Scarlet

97

Al medio día Rodrigo y Annie llegaron juntos a la casa para almorzar. En la sala ya estaban Elena, Braulio y Adelaida que también había ido a acompañarlos.

—Bien, como ya estamos todos pasemos a la mesa. —Dijo Elena. —Aún faltan Antonella y Jr. —Agregó Braulio:

—Perdón, se me olvidaba que tu ahijada había llegado. ¿Pero ella por qué no ha bajado?

—Estaba atendiendo a Jr. —Dijo la elegante mujer mientras bajaba las escaleras con el niño agarrado de la mano—. A los niños hay que prestarles el tiempo que necesitan para hacer sus cosas. ¿Verdad Rodrigo?

—Por supuesto. —Ella se acercó y le dio un beso en la mejilla.

—Qué alegría verte de nuevo Rodrigo.

—Igualmente Antonella, me alegra mucho verte. —Annie y Elena se miraron. Rodrigo abrazó a Jr.

—¿Cómo pasaste la mañana campeón?

—Bien, Antonella me ayudó a colorear mis dibujos.

—Qué bien, ahora me los enseña.

—Es que no puedo ver.

—¿No puedes ver qué? —Antonella intervino.

—Creo que algo le sucede en el ojo izquierdo. —Rodrigo se inquietó y le dijo al niño:

—¿Desde cuándo te cuesta ver por ese ojo?

—Desde ayer.

—¿Por qué no me lo habías dicho? —Rodrigo miró a Elena—. ¿Tía tú lo sabías?

—No.

—¿Y tu papá?

—No, Jr. no nos había dicho nada. —Antonella agregó:

—Bueno, lo importante es que ya lo sabes Rodrigo. Ahora solo es cuestión de llevarlo al médico. Si quieres yo te acompaño.

—Mejor pasemos al comedor. —Dijo Braulio para que su hijo se calmara, Rodrigo se fue adelante con el niño y su padre, Elena y Adelaida los siguieron y detrás quedaron Annie y Antonella.

—¿Cómo has estado Annie? —Dijo Antonella—. Tenía tanto tiempo sin verte que ya casi se me había olvidado que existías.

—He estado digamos demasiado bien, manejando la empresa junto a Rodrigo por más de dos años.

—Sí, supongo que disfrutas mucho de su compañía.

—Por supuesto, casi siempre estamos juntos.

—Me imagino que a cada rato tendré que aguantarte metida aquí en la casa.

—De hecho si, ya sabes que Elena siempre me pide que venga; sobre todo cuando hay alguna arpía trepadora cerca de Rodrigo.

—Lástima que pronto se te acabará tu cuarto de hora.

—¿Por qué lo dices querida?

—Porque vine para quedarme, ya tuviste casi dos años con el camino libre y no lograste conquistar a Rodrigo, ni tu ni nadie; en cambio yo lo haré en unos cuantos días, ya lo veras. —Annie sonrió con sarcasmo.

—¿Por qué estás tan segura que ninguna lo ha conquistado?

—Es evidente, porque está solo. —Annie se carcajeó.

—Si te contara.

—¿Contar qué?

—Rodrigo se enamoró de otra.

—No lo creo, ya me habría enterado.

—Es un secreto que yo le tengo guardado.

—No te creo Annie, lo dices para desanimarme.

—Ya te iras dando cuenta, Rodrigo se enamoró, de verdad me asuste, creí que esa mujer se lo iba a llevar; pero la muy tonta me sorprendió cuando me enteré que lo dejó nada más y nada menos que por el licenciado Juan Carlos Ibáñez.

—¡¿Juan Carlos…

—El mismo que viste y calza. —A Antonella se le pusieron brillantes los ojos de la sorpresa, a su vez aumentó su curiosidad, quería saber quién era esa mujer pero Lucrecia las interrumpió.

—Señoritas, las están esperando en la mesa.

***

Eran casi las siete de la noche y Frank se estaba comiendo las uñas porque ya faltaban pocos minutos para que Israel llegara a su apartamento.

Annie estacionó su auto frente al edificio donde vivía Frank. Israel y Michael estaban con ella.

—Prométeme que te vas a quedar tranquilo. —Le dijo Israel a Michael.

—Sabes que no estoy tranquilo, pero intento controlarme, solo no te vayas a demorar mucho. —Israel le besó la frente y miró a Annie.

—Voy a subir.

Israel entró al edificio y Michael miró su reloj.

—¿En verdad le vas a controlar el tiempo? —Le dijo Annie.

—Por supuesto. Me atormenta no poder escuchar lo que esa serpiente le vaya a decir o hacer.

—No te preocupes, Israel está muy enamorado de ti.

—Pero Frank es un resbaloso, ¿Tu qué harías si ese fuera el caso con Rodrigo? —Annie resopló y no dijo más.

Israel llegó al apartamento y llamó a la puerta. Frank abrió y estaba sonriendo con sus ojos a punto de salirse de su órbita de la alegría.

—¡Israel Viniste! —Israel con tono frío y distante le dijo:

—Hola Frank.

—Pasa, bienvenido a mi apartamento.

—Gracias. —Israel pasó a la sala.

—Siéntate.

—No hace falta. Sabes que no he venido a socializar contigo, solo quiero que me digas que es lo que están haciendo en el grupo Alcázar para hundir el negocio de mi familia.

—Está bien si te lo voy a decir, pero primero quiero que hablemos.

—¿Qué se supone que hablemos?

—De nosotros.

—Nosotros no existe, eso se acabó hace mucho tiempo. —Frank se acercó a él y con la voz cargada de nostalgia le dijo:

—Para mí nada ha acabado aun, no he dejado de pensar en ti todo este tiempo, y dudo que tú te hayas olvidado de lo nuestro.

—En eso estas equivocado Frank, lo que hubo ya no existe, y si es verdad, no me he olvidado, cada vez que veo a mi esposo y pienso en lo feliz que soy con Michael, recuerdo lo desdichado que fui contigo.

—Eso no es cierto.

—Teníamos una relación de esas que hoy en día llaman relación toxica. Yo esperaba mucho de ti, y tú no querías poner de tu parte. Pero ahora tengo un matrimonio con alguien bueno que espera de mí y yo no espero nada de él porque me lo da todo sin que yo tenga que pedírselo; y no cambiaría eso por nada. No debería estar explicándote nada acerca de mi relación con Michael, pero te lo digo para que entiendas que esta visita no tiene nada que ver con lo que hubo entre nosotros en el pasado. Así que dime ya que coños es lo que ese miserable del Alejandro Alcázar está haciendo para arruinar a mi familia.

—¿En serio solo viniste a usarme para el beneficio de tu familia?




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