuerza hasta que ella se quejó. Entonces Gabriel se le vino a Rodrigo y lo empujó con fuerza.
—Ella no está sola y tiene quien la defienda. —Rodrigo a pesar de que recibió fuerte el golpe en su pecho pareció no sentir nada y no aflojó la mano con la que sostenía a Scarlet. Al contrario, le dio más rabia y la apretó más duro, ella gimió del dolor y sus ojos se le aguaron, Rodrigo la miró y le dijo:
—No me digas que ahora te acuestas con este, por lo visto cambias de cliente cada semana. —Después miró a Gabriel y le dijo:
—¿Cuánto te cobró? porque a mí me costó muchísimo dinero, es un prostituta muy cara. —Gabriel cambió su expresión y con sus manos hizo señal de retirada, no quería meterse en problemas por una prostituta.
Scarlet miró a Rodrigo con lágrimas en sus ojos, lo que él dijo le dolió, de verdad le pareció que eso era ya demasiado, su corazón se rompió aún más de lo que estaba, la hizo sentir aún más menospreciada de lo que ya se había sentido en la clínica con su familia.
—Ahora que tu otro amante se largó tu y yo vamos a hablar. —Ella sollozando respondió:
—Yo no tengo nada que hablar contigo, suéltame.
—Yo si tengo mucho por hablar contigo, vamos a mi auto.
—No. —Ella intentó zafarse de nuevo, pero él estaba empecinado en que hablaran.
—Primero hablaremos y luego te dejaré en paz para siempre.
—No iré contigo a ninguna parte. Mejor déjame en paz.
—Ya te dije que quiero que hablemos.
—No veo por qué deseas tanto hablar con una prostituta como yo. Rodrigo la arrastró a la pista de baile, por el trayecto le dijo:
—No quieres ir a mi auto, entonces hablaremos en la mezzanina, solo así te dejaré.
Scarlet deseaba no habérselo encontrado. Para quitárselo de encima aceptó ir con él a la mezzanina.
Cuando llegaron ella se quedó de pie distanciada de él y lo miraba con cierto recelo. En ese momento le parecía que estaba frente a un perfecto desconocido; ese hombre no era el Rodrigo con el que había iniciado una relación amorosa. Este era un ser oscuro, rabioso y agresivo; capaz de matarla con hirientes palabras. Ella sabía que no tenía forma de hacerlo cambiar de parecer, todo apuntaba en que era un prostituta, y no le extraña que él dudara que lo amaba.
Por dentro deseaba poder convencerlo de lo contrario, pero desde antes ella sabía que eso iba a suceder, era lo más seguro, un hombre como él no podría confiar en una mujer con un pasado turbio como el de ella, más aún cuando sus propios ojos la habían visto quitarse casi toda su ropa en público, eso no la favorecía en absoluto, su oficio de bailarina no era compatible con el modelo de la mujer decente que él necesitaba para su vida.
Scarlet consideraba que bailar semidesnuda había sido el gran error de su vida, y ese error la llevó a conocer a Rodrigo, y a su vez hacía inalcanzable la posibilidad de poder amarlo.
El alma le dolía, pero había llegado el momento de poner las cosas en su lugar. Fuera lo que fuera que Rodrigo estuviera deseando hacer para alejarla, Scarlet estaba dispuesta a escucharlo. No sabía qué era lo que realmente quería de ella, pensó que haberla despedido había sido suficiente, pero era evidente que no estaba conforme.
Tal vez deseaba insultarla aún más, ella se preparó para eso suspirando en silencio, se propuso a no contestarle nada, lo dejaría hablar, después se marcharía.
—Siéntate. —Le dijo de forma imperante. Scarlet deseó llevarle la contraria, pero no quería discutir con él, entonces se sentó. No dejaba de imaginarse las cosas horribles que seguro le iba decir, volvió a suspirar en silencio, dándole fuerzas a su corazón para que aguantara lo que venía.
—¿Qué es lo que quieres Rodrigo? —Preguntó con una voz tenue.
Solo el licor en su cabeza le permitió a Rodrigo hacer todo en ese momento, de otra manera no la hubiera ni volteado a mirar.
—¿Por qué no te has ido a Los Ángeles? se supone que allá vives y trabajas. —Ella sin mirarlo le respondió:
—Ahora trabajo aquí.
—Pensé que estabas con Juan Carlos.
—Estoy con todos.
—Conmigo no —Ella se quedó callada por un momento, después le dijo:
—¿Qué es lo que quieres?
—Quiero que te largues de aquí, no deseo volver a verte, no entiendo por qué no te has ido.
—Esta ciudad no es tuya.
—Si quieres te puedo conseguir el avión para que te vayas mañana mismo.
—No lo necesito, y no te preocupes que no volveré a salir a ningun antro para evitar encontrarme contigo, sabes que casi todo mi tiempo lo paso en hoteles con mis clientes.
—Prefiero que te largues.
—Estaré aquí solo algunos meses, después me iré, no te preocupes —Ella se puso de pie—. ¿Eso es todo lo que tenías que decirme?
—Solo quería ayudarte con el avión.
—Tengo suficiente dinero para costear un vuelo, por eso no te preocupes, y estos meses estaré aquí cumpliendo un compromiso que tengo con alguien, ya después me iré, solo ten paciencia. Y si eso es todo lo que me tenías que decir, creo que ya terminó el tema de conversación.
Ella tomó su bolso y se dispuso a marcharse pero Rodrigo la detuvo agarrándola del brazo. Ambos se miraron a los ojos, un sentimiento de añoranza afloró en ellos de repente.
Él se acercó más a ella y la sujetó de la cintura; Scarlet estaba anonadada con la reacción de Rodrigo, el hombre que la odiaba y deseaba que se fuera para no verla más, de pronto estaba mirándola con sus ojos llenos de amor; ese era el Rodrigo que ella extrañaba y deseaba tener cerca para amarlo.