Narrado por Alenka
Ya no sabemos si papá tendrá o no tendrá citas, lo cual es una pena, me prometí a mi misma que le tendríamos que conseguir una novia; de pronto todo parece haberse vuelto diferente y temeroso, incierto, habiendo asuntos aún más graves con los que tiene la cabeza ocupada. Está ahora mismo hablando por el celular fuera de la casa, no sé bien de qué se tratará. Yo estoy encerrada en mi cuarto con los cuadernos para adelantar algunas tareas, aunque no sé si es algo que tendrá sentido si es que nos vamos a ir con Ulises a otra escuela.
Tenemos que hacer algo sino papá se pondrá cada vez más malo y de feo humor, seguramente una novia en navidad sería una gran idea, pero ¿qué tan difícil es eso?
La puerta de la habitación se abre en cuanto el bobo de mi hermano entra corriendo con el libro aún entre sus brazos. Se acomoda las gafas gruesas y se sientan en el otro extremo de mi cama.
—¡Cuidado los cuadernos!—le digo.
—¡Es papá! ¡Está hablando con la señorita Bello!
—¿Estabas escuchando las conversaciones de papá?—le digo, molesta—. Sabes que eso a él no le gusta para nada. Un momento…¿dices que está hablando con nuestra maestra?
—Así es. ¡Y le dijo Tina!
—Y si se llama así.
—¡Pero todos le decimos señorita Bello!
Entonces llego a comprender la confianza que significa que se traten directamente por sus nombres y no por el apellido de ella.
¿Es una buena señal?
—Le diré a papá que estuviste escuchando sus conversaciones—le acuso.
—¿Eres bruta o qué?
—Te contaré un secreto y no le digas a nadie.
—¿Y eso de qué me servirá?
—Que no le diré nada a papá que lo espiaste.
—Hummmmm.
—Bueno, la cosa es que yo le dije a la señorita Bello que papá está enamorado de ella.
—¿De veras?
—Sí. Y es cierto, ¿notas cómo se miran?
—¿A ella le habrá gustado que se hablen por Facebook? Supongo que le habrá aceptado en la solicitud, Alenka.
—Nosotros le enviamos la solicitud.
—Oh, es cierto.
Tras un silencio de unos segundos en que nos quedamos ambos callados, llegamos a la conclusión.
La computadora averiada aparece en mis pensamientos.
—Tenemos que recuperar la computadora—le digo a Ulises.
—No, boba. La rompiste.
—Hay que arreglarla. Puedo intentarlo.
—Trata de guardar las manos donde no rompas otra cosa, Alenka Lenta.
—¡Oye!
—Podemos conseguir un teléfono celular de donde se puedan hablar. O algo. Oye…estaba pensando, ¿fuiste alguna vez a la biblioteca de la escuela?
—Solo los nerds sosos como tú lo hacen.
—Deberías ir de vez en cuando y así descubrir que hay computadora con acceso a Internet en la biblioteca de la escuela.
—Oh. ¿En serio?
—Así es.
—Pero ya no vamos a esa escuela, bobo.
—Pero hay bibliotecas municipales. He visto una cerca de la iglesia.
—Vaya. Suena interesante. Pero ¿cómo iremos hasta el centro del pueblo?
Hay pasos fuera de la habitación.
La puerta se abre.
Papá es quien está echando un vistazo a la habitación mientras permanecemos hablando con Ulises. Basta que se aparezca para que nos callemos de inmediato.
Papá nos mira con gesto de sospecha.
—¿Qué cuchichean por acá?
—Los niños también tenemos secretos, papá—le cuento.
—Pero los secretos de los niños también deben saberlos sus padres.
Cruzamos una mirada con Ulises.
—Ya hablaremos de eso. Iré a buscar el almuerzo. No serán más de cinco minutos. Se portan bien, ¿eh? Y a la tarde iremos al pueblo, tenemos un café con la señorita Bello para conocer a su sobrina y para discutir qué va a suceder con sus clases. Ahora regreso.
Y sale.
Ulises me mira y sonríe.
—Así es como iremos a la biblioteca municipal.
A veces no me gusta que sea tan inteligente.
—Sigues siendo un bobo—le acuso.