Antes de irse a la oficina, Rodrigo habló a solas con Jr. acerca de lo que había sucedido con Elena y Scarlet. No le quedó duda alguna, Elena y Raiza estaban mintiendo, Jr. era un niño, y lo que dijo tenía precisión con las cosas que su familia pensaba Scarlet. Entonces le dio un beso en la frente y le dijo:
—Jr. quiero que tú mamá esté feliz y tranquila. En esta casa con mi tía Elena eso no será posible, tu madre ha querido quedarse para que tú estés tranquilo, pero con lo que pasó debemos irnos a vivir a otra parte donde nadie la moleste a ella ni a tu hermanito.
—Sí papá. ¿Pero por qué tía Elena odia a mi mamá y a mi hermanito?
—No sé si la odia o qué será, pero si nos vamos a lo mejor eso nos ayude a todos a estar más tranquilos, y tu hermanito crecerá siendo un niño muy feliz.
—¿En dónde vamos a vivir?
—Me gustaría volver a Miami, podríamos vivir cerca de tus abuelos, ellos me ayudarían a estar pendiente de ti para que tu mamá no esté tan sola cuando yo viajo, ya sabes que lo hago a cada rato.
—Sí.
—Bueno, entonces iré a decírselo a ella, no se lo vayas a contar a nadie. Será un secreto.
—Secreto de caballeros. —Dijo el niño sonriendo, y los dos contentos se dieron un golpe de puños.
—Sí, secreto de caballeros.
Rodrigo no perdió el tiempo y se fue a buscar Scarlet; iba a entrar a su habitación sin antes llamar, pero se detuvo, retiró la mano de la perilla y tocó un par de veces, le abrió Lucrecia que estaba con ella. Los ojos de Scarlet se encontraron con los de Rodrigo y desvió su mirada, la molestia que tenía era muy evidente en su expresión.
—Con permiso —Dijo Lucrecia—. Me retiro.
Lucrecia salió y cerró la puerta, entonces Rodrigo se acercó a Scarlet.
—¿Qué quieres Rodrigo? —Dijo ella sin altanería a pesar de que estaba muy enojada.
—Jr. me contó todo lo que sucedió realmente con mi tía Elena.
—¿Y?
—Lo siento, no imaginé que mi tía fuera capaz de tanto, y tampoco creí que mi propia hermana fuera a mentirme. —Scarlet no lo miró, se sentía muy decepcionada de Rodrigo, desde antes lo estaba, pero ahora aún más.
—Scarlet, lo mejor es irnos de aquí. —Él se quedó en silencio superando respuesta, ella tardó un poco, después preguntó con tono de reproche:
—¿A dónde? ¿A dónde vas a llevar a tu hijo para que no sea la vergüenza de tu familia?
—No creas esas palabras de mi tía. No todos piensan como ella. —Scarlet empezó a llorar.
—Pero todos piensan que puede ser hijo de Israel cuando no es verdad.
—Con más razón debemos irnos. Esto se tiene que aclarar, pero para eso no podemos seguir aquí, Jr. está de acuerdo, él vio todo y está consciente de la situación.
—¿A dónde iremos?
—Por ahora a Miami, sé que los padres de Ángela te aprecian mucho; necesitamos contar con ellos por la enfermedad de Jr. y no quiero que te quedes sola con él cuando yo no esté. —Ella levantó el rostro y lo miró, pareció que le agradó la idea.
—¿Cuándo nos iremos?
—El domingo en la mañana... y el lunes podemos buscar una casa.
—Bien, si Jr. está de acuerdo me gustaría irme en cuanto antes.
—Si lo está. Y por lo que digan de Israel no te preocupes, sé que esto se debe aclarar, y si no pues qué importa.
Israel llegó a la casa de Adelaida, allí lo estaban esperando sus padres y uno de sus hermanos. Todos estaban sentados en la sala.
—¿Cómo estás papá? —Se dieron un abrazo.
—Bien hijo, aquí muy desconcertados por esta reunión familiar que nos pediste. —Israel volteó a ver a su madre y su hermano que estaban sentados en el sofá, sus ojos se encontraron con los de su familia inocente de su gran secreto, que pronto ya no lo sería, porque les iba a contar todo.
Él y su esposo decidieron revelar su verdad, les contarían a todos que estaban casados, y es que le habían dado muchas vueltas al asunto con Scarlet, llegaron a la firme conclusión de que su verdad sería lo único que quitaría la vergüenza impuesta sobre ella y su hijo. Ellos ya no podrían ser felices juntos cuando un niño sufriría toda su vida por una mentira que se había divulgado en la familia.
—Tengo que contarles algo que ignoran de mí. Pero antes quiero decirles que los amo a ustedes y a toda mi familia, y lo que les voy a contar lo hago por el bien de todos, y también por mí, porque ya llegó el momento, la vida siempre le da a uno señales de cuándo debe hacer las cosas; y me ha estado dando demasiadas.
—¿Qué sucede hijo? —Dijo su padre con preocupación, Israel agachó su rostro por un momento, tomó una silla y se sentó frente a ellos, levantó su cara y suspiró.
—No soy lo que todos creen... no sé cómo decirlo—. Él miró a Adelaida con tristeza en sus ojos, después desvió su mirada hacia su padre y de nuevo agachó el rostro; se agarró las manos debido al sentimiento de inseguridad que lo atrapó en ese momento y sintió que su cuerpo se estremecía—. Lo que tengo que decirles es que soy gay. —Ninguno de ellos gesticuló palabra alguna al respecto, tampoco hicieron otra cosa más que mirarlo a la cara esperando lo que él quería agregar.
—Cuando era adolescente descubrí que yo era distinta a los demás, sentía y pensaba distinto a mis amigos. Después fui descubriendo a otros chicos como yo. Tengo más de quince años ocultándoles la verdad acerca de lo que soy realmente, lo siento. —Él se quedó en silencio y sus mejillas se mojaron con lágrimas. —Hubo silencio como por más de 20 segundos.
—¿Por mi parte no debes sentirlo. —Dijo su hermano—. La verdad no le veo nada de malo, hoy en día eso es normal.
Los demás permanecieron callados por un momento, después su padre se puso el puño cerrado sobre su boca, con cierto desconcierto en la expresión de su cara lo miró a los ojos y le dijo:
—No puedo negar que me cuesta asumir lo que acabas de decir, no es fácil cuando uno piensa que su hijo es una cosa y de pronto resulta ser todo lo contrario… pero eso tampoco quiere decir que te voy a echar de la casa o que dejaras de ser mi hijo; pero si voy a necesitar unos días para digerirlo. —El hombre se puso a llorar, Adelaida tenía los ojos cargados de lágrimas y agregó: