Se Busca Mamá

CAPÍTULO 16

Narrado por STEFAN

 

—¡Señorita Bello!

Ella sigue caminando a toda prisa mientras sale del local donde aún ni siquiera hemos podido tomar la merienda que teníamos en planes.

—Señorita Bello, por favor—le digo mientras sigue y voy tras ella con los niños a cuestas. Por suerte, ella va con su sobrina—. Gracias al cielo está con Helena y ella está bien.

—Lo siento, señor Zajac—. Lamento que tengamos que regresar a estos tonos y maneras que no hacen más que imponer distancia entre los dos—. Pero no puedo permitir que usted haga una escena así delante de mi sobrina.

—¿Qué…qué clase de escena?—pregunto, consternado.

—Entrar a la biblioteca y ponerse a gritar. La asustó y ella vino hasta mí.

—¿Yo qué?

Bueno, es probable.

Ver la escena de los niños frente a la computadora, sin Helena y con una persona severamente peligrosa más un perfil falso mío en la computadora es motivo suficiente como para hacerme perder la cabeza. El riesgo de esa situación fue inmenso y tenía que reaccionar, pero las personas alrededor lo interpretaron mal.

—No, no, tengo que explicarle lo que ha sucedido—le pido.

Ella se detiene y me mira con algo de pena.

Dios, no.

Todo menos pena.

Aun no me puedo creer que esté sucediendo esto. Tendría que haber sido diferente, iba a significar una oportunidad para mí, alguien que comenzaba a creer en mi palabra, quien daba algo de fe mientras todos parecen haber dado la espalda.

Antes todo era diferente, pero este último tiempo la cosa no ha hecho más que complicarse. Parecía ser que habíamos encontrado una suerte de felices por siempre para mis hijos y para mí, pero las cosas estaban muy lejos de serlo realmente.

—Lo siento, pero…probablemente no tendría que haber venido hoy. Y no se preocupe por la cuenta, ya la he pagado… Aún están las cosas servidas en la mesa.

—¿Lo ha qué? Por todos los cielos, no.

—Mi…mi hermana ya pasó por una situación de una pareja violenta y…si veo a un hombre violento lo reconozco.

—Si hubiese reconocido a un hombre violento en mí, no hubiera accedido a venir hoy hasta acá. Tengo que explicarle, por favor. Apenas teníamos oportunidad de empezar a conversar…—Noto que está dubitativa. Helena aún permanece tras ella, como si quisiera esconderse de mí—. Vamos a casa, le invito la merienda. Yo lo hago. Por favor.

—¿Y qué haremos con las cosas que han quedado servidas en la mesa? Les dije que usted iría a tomarlas, yo ya no las quiero.

Observo a diestra y siniestra.

Distinguimos a unos treinta metros a unos chicos jugando con una pelota. Son chicos propios del pueblo, un tanto humildes y con mucha alegría. Ellos estarán más que agradecidos por tomar esa merienda.

—¿Ha venido usted en auto?—le pregunto.

Niega con un movimiento de cabeza.

—Tengo el mío cerca. Las invito a ambas a mi casa y…y ambas podrán divertirse. Helena, cariño—me vuelvo a ella—. Lamento que hayas visto eso, pero mis hijos se estaban portando mal y jamás tendrían que haberte perdido de vista.

—Es verdad—comenta Ulises a mi lado—. Fuimos nosotros los que hicimos algo malo, yo sabía que estaba mal, pero Alenka me convenció de hacerlo.

—¡Oyeee!—le grita mi hija en mis brazos.

—Tranquila, Alenka. Sin más sobresaltos, por favor—le digo.

—¡Él me está culpando!

Le doy un beso en la mejilla y le digo al oído:

—Por favor, hija mía. Por favor.

Se queda refunfuñando pero no continúa con su pelea con su hermano. La señorita Bello suspira y añado:

—¿Te gustan los perritos? En casa podrá jugar con algunos de los que tenemos.

—Siiii—brama Ulises—. Son perros buenos. Tenemos siete.

—¡¿Siete perros?!—suelta Tina.

—Ya los verás—prometo, resolviendo volver al tuteo—. Son un amor.

Ella suspira una vez más y asiente.

—Debo devolver a Helena antes de las ocho.

—Bien—convengo—. Entonces tenemos hasta esa hora de que sea una tarde hermosa—. Y para borrar huella de lo que acabo de hacer.

Una vez que subimos y los niños van atrás, caigo en la cuenta de lo que significa esta cercanía y de cómo sería mi vida con una mujer a mi lado.

Pareceríamos una…una familia de verdad. Una familia completa.

¿Es lo que necesito? ¿Una pareja?

¿Qué estaban haciendo mis hijos en la computadora? ¿Por qué no tuve oportunidad o valor de hablarlo antes con ellos dos?

Son muchas cosas las que me preocupan, pero por ahora, al menos hoy, mi instinto me lleva a apostar por ella.

Aunque el mundo esté plagado de amenazas que parecen latentes como una bomba de tiempo que tarde o temprano habrá de estallar.

 




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