Se Busca Mamá

CAPÍTULO 9

 

CAPÍTULO 9

 

El equipo de orientación está conformado por una profesional en psicopedagogía y un señor que es doctor en educación. Ella tiene un gesto maternal en el rostro, no ha de tener más de cuarenta mientras que él tiene toda la pinta de estar agotado, estresado y de rondar los sesenta pero apuesto a que parece de más.

Una vez que me siento en el banquillo de los acusados (el sillón frente al escritorio que conforma el despacho de ambos), les miro fijamente y pienso en las alternativas que hay de que me gane el rótulo a peor padre del mundo por el hecho de estar acá en este momento. Sé que no me hace un mal padre, por el contrario, soy quien se ocupa de venir y quien ha luchado lo suficiente como para saber que esos pequeños están a salvo. No obstante, la sombra del pasado de su madre, Sabrina, me persigue y me hace sentir alguien horrible por no haber estado para ellos desde el comienzo.

Ni siquiera sabía que tenía dos hijos. Recién cuando ellos me encontraron comenzó el caos en mi vida, pero también mi designio más feliz. Lo cierto es que nunca decidí hacerme una prueba de ADN, desde el primer momento que quedaron a la buena de Dios y vinieron a mí, supe que sería el padre de esos niños. Sabrina intentó estafarme al acercarme a los niños, pero hoy ella está escapando junto al resto de los estafadores con los que se vinculó durante toda su vida. Jamás pensé que una aventura de una noche terminaría ocasionando lo que ocasionó en mi vida, cuándo iba a pensar yo que una camarera en Polonia cambiaría para siempre mi destino. ¿Yo la atraje a mí? Es posible. Porque estos pequeños son mi sentido de vivir hoy en día. Lo cual redobla la tensión en mi puesta a prueba con respecto a mi paternidad.

—Señor Zajac—dice ella luego de algunos rodeos pertinentes sobre el clima o sobre el tráfico como para romper el hielo—. Necesitamos discutir algunos asuntos con respecto al comportamiento de sus hijos. Por un lado queremos proteger a Ulises de situaciones futuras con otros niños que lo puedan complicar aún más. Y por otro, creemos importante precisar que Alenka está teniendo deficiencias en el control de sus impulsos. ¿Hay algo que esté sucediendo en casa que le esté inquietando?

—Verá, señor Zajac: Los niños exteriorizan en la escuela todo lo que sucede en el hogar—explica Don Placa de Doctor—. Y entendemos que la crianza de dos niños puede ser demasiada presión.

—¿Qué está queriendo decir?—levanto una ceja tan alto que la mujer se encoge, pero el tipo sigue firme con su planteo/acusación.

—Por un lado está Ulises quien interpreta una vida que no es la de él.

—¿Eh?

—Usted es el escritor afamado, él apenas es un niño y lo conveniente sería que haga una vida de niño.

—La hace, señor. Pero no todos los niños deben ser iguales.

—A lo que se refiere el doctor—interviene ella—, es que entendemos que el ser extranjeros, padre soltero y con una profesión y religiosidad atípica pueda hacerles sentir marginados a los pequeños, pero eso no debe limitar su manera de actuar.

—Mis hijos se comportan como los niños que son. Y si mi hijo elige el amor por los libros, no seré quién como para limitarlo en sus pasiones.

—Sostengo que lo que hace es imitar lo que observa en casa constantemente, más aún con un reconocimiento tan público como el que tiene usted—añade el señor—. Además, está el asunto de que, siguiendo la misma lógica, Alenka golpea a sus compañeros. Lo de Luca fue excesivo, pero la observamos con sus compañeros y se junta con varones, se empuja con otros, no se comporta como una señorita.

—¿Di…disculpe?—esto sí que ya me hace ruido a más no poder. ¿En qué siglo estamos que se espera de un comportamiento de “señorita”?—. ¡Tiene siete años! ¡Por supuesto que jugará con otros niños!

—Apenas se vincula con niñas.

—Ella es digna de elegir a sus amigos.

—¿Y qué me dice del puñetazo en lleno que le dio a su compañero Luca?

—Pienso que él se lo buscó.

—¿Está insinuando que el niño tenía merecido el golpe?

—Si molestaba a mi hijo y su hermana ve la manera en la que lo torturan mientras que en esta escuela no hacen absolutamente nada, por supuesto que tarde o temprano iba a reaccionar de alguna manera. Ella o él.

—¿Justifica, señor Zajac, que está bien golpear a un niño “si lo tiene merecido”?

—Está sacando de contexto mis dichos. Pero cualquier persona, sea niño o adulto, si anda por la vida metiéndose en problemas y nadie se encarga de devolverlo a sus carriles…

—¿Devolver a sus carriles? Eso es abominable, señor.

—Puede ser la ley, puede ser cualquier cosa. En los niños, puede tratarse de un golpe.

—Señor Zajac, me temo que tendré que alertar a las autoridades de sus dichos.

—¿Qué diantres?

—Lo que insinuaba acaba de confirmarlo. Sus niños sufren violencia doméstica.

—¡¿Qué?! ¡Por supuesto que no!—. Realmente esas palabras no acaban de hacerme padecer más que ácido corriendo en mi interior—. ¡Cualquier persona con dos dedos de frente podría hablar con ellos y corroborarlo! ¡Los niños tuvieron un pasado muy difícil con su madre y ahora están conmigo donde lo único que reciben es amor, disciplina y educación!

—¿De qué manera disciplina a sus hijos?

—¡Como la haría cualquier padre!

—¿Un padre católico?

—Bien saben acá que no soy católico.

—Usted acaba de burlarse de mis titulaciones—brama el doctorcito—. Tengo un posdoctorado en deficiencias comportamentales de niños en la escuela y dos maestrías en pedagogía. Sé muy bien de lo que hablo.

—Parece que le faltó un doctorado en decencia porque la acusación que acaba de hacer es muy grave y no pienso pasarla por alto.

—¿Qué tal si mejor establecemos un plan de trabajo en la escuela para el control de los impulsos de Alenka y que Ulises elija más cochechitos y menos libros?—propone la pedagoga. Que no sé qué clase de pedagoga es.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.