Se Busca Mamá

CAPÍTULO 17

Durante la merienda en casa, no permito que me ayuden con los preparativos y tanto los niños como yo nos encargamos de servir a los pequeños. Al comienzo, todo se vuelve una conversación tensa, pero que merece ser hablada y no postergarse más ni seguirse tratando a puerta cerradas, si es que decido que Tina se convierta en la persona idónea para prestar atención a todo lo que ha venido sucediendo, si es quiero que sea a quien pueda abrir mi corazón porque estar teniendo que pasar por todo esto solo ya no me sirve en absoluto y ni siquiera la meditación o la oración me vale para sobrellevarlo. Desde la espiritualidad propia, desde mi libertad, pero no desde la manera tortuosa que la iglesia y el adoctrinamiento del pueblo buscan imponernos.

—Hijos—les pido luego de un rato, todos alrededor de la mesa—. ¿Pueden explicarnos con quién estaban hablando? Quién se puso en contacto con ustedes.

—Perdón, papá—dice Ulises.

—No volverá a suceder—promete Alenka.

—Quiero que expliquen lo sucedido, por favor. A la señorita Bello y a Helena les gustaría saberlo, es importante.

—Así, es corazones—dice mi interlocutora—. Necesitamos estar al tanto de todo lo que haya pasado antes.

Ulises y Alenka intercambian una mirada de complicidad, cuando por fin es Alenka quien comienza a hablar:

—Hablamos con la señora Jefferson. La señora que era tu amiga, papá, cuando estábamos en Polonia y en Estados Unidos. No sabíamos que no podíamos volver a hablar con ella, no lo volveremos a hacer.

—Empezando que no pueden conectarse a internet sin mi autorización.

—Todos los niños en el colegio lo hacen—se queja Ulises.

—Pero ustedes no deben y tengo mis motivos porque soy su padre y con todo el amor del mundo les protejo—respondo.

Tina me arroja una mirada incisiva, dando lugar a que ellos sigan contando su versión. Alenka es quien se vale de mi silencio para seguir con el relato:

—Ella dijo que quería vernos. También dijo algo más.

—¿Qué cosa?

—Dijo que…que tu eras malo.

—¿Qué?—bramo.

—Como dicen en la escuela. También la señora Jefferson dijo que mamá nos extraña y que necesita vernos.

Ulises se intenta quitar lágrimas desde el lado inferior de sus gafas. Esto me deja destrozado. ¿Entonces por eso hicieron todo lo que hicieron antes? No es posible que esa vil mujer se haya atrevido a tanto, no le bastó ya con arruinarle la vida a sus hijas e intentar hacerlo conmigo sino que no tiene un límite.

Creí que estábamos escondidos y protegidos lo suficiente, pero nos aguardan más sorpresas de las que suponemos.

—Papá, ¿por qué no podemos ver a mamá?—pregunta Ulises—. Si se supone que ya sabemos que está bien.

—Ya lo hablamos hijo—intervengo—. Mamá no puede verles porque hizo algo malo y ahora la policía la busca.

—¿No es muy cruel esa explicación?—musita Tina.

—Créeme que cruel es poco respecto de la versión completa—le suelto a ella. Acto seguido me vuelvo a mis hijos y les explico—: Cuando sean grandes, les prometo que lo entenderán. Verán que sí.

—Pero necesitamos una mamá ahora, no cuando seamos grandes—Alenka sigue explicando y ella también ahora tienen lágrimas que se le escapan—. Papi, nosotros quisimos hacerte un regalo por navidad…

—¿Qué clase de regalo?

Vuelven a cambiar un vistazo.

Intento sumar dos más dos y arrojo mi primera teoría:

—¿Andaban en la red buscando comprarme un regalo?

—Algo así—acota Ulises.

Helena se vuelve a su tía y le dice bajito:

—¿Por qué no tienen mamá?

—Chissst, luego te digo, cielo—le contesta ella.

Alenka le arroja una mirada de pocos amigos.

Intervengo en dirección a mi hijo:

—Por favor, explícate. Estaban navegando con una cuenta a mi nombre, o algo así, tenía mi foto pero mi apellido estaba raro.

—Papá, estábamos buscándote una novia—dice Alenka—. Queríamos que tuvieras ese regalo para navidad. Y una mamá para nosotros. Es el mejor regalo que podría tener una familia, ¿verdad? Una mamá. O al menos estar completa.

—¡¿Qué?! Hija, nuestra familia es como es, no hay dos familias iguales.

Tina parece tan absorta como yo.

La niña se levanta y camina en dirección a su maestra.

—Creíamos que era buena idea hasta que nos dimos cuenta de que a la señorita Bello también le gustas papá. Y a ti te gusta ella. Lo hablamos con Ulises y la elegimos para que esté con nosotros porque nos quiere y nosotros podemos quererla a ella.

Okay, creo que tendré que acotar la TV o la entrada a YouTube desde la programación de internet.

Creo que son demasiadas películas.

O demasiados dibujos animados.

O muchos cuentos para niños.

Pero esto definitivamente se ha convertido en una auténtica locura, de hecho, más de lo que ya es.

—Alenka, por favor—me meto, sintiendo que la piel se me comienza a poner caliente, de seguro estoy hirviendo como un tomate.

Tina misma intenta detener esta locura.

La niña sigue confrontándola.

—Corazón, yo no soy…

—¿Es usted la señorita Bello?—la corta Alenka.

—Sí, cielo. Así es. ¿Por qué?

—Entonces usted es nuestra mamá.


 




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