—No sé por qué a ratos se me olvida la clase de mujer que eres.
—¿Te molesta que te recuerde las cosas como son?
—La verdad soy un idiota, por momentos he llegado a creer que puedes cambiar y convertirse en una buena mujer, y justo cuando más lo estoy creyendo sales y me dices esas cosas así de forma tan descarada, no tienes escrúpulos.
—Ya te dije que no me importa lo que pienses de mí, no tenemos arreglo ni que yo cambie. Aquí el único arreglo seria no volvernos a ver nunca.
—El arreglo es que tú decidieras cambiar.
—¿Cambiar qué? —A Scarlet le comenzaron a bajar lágrimas—. ¿Acaso olvidaste la porquería de contrato que me hiciste firmar? ¿Y qué hay de la noche que pretendías que Israel me hiciera el amor delante tuyo? ¿O cuando me decidiste dejarme sola con él? Además les dijiste a todos de dónde me trajiste cuando me habías prometido amor eterno. Aun me pregunto porque hacías todas esas cosas, ¿en qué estabas pensando cuando quisiste enamorarme? seguramente estabas aburrido e hiciste alguna apuesta con tus amigos a ver si lograbas enamorar a la prostituta que contrataste.
—No hice ninguna apuesta con nadie —Él la agarró de los brazos y quedaron de frente—. Me estaba enamorando de ti, eso fue lo que en verdad sucedió, pero no quería aceptarlo, por eso te dejé con mi primo… porque creí que si te acostabas con él se me quitaría ese sentimiento, y me dolió dejarte con él.
—Si lo que pretendías era apartarme de ti haciendo eso lo lograste. —Ella se sentó en la cama decepcionada.
—No podemos estar juntos después de todo lo que los dos hemos hecho. Acepto mi culpa, y tú debes aceptar la tuya.
—A pesar de las cosas que hice para alejarte de mí no pude evitar enamorarme, te quiero y no me importa nada de lo que haya pasado, solo deseo que lo intentemos, que hagamos nuestras vidas juntos con ese hijo que viene en camino. —Ella lo miró a los ojos.
—No te creo nada Rodrigo, cuando uno ama no maltrata y no humilla como tú lo has hecho conmigo; dices que sentías algo por mi cuando me hiciste firmar ese horrible contrato que me causa vergüenza cada vez que recuerdo que lo firmé.
En todo este tiempo me has demostrado que eres arrogante, egoísta e incapaz de querer a alguien, porque hasta con tu hijo eres egoísta.
—No metas a mi hijo en esto, reconozco que no he sido mejor padre, pero eso no viene al caso de lo que estamos hablando, y si hay alguien incapaz de querer aquí eres tú que no deseas poner de tu parte para salvar nuestra relación. Si al menos te comportaras con pudor y no me restregaras en la cara a cada rato que te gusta ser… eso que me avergüenza decirlo porque ahora eres mi esposa.
—Prostituta, eso, ¿Si te da tanta vergüenza entonces por qué te casaste conmigo? sabes perfectamente que no soy una mujer en la que puedes confiar.
—Lo hice porque yo si te amo de verdad, y a diferencia de ti yo no fingía cuando te confesé que te amaba.
—¿Me amas o deseas creer que Ángela está contigo?
—¿Así que es eso? ¿Piensas que estoy contigo porque te pareces a ella?
—Es lo obvio.
—Pues no es así, eres una mujer totalmente distinta.
—Claro, ella era santa, y yo una prostituta.
—Mejor no sigamos hablando.
—Sabes que Rodrigo, no soporto tenerte cerca de mí. De verdad no comprendo cómo un hombre como tú, fue capaz de casarse con una mujer como yo. —Él ya estaba encolerizado y alzó la voz.
—Quiero que intentemos ser un maldito matrimonio de verdad y que mi hijo, el que vas a tener crezca feliz viendo a sus padres juntos. —Ella lo miró con ojos cortantes.
—No estoy interesada en tener nada contigo, y si acepté casarme solo lo hice porque me amenazaste con quitarme a mi hijo. Pero no me interesa ser tu mujer.
—¿Por qué eres así?
—¿Así cómo?
—No lo sé, eres fría y calculadora, ¿Qué es lo que quieres realmente?
—¿Querer de qué?
—Bueno, se supone que te gusta el dinero, y conmigo eso no te hará falta, deberías estar feliz, pero andas tan amargada.
—¿Y de qué me vale tener plata cuando tengo que aguantarte? preferiría lavar baños públicos antes que estar contigo.
—O acostarte con todos.
—Sí, acostarme con todos. —Rodrigo tiró todo lo que había en la cómoda del coraje que le dio y con la voz ronca le dijo:
—Desearía nunca haberte conocido.
—Igual yo. Debí trabajar en otro club.
—¿Sabes qué es lo peor de todo esto? que a pesar de todas esas cosas que me dices, yo aún espero que decidas por lo menos intentarlo.
—Déjame en paz, no intentaré nada contigo, así que no esperes que cambie o que me comporte como una abnegada esposa porque no lo pienso hacer. Te voy devolver todo el menosprecio que he recibido de ti y de tu familia.
—Sabes qué, haz lo que se te venga en gana. Ya me quedó claro que no deseas cambiar ni por ese hijo que vas a tener, dudo que cuando nazca puedas mantenerte aquí con él por mucho tiempo. De seguro te vas a largar y lo dejarás abandonado.
—Mejor te callas, eres un idiota que solo sabes insultarme.
—No te preocupes, no volveré a insultarte, es más, para que no tengas que aguatarme, procuraré dirigirte la palabra en lo más mínimo posible. Voy a hacer como hoy hicieron mi hermana y mi tía, haré de cuenta que no existes, y tú haz lo mismo conmigo, no me hables ni me mires, esposa.
—Me voy a cambiar de habitación.
—haz como se te venga en gana, no pienso volver a rogarte que te quedes conmigo.