Todos felicitaron al señor y señora Salvatierra y comenzó la celebración, al rato una señora se acercó a los recién casados y les dijo:
—Quiero desearles mucha felicidad, se nota que están muy enamorados, se vieron muy lindos con ese beso que se dieron. —Ellos con una sonrisa fingida le agradecieron sus buenos deseos.
—Ese beso no significó nada. —Le dijo ella.
—Por supuesto que no; tampoco soy tan estúpido como para pensar lo contrario.
—Pues menos mal.
Rodrigo y su suegro brindaron los dos por la unión de su familia mientras Scarlet estaba muy callada solo observando a su esposo fingir una felicidad que no sentía.
—Yerno si supieras que tenía mucho tiempo sin poder siquiera probar una copa, pero hoy tengo una buena razón para festejar. —Scarlet le dijo a su padre:
—No te pases de vino papá, recuerda que tienes que continuar con tu tratamiento.
—¿Pero cómo crees que no lo voy a hacer? si lo que deseo es celebrar que se casó mi princesita, mi niña consentida. —Él la abrazó.
—Tu padre tiene razón Ana Julia, déjalo, a veces hay que dejar que la gente sea feliz. —Ella se quedó mirándolo y entrecerró los ojos como diciéndole hipócrita.
El domingo tenían todo listo para partir, antes de hacerlo almorzaron con la familia. De ahí se despidieron de todos y salieron al aeropuerto.
Cuando subieron al avión Rodrigo se sentó en el asiento frente a Scarlet. La aeromoza les ofreció champán a la pareja de recién casados. Scarlet lo rechazó por obvias razones, Rodrigo recibió la copa y antes de beber el primer trago le dijo a su esposa:
—Qué pareja tan disparatada somos querida esposa, que ni una copa de champán podemos beber juntos.
—¿Acaso no sabías que una mujer embarazada no pude beber? ah, ya sé, seguro Ángela si bebió alcohol cuando se casó contigo estando preñada, claro, era una mujer tan despreocupada, que no medía las consecuencias de lo que hacía. —Él puso una mirada dura hacia ella.
—Tú no sabes nada de Ángela.
—No hace falta saber más de ella, solo con saber que se acostó con el "mejor" amigo de tu pareja es suficiente.
—Tú no sabes cómo era Alejandro con ella; él era un tipo que la maltrataba.
—Y tú la consolabas. ¡Qué hipócrita!
—La verdad, aquí lo único que importa es lo que yo sé de mi esposa; perdón, quise decir: mi difunta esposa. No me acordaba que ahora ando casado con una…
—Dilo, no te quedes callado, di que te casaste con una prostituta, no te detengas.
—Ana Julia, dime una cosa, no sé es que antier y ayer estuve analizando a tu familia, son gente tan buena, tan bondadosos, hasta se parecen a los padres de Ángela, porque no puedes negar que Alberto y Regina son muy buenas personas, y tus padres también; gente sencilla, correcta, cariñosos; en fin, tú familia tiene muchas virtudes.
—Lamento no poder decir lo mismo de la tuya.
—Exacto, tu familia tiene lo que le falta a la mía —Scarlet lo observaba esperando a donde quería llegar con su parloteo.
—Me alegra por ti que te hayas sentido bien con ellos, aunque si llegaran a saber quién eres realmente, supongo que serían todo lo contrario.
—Eso mismo pensé ayer, vi a tu padre tan feliz, celebrando que su niña consentida se casó, su niña linda y ejemplar; y me dije: pobre hombre, está siendo engañado por su propia hija. Porque supongo que ellos ignoran lo que haces. ¿Qué pasaría si supieran que te quitabas la ropa delante de tantos hombres? ¿O si te hubieran visto como ellos metían los billetes enrollados en tu ropa interior? —Scarlet al oír eso se sonrojó y agachó el rostro—. Julio se sentiría tan pero tan defraudado, tu madre y tus hermanos... supongo que la decepción sería realmente grande, pobres. —Rodrigo se quedó esperando una áspera y rotunda respuesta de Scarlet, pero sucedió lo contrario, ella se quedó muda e inmóvil.
Scarlet se pasó un gran trago de saliva e hizo un intento de contenerse para no llorar, aquéllas palabras le habían desgarrado su ser, no estaba ofendida ni se sentía humillada; sino confrontada, pues era verdad, si su familia llegara a saber lo que hacía, eso mataría a sus padres de dolor.
Él aún estaba esperando que ella lo atacara con duras palabras cuando de pronto un gemido involuntario se oyó salir de la garganta de Scarlet, ella se quebró y empezó a llorar con todas las fuerzas que había en su adolorido corazón. Tenía días acumulando dolor y decepción, y esto último la había desmoronado por completo. Lloraba como niña indefensa, sin palabras para atacar al hombre que le había causado tan malos momentos.
Rodrigo anonadado por su reacción comprendió que había sido demasiado. Se levantó de su asiento y se sentó a su lado. Quería borrar lo que acababa de hacer, pero el daño ya estaba hecho, Scarlet lloraba sin parar.
—Scarlet lo siento, no medí mis labrabas perdóname. —Ella parecía no escucharlo. Él intentó levantar su rostro para hablarle mirándola a los ojos, pero ella le golpeó la mano.
—No me toque. —Dijo con la voz ronca.
—Lo siento. —Ella levantó su cara. Sus mejillas estaban llenas de lágrimas y lo miró con rabia, frunciendo los labios y gritando como para que toda la tripulación los escuchara le dijo:
—Sí, soy una desvergonzada, le mentí a mis padres, les dije que estaba en New York cuando me había ido a Los Ángeles, me merezco lo peor por defraudarlos, y tú eres mi castigo, el que seas el padre de mi hijo es mi gran maldito castigo. Antes de conocerte estaba muy tranquila, mi desgracia empezó cuando apareciste en mi vida. Sabes qué: te odio con todas mis fuerzas y me arrepiento de haberme acostado contigo… quiero que anulemos este matrimonio, fue un error que te casaras conmigo, no debiste hacerlo.