Narrado por STEFAN
—Acá, papi.
Es una casa de té super linda a la que apuntamos de ir, pero los chicos piden que nos sentemos en la estación de servicio pegada a la biblioteca municipal. Es en la casa de té donde tienen patio de juegos, sin embargo, es Ulises quien intenta detenernos ante el pedido de sentarnos en el café a beber algo.
¿Cuál es el objetivo?
—No, hijo—le digo—. Deja de torturar a la gente, lo que a ti te gusta no tiene por qué gustar a los demás.
—Yo también quiero ir a la biblioteca, papi—dice Alenka y me mira poniendo ojitos angelicales. No me convence ese gesto, siempre me remite a cierto terror cuando se trata de poner en acto sus gestos de manipulación.
La señorita Bello responde condescendiente:
—Creo que no estaría mal. Helena no conoce la biblioteca municipal, ahí puede que estén bien, ¿no crees, Stefan?—me pregunta Tina mientras señala a su sobrina pequeña quien ha estado sin decir una sola palabra desde que llegamos al punto acordado.
La nena asiente.
Y yo convengo:
—Bueno, si Helena y Alenka están de acuerdo en seguir a Ulises con su plan… Solo no vengan luego con que prefieren ir a un patio de juegos porque bien te conozo a ti, hija—digo echando un vistazo en dirección a la niña.
—Estaremos bien, papá—advierte ella y toma de una mano a Alenka—. Ven, vamos a beber algo, estaremos bien. Cuidaremos de Helena, señorita Bello.
—Eso suena bien—dice ella, sonriendo en mi dirección.
Una vez que nos ubicamos en los lugares, les advierto que podrán ir luego de tomar una merienda, pero insisten en querer ir pronto.
Ulises es mi garantía en ese espacio ya que conoce el lugar. Sabiendo de su fascinación con los libros, hemos venido alguna vez. También Alenka, claro, aunque ella no se mostró muy animosa en querer permanecer haciendo compañía a su padre y a su hermano, ambos fanáticos por los mundos maravillosos que proveen los libros.
Decido que pueden irse a dar una vuelta rápida a ver hasta que nos traiga el pedido de la merienda que tenemos en mente realizar.
Una vez estamos sentados, me quedo pasmado observando en dirección a Tina. Es hermosa. Agacha su mirada observando la escueta carta que tienen en este sitio, leyendo las opciones y dando vueltas a alguna opciones mientras aprecio la manera en la que se incorpora un mechón de cabello detrás de una oreja y sus ojos permanecen fijos hacia abajo. Sus labios rosados y llenos se relamen mientras observa y lee lo que sucede.
Es tan linda.
Magnífica.
Joven.
Pura.
Inocente.
Ella parece captar que me he quedado mirándola fijo; una vez que levanta la mirada, me pregunta con cierta incomodidad:
—¿Qui…quiere ver la carta?
—No, señorita Bello. —Le digo con toda la intención de realzar el tono con el que acaba de hablarme a mí y consigo mi objetivo ya que prontamente se retracta:
—Lo…lo siento. Cierto que nos tutearíamos.
—No tiene sentido otra cosa, si mis hijos ya no irán a su escuela. A la que usted trabaja, me retracto de hecho.
—Es cierto. Tiene que ser así. De todas maneras, este pueblo tiene pocas alternativas. ¿Dónde usted planea enviar a los chicos ahora?
—Tenía expectativa de que una institución privada y religiosa garantizaría una educación más bien controlada, de lo que la alta matrícula de una institución estatal podría proveer. Sin embargo, accederemos a la opción estatal. No hay más escuelas en el pueblo, ¿verdad?
—Algunos padres deciden enviar a sus hijos a instituciones más lejanas, pero son de internación. Ya sabe, jornada completa y permanecen ahí varios días a la semana. Básicamente acuden a esa opción, en general, porque viajan mucho, son costosas, están aisladas de mucha gente y tienen que acudir a algo que reemplace también aspectos de crianza.
—Cielos, no. No haría eso.
—Sí, son costosas.
—No entregaría por días completos a mis hijos a nadie en absoluto.
—¿Tiene que ver con lo de las noticias? Me enteré algo cuando supe que se habían matriculado y la gente del equipo pedagógico nos advirtió sobre ambos chicos al equipo docente. No pude evitar googlearle a usted y su trabajo. Realmente es muy conocido, lamento no haber sabido antes de su existencia, me gusta mucho leer.
Detesto la falsa modestia, pero no es su caso.
No es como Wanda, cuando la conoci, quien se comportó incialmente como una fanática desquiciada para luego hacer de la situación algo preocupante en extremos peligrosos. Qué va, la historia de Wanda ya la ha sido enterrada en el pasado, junto a Sabrina y junto al matrimonio Jefferson, los padres de Wanda y Sabrina.
Ah, porque Wanda también intentó estafarme. Nunca fue realmente una fanática, ella solo quiso robarme y junto a su hermana, siempre fueron expertas en el arte de robar y estafar a personas. Auténticas criminales.
Una vez que nos toman el pedido, seguimos con la conversación.
—Me cuesta mucho confiar en la gente—le declaro—. Luego de lo que has podido indagar, Tina, sabrás que no la tengo evidentemente fácil. He tenido que luchar mucho por el amor y por la legalidad de esos pequeños. Significan mi vida entera.
—Lo puedo imaginar, doy fe de que es un padre que se involucra mucho en la educación de sus hijos. No haga caso de lo que el jefe del departamento de orientación pedagógica diga, yo sé muy bien quién es usted y frenaré que no haga lo que pretende.
—¿Qué pretende? Ese viejo zorro es de lo peor.
—Si, pero es hermano del párroco. Y el párroco es supervisor general de ese colegio, así que lo mejor es que tengan lo que buscaban.
—Que nos larguemos de ese lugar.
—La libertad religiosa que ellos juzgaban tanto para usted como para sus hijos o el reconocimiento público de su trabajo siempre fue una amenaza a la ideología institucional. La ley aún es conservadora, pero garantiza una educación laica.