Scarlet

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Ella anonadada se quedó en silencio, entonces él se le acercó y se sentó a su lado, con una voz apacible le dijo:

—Vi lo que Elena y mi esposa te hicieron, Jr. también lo vio todo, durante el almuerzo el niño intentó defenderte, pero todos le hicieron caso omiso, incluyendo a Rodrigo. —Ella tragó saliva con rabia—. Perdone que te lo diga, pero tu marido prefiere creerle a Elena, mejor dicho, todos le creen a esa vieja. —Scarlet se quedó callada, entonces él prosiguió:

—Sabes Scarlet, me identifico mucho contigo, también he sufrido las humillaciones y rechazos de esta familia. Durante años he sido humillado y pisoteado hasta por mi propia esposa. Solo por el hecho de yo no pertenecer a su clase social ella me humilla. Y Elena ni hablar, Rodrigo me mira por encima de sus hombros. Braulio, estoy seguro que si por él fuera yo ya no estuviera en esta familia.

—¿Y por qué te los aguantas si te humillan tanto?

—Por mis hijos, Raiza me tiene amenazado, ella dice que si la dejo Braulio me quitará a mis hijos. Por ellos es que tengo años aguantando este infierno.

—A mí también me tienen amenazada, hasta me casé con Rodrigo para evitar que me quitara a mi hijo.

—Sí algo escuché, Rodrigo está siendo demasiado injusto contigo, pero ellos son así, se aprovechan de que tienen poder y dinero para adueñarse de las vidas de los demás. Scarlet, sé que tu vida en esta casa será muy difícil, es por eso que te aconsejo que no des tu brazo a torcer y seas fuerte por ese hijo que viene en camino. También quiero que cuentes con mi amistad y mi compresión, ten presente que no estás sola.

—Gracias Willy.

—Si necesitas un favor o algo no dudes en pedírmelo, siempre que esté a mi alcance lo haré con gusto.

—La verdad si necesito un gran favor. —Willy sonrió porque ya su plan de ganarse su confianza se había puesto en marcha.

—¿Qué necesitas?

—Que te lleves a Raiza de vuelta a su casa, supongo que como esposo puedes convencerla.

—Claro, de hecho ya lo tenía pensado.

—Disculpe que te lo diga, pero me aliviaría mucho no tener que soportarla.

—Te comprendo perfectamente. Oye me das tu número de teléfono, así podré escribirte y saber cómo estás.

—Si claro...

Rolando le enseñó a Lucrecia una cuna y un guarda ropa de bebé hechos en cartulina de construcción, los tenía sobre una mesa.

—¿Qué opinas Lucrecia?

—Están hermosos, ¿son para tu futuro sobrino?

—Los diseñé pensando en él, pero les corresponde a Rodrigo y a Scarlet decidir si les gusta, si aceptan me gustaría yo mismo encargarme de mandarlos a hacer.

—Cómo has cambiado Rolando, últimamente te veo tan distinto. Antes parecías que no te importaba tu familia.

—Si me impronta mi familia Lucrecia, pero cada quien lo hace a su modo.

—Pero es hasta ahora que te veo preocupado por hacer algo por ellos. —Él se volteó a otra parte.

—Es que la enfermedad de Jr. me ha hecho reflexionar, cada día que pasa él se está apagando, no tiene oportunidad de vivir, en cambio yo sigo vivo a pesar de todo, y me he dado cuenta que tengo todas las posibilidades que Jr. no tendrá.

—La vida ha sido injusta con Jr. y con tu hermano.

—Sé que no puedo imaginar el dolor por el que debe estar pasando Rodrigo, primero la muerte repentina de Ángela, y ahora su hijo... creo que ese hijo que Scarlet espera lo ayudará a sobreponerse. —Lucrecia puso una expresión de lamento y agachó el rostro.

—¿Qué sucede? ¿Por qué pones esa cara?

—Esa muchacha está sufriendo mucho, la señora Elena la humilla, y también humilla a su hijo, esta mañana le dijo que toda la familia lo va aborrecer, que él será la vergüenza de todos los Salvatierra. —Rolando se encolerizó.

—¿Que rayos le pasa a mi tía Elena para atreverse a decir esas cosas de ese niño?

—Ella le pegó a la señora Scarlet, y junto con tu hermana la mal pusieron delante de Rodrigo y el señor Braulio.

—¿Y ellos le creyeron?

—Creo que sí, porque después le subí a ella su almuerzo y no quiso comer, y tenía la mirada muy triste. No sé qué le habrá dicho tu hermano.

—No me parece justo lo que tía Elena y Raiza están haciendo con la esposa de Rodrigo.

Raiza estaba en su habitación y Willy llegó.

—¿Qué quieres Willy? —Él aplaudió y con sarcasmo le dijo:

—¡Vaya, vaya con mi esposita! Te mereces el premio de la mentirosa del año.

—¿Qué me quieres decir? No te entiendo.

—Vi a tu tía jalándole el cabello a Scarlet, y oí todo lo que esa vieja gárgola le dijo a tu cañada, Jr. no mintió, pero tu si lo hiciste de una forma muy descarada. Me pregunto cuántas veces me habrás dichos mentiras y yo te las he creído.

—Jamás te he mentido, y si lo hice con mi hermano es porque a esa mujer hay que sacarla a como dé lugar de esta casa.

—Eso querida esposa es asunto de tu hermano, tu no deberías meterte. En vez de andar preocupándote por la vida de los demás, mejor deberías preocuparte por la nuestra y nuestro matrimonio. ¿O es que ya no deseas seguir conmigo? Porque si es así acláramelo de una vez para mañana mismo iniciar el proceso de divorcio.

—¿Eso es lo que estás deseando verdad? divorciarte de mí y buscarte a una puta como Scarlet.

—Mira Raiza, hay un dicho que dice que el que tenga tienda que la atienda, o si no que la venda.

—¿Qué me estás queriendo decir?

—Quiero decir que o te regresas ya mismo para la casa o saco mis cosas y me largo, es más hoy mismo contacto a los abogados para comenzar a tramitar el divorcio.

—Siempre has dicho que el matrimonio es sagrado y para siempre.

—Sí, pero cuando tu mujer es una buena ama de casa y te atiende. Pero yo no tengo mujer sino de papel, porque no me atiendes, y ya me harté, así que te regresas hoy mismo o...

—O si no qué Willy? —Gritó ella casi en tono de burla. Él se enfureció.

—Ya veo que andas muy alzadita.

—Sí, esta es mi casa y aquí se hace lo que yo digo. —Willy la miró con rabia y puso una sonrisa malévola.




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