Rodrigo salió como el viento sin detenerse del edificio de su empresa y busco su auto. Pocos minutos después se encontraba estacionado frente a la casa del Conde.
Apagó el auto y antes de bajarse se quedó inmóvil frete al volante pensando en lo que estaba a punto de hacer. Su corazón comenzó a palpitar más rápido; sintió necesitar más aire y aspiró todo lo que cabía en su pecho. De pronto una dualidad interna se manifestó con pensamientos y sentimientos contradictorios; estos lanzaban mensajes como:
“Si entras a esa casa todo acabará, deberías intentar recuperarla, conquistarla; si a ella le interesa el dinero ¿qué más da? para eso tengo bastante, puedo comprarla para mí. ¡¿Pero qué tonterías estoy pensando!? No puedo volver a revivir esta fantasía, tarde que temprano sé que no podré soportar lo que ella es”.
Rodrigo se dispuso a bajar del auto; antes abrió la guantera donde había guardado una copia de las llaves de la casa. Le dijo a Ernesto que lo acompañara.
Decidido a que nada lo detuviera ingresó a la casa, observó a todos lados de la inmensa sala, parecía que no había nadie, el silencio reinaba salvo por el tic tac del viejo reloj de pared. Entonces Rodrigo decidió ir arriba, había subido algunos escalones cuando oyó al perro de Jr. ladrar en el jardín, él miró a Ernesto, entonces bajó y se dirigió al exterior donde sabía que los hallaría.
Jr. estaba corriendo con Snap y Scarlet estaba en la mesa del jardín con Roció tomándose un jugo. Roció estaba muy sonriente contándole algunas anécdotas a Scarlet cuando de pronto su sonrisa cambió por un rostro serio y anonadado; Scarlet notó que los ojos de la mujer se quedaron estupefactos mirando hacia la casa.
Ella volteó a ver que sucedía y se paralizó cuando vio a Rodrigo que con su mirada lo decía todo. Roció se puso de pie.
—Buenas tardes señor Rodrigo.
—Retírate. —Le dijo con tono imperante, la mujer se esfumó del jardín como una estela.
Scarlet vislumbró lo siguiente y se puso de pie preparándose mentalmente para la descarga del hombre.
Jr. venia corriendo cuando vio a su padre, se quedó atónito y comprendió que su papá había descubierto el gran secreto que él tenía con su madre. Sus ojos se quedaron fijamente viendo los de Rodrigo que lo miraba con el rostro más serio de lo que siempre lo había hecho.
El niño de inmediato pensó que él había ido a separarlo de su madre, rápidamente corrió hacia ella y se agarró de su torso. Rodrigo miró a Scarlet con odio, después bajó la mirada hacia Jr. y le dijo:
—Vámonos Jr. —El niño se aferró fuerte a su madre y empezó a llorar.
—Ve con tu padre. —Jr. con un alarido le dijo:
—No.
—Jr. nos vamos ya para la casa.
—No te quiero, eres malo. —Con la actitud del niño Rodrigo sintió que la ira se apoderaba de él, y toda esa energía negativa la proyectó hacia Scarlet pensando que ella le metía cizaña al pequeño en su contra.
“No voy a permitir que esta maldita mujer se aproveche de mi hijo” —Pensó en sus adentros.
Rodrigo intentaba contenerse, al menos por el momento para no mostrarse ante su hijo como deseaba hacerlo con ella. Entonces le ordenó a Ernesto llevarse a su hijo. Scarlet le dijo a Jr. que se fuera, el niño a regañadientes obedeció a su madre y se fue con el hombre.
Rodrigo miró a Scarlet con ganas de asesinarla, ella como una niña inocente de todo lo que sucedía se percató de ello; un escalofrío recorrió todo su cuerpo, nunca antes nadie la había mirado con tanto odio, comprendió por primera vez la magnitud de su rechazo.
Como un ratón arrinconado esperó la ejecución de su sentencia, en ese momento Rodrigo lo tenía todo en sus manos, sobre él pesaba el curso de lo que fuera a suceder, eso pensaba Scarlet; ella vio el punto de quiebre de toda esa historia, imaginó que a partir de entonces había un antes y un después. Se lamentó por dentro de pensar que en ese después no existía la posibilidad de volver a ver a Jr.
Rodrigo deseaba descargarse en ella toda la rabia y el daño que les estaba causando; mas sin embargo logró contenerse y con dureza en su voz solo le dijo:
—Empaca tus cosas porque hoy mismo te regresas a Los Ángeles a donde perteneces y de donde nunca debí sacarte. —Él se dio vuelta y regresó por donde vino.
Una profunda tristeza se apoderó de los sentimientos de Scarlet, Rodrigo de una forma muy educada le recalcó que era una prostituta, tal vez sus palabras no fueron tan duras, pero su mirada mostró con todo su esplendor el menosprecio que sentía hacia ella. Scarlet no podía comprender de dónde provenía tanto rechazo después de que se amaron. ¿Por qué tanta necesidad en odiarla? Simplemente no lo comprendía. Por más que él pensara que era prostituta, eso no justificaba que se esmerara en odiarla tanto.
Lagrimas comenzaron a brotar de sus ojos, no por Rodrigo, sino por Jr. que al fin y al cabo era quien más iba a sufrir siendo un niño tan pequeño.
Sin pensar en lo que hacía se fue detrás de Rodrigo, quería al menos poder despedirse del niño.
En ese momento ella no estaba usando la razón, eran sus sentimientos los que la movían como lo hace el viento con las hojas caídas de un árbol.
Aceleró el paso y alcanzó en el pasillo al furioso hombre que apenas estaba conteniendo su ira.
—Al menos deja que me despida de Jr.
—Deja la hipocresía, mejor ve a empacar tus cosas.
—Jr. no tiene la culpa de nada. —Rodrigo se detuvo y volteó a mirarla con los hombros erguidos y una mirada cortante.
—No eres nadie para decirme nada acerca de mi hijo. —Jr. se zafó de Ernesto y se fue corriendo adentro de la casa. Los encontró en el pasillo y rápidamente se agarró de Scarlet.
—Quiero quedarme contigo mami.
—Jr. nos vamos ya. —Dijo Rodrigo, el niño se aferró más fuerte de su madre mientras su pequeño cuerpo temblaba, Scarlet pudo percibir el miedo que Jr. estaba sintiendo, entonces intentó que su padre lo entendiera.