Scarlet

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Pese a que todo para la boda se preparó de manera improvisada, se organizó muy bonito. El sábado por la tarde el patio exterior de la casa estaba todo vestido de blanco, con carpas, cortinas y rosas por todo el lugar. El vestido de novia fue el tradicional de la familia que había pasado varias generaciones, y solo necesitaba algunos retoques, en poco tiempo estuvo listo para la novia. Rodrigo se había encargado de los anillos en cuento Scarlet aceptó casarse con él.
Los invitados comenzaron a aparecer, Rodrigo era el centro de atención, todos los del pueblo querían conocer al millonario con el que Ana Julia se iba a casar, y esperaban con expectativa su aparición.
Rodrigo en secreto reconocía que sus intenciones de casarse con ella habían sido para retenerla y no dejársela así tan fácil a Juan Carlos.
Parado frente a la cómoda se comenzó a acomodar la corbata, y pensó en sus adentros:
"Estoy cometiendo una real locura casándome con ella, sé que está mal, pero hay algo dentro de mí que es muy poderoso y no me deja desistir de todo este parapeto. Si tuviera la voluntad podría decirles a todos que esto es una gran mentira. Pero no puedo, no tengo el valor. La familia de Scarlet tampoco se merece saber que es una farsa; son tan buenas personas, no tienen idea que ella los engaña diciéndoles que es modelo, Julio se moriría si lo llegara a saber. Ellos no se merecen la clase de hija que tienen. Y yo no sé ni para que coños me caso con ella. Esto va a ser un fracaso.”
Un estilista dejó a Scarlet como la novia perfecta y feliz que todos creían que era.
—Estas tan linda. —Le dijo su madre con sus ojos llenos de emoción y alegría.
—Gracias mamá. —Dijo ella con nostalgia en su mirada.
—Lástima que no te casarás por la iglesia.
—Sí, me habría gustado, pero ya sabes que no puedo con mi estado de salud.
—Debes alimentarte bien, ahora debes cuidar de tu hijo y no pensar en tu cuerpo de modelo.
—Si lo sé mamá.
—Mandé a preparar un té de distintas hierbas que ayudan a curar la anemia y fortalecen el útero. Mandé a que te hieran suficiente para varios meses.
—Está bien, lo tomaré todos los días.
—Bueno, voy a terminar de alistarme.
—Si mami, ya casi es hora.
Cuándo se quedó sola su rostro sonriente cambio por una cara triste, su mirada mostró desconsuelo y perturbación.
Se miró en el espejo, observó que estaba vestida de novia, con su velo que resaltaba la belleza de su rostro, dio un fuerte suspiro como liberando lo que pesaba en su pecho y pensó:
"En unos minutos estaré casada con Rodrigo Salvatierra, no sé si sea un sueño o una pesadilla. Nunca me pasó por la mente que llegaría tan lejos con él; cuando lo vi por primera vez me desconcertó, quise saber más de él, descubrir cosas de su vida; ahora seré su esposa, de parapeto como él le llama, pero lo seré. No sé qué va a pasar. Se supone que la gente se casa para ser felices por siempre. Lo he estado pensando, y no quiero más peleas con Rodrigo, si vamos a convivir bajo el mismo techo no quiero más peleas ni insultos y voy a procurar no hacerlo."
Llegó el momento de la boda, como era costumbre, el hombre esperó a su novia que apareció recorriendo el camino enmarcado con pétalos de rosas blancas, ya que estas eran las que adornaban todo el lugar. Todo parecía salido de un improvisado pero maravilloso cuento de hadas, donde la feliz princesa se dirigida vestida de blanco al encuentro con su soñado príncipe azul.
Eso era así para los padres y los invitados a la ceremonia; porque para Scarlet el cuento de hadas estaba en la parte donde la princesa sé dirigía a la torre del gran dragón que la encerraría para siempre.
Su padre estaba cerca de Rodrigo con sus muletas. Por razones obvias él no pudo acompañarla en su entrada triunfal, pero allí se puso de pie, frente al funcionario público se la entregó a Rodrigo. El hombre lloró tras decirle unas cuantas palabras al novio. Rodrigo se conmovió por dentro, porque los padres de Scarlet parecían que vivían en cuento de hadas e ignoraban que su hija era una bruja, y la confundían con una dulce princesa.
Cuando se juraron amor eterno y se pusieron los anillos, Rodrigo y Scarlet se miraron los ojos, solo por protocolo, y porque todos los observaban. ‹‹Ya puede besar a la novia›› dijo el funcionario.
Rodrigo hubiera preferido que ese momento no llegara, Scarlet lo miró con cierta aspereza, como advirtiéndole que no la tocara, pero era algo que simplemente debían hacer.
El velo no tapaba su cara, pero si estorbaba un poco, Rodrigo se vio obligado a moverlo y ponerlo diestras de los hombros de su esposa, dejando así totalmente descubierto su rostro angelical, sus mejillas dulces y juveniles, sus ojos de gata que se adueñaban de él cada vez que se les daba la gana; eso Rodrigo lo sabía en secreto, Scarlet o Ana Julia era la mujer que amaba con locura. La misma locura que lo condijo a casarse con ella, aun cuando comprendía que ese matrimonio seria como adentrarse al mar con un barco lleno de agujeros.
Sus ojos no se apartaron de ella en esos segundos que fueron eternos para los dos, de pronto, sus labios se encontraron, con el contacto tibio y húmedo fue inevitable no recordar que se querían. Sin darse cuenta sus labios permanecieron juntos más de lo esperado, incluso para todos los presentes que lo tomaron como una muestra del amor.
A partir de entonces fueron declarados marido y mujer.




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