Se Busca Mamá

CAPÍTULO 15

CAPÍTULO 15

 

Narrado por STEFAN

 

—¡¿Helena?! ¡¿Dónde está Helena?!

¿Dónde está ella? Por todos los cielos, no tiene que ser cierto. Los niños se percatan inmediatamente de que estoy acá, justo detrás de ellos. Esta vez ya no hay oportunidad de que revienten la computadora ya que he visto lo que están haciendo al otro lado del monitor. Alenka intenta interponerse, pero Ulises cae en la cuenta de que o tiene sentido hacerlo ya que acabo de atraparles. Mi mente intenta procesar lo que hacen al mismo tiempo que debo traer a colación el hecho de que Helena no está ahora mismo con ellos.

—¡No, papá!—brama Alenka.

—¿Qué hacen en Facebook? ¿Stefan Zajacanacanak? ¡¿Qué diantres significa esto, niños?! —De inmediato me vuelvo a Ulises—. Uli: Busca a Helena. Ahora.

—Se quedó en la parte de niños.

—¡Ve por ella, por favor!
—Ajá.

—Papá, no—interviene Alenka, esta vez llorando.

Sigo mirando la computadora.

Acto seguido, la bibliotecaria del lugar se acerca a nosotros. Oh, claro, lo que faltaba. La biblioteca es madre de uno de los compañeros de Ulises y de Alenka así que seguramente también está al tanto de lo sucedido en la escuela. Bendita vida de pueblo, eh.

—¿Señor Zajac?—pregunta ella, acercándose—. ¿Sucede algo? Pero qué… ¿Qué hace a los niños? No puede aparecerse así y ponerse a los gritos en el lugar.

—¿Qué hago yo? ¿Cómo es posible que dos niños de siete años estén navegando libremente en las computadoras de una biblioteca municipal?

—No lo sé, dígamelo usted—. Se cruza de brazos y levanta una ceja, observándome con total acto reprobatorio y desafiante—. Son sus hijos.

—Claro que son MIS hijos en la biblioteca que USTED trabaja. ¿Tiene idea a los riesgos que expone dando acceso sin supervisión a que dos niños de siete años naveguen sin ningún tipo de moderación desde estas máquinas?

—Páginas impertinentes están bloqueadas. Contamos con bloqueos parentales en cada uno de los dispositivos, es una institución con principios.

—Se les olvidó bloquear las redes sociales.

—Son herramientas de trabajo. Usted mismo lo sabe, ¿no? Es un escritor muy hábil y comunicativo con sus redes, lástima que el mensaje que brinda su fachada y sus libros no sean más que eso. Superficiales. Una fachada banal.

—Los niños no pueden disponer a libre albedrío de un chat con cualquier persona en cualquier parte del mundo.

—Pero no es cualquier persona—acota Alenka, como si intentase defenderme o defenderse a sí misma—. Estábamos hablando con la señora Jefferson. Es tu amiga, papi.

La bibliotecaria me mira con gesto de mayor reprobación aún.

—Creo que esa mujer no es nuestra amiga, Alenka—digo, con tono severo. Creía que los niños eran demasiado pequeños como para explicarles que esa mujer que es su abuela, no es en absoluto buena persona para nadie. Ni siquiera para sus propias hijas lo fue jamás, menos aún lo sería con sus nietos.

Al volverme, me encuentro de frente con Ulises quien viene corriendo, agitado y con gesto de enorme preocupación.

—No… ¡No está, papi!

—¿Cómo que no está? —Puedo sentir la sangre huyendo de mi cuerpo.

—Helena, papá. ¡Helena no está!

—¿Qué? Recorre bien, fíjate bien, Ulises.

—Lo hice, papá. No sé dónde se ha ido.

—Caray, tiene que ser una broma.

Está la opción de revisar la biblioteca, pero si está acá adentro, es un lugar seguro. O eso es lo que en apariencia parece. Lo que no es en absoluto un espacio seguro es en la calle así que salgo de inmediato en dirección a la puerta con Alenka en mis brazos y Ulises siguiéndome el paso.

—¡Señor Zajac!—insiste la bibliotecaria a los gritos tras de mí. Sé que estamos montando una escena ahora mismo. Una muy lamentable—. ¡Sepa que informaré a servicios sociales de lo que acabo de ver! ¡Vi con mis propios ojos cómo le gritó a sus hijos!

Me detengo al escuchar esto.

Me clavo al suelo.

Y me vuelvo a la mujer para contestarle antes de retirarme definitivamente:

—¿Ah, sí? Pues… Haga lo que tenga que ser. Solo espero… Solo espero que sea tan buena madre como asegura ser.

—No es una discusión de mi condición de madre, pero es probable que esos niños estén mejor con una mamá antes que con usted.

Pienso en contestarle algo más, pero es en vano.

No lo hago.

Solo salgo hasta la estación de servicios, echando vistazos a diestra y siniestra en busca de la sobrina de la señorita Bello.


 




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