Anunciante: Stefan Zajanacanak.
“Hombre profesional, elegante, de treinta años, que le gustan los libros y la vida en el campo, busca una mujer que sea amable y le quiera de todo corazón. Puede ser o no bonita, pero que sea de buen corazón. Soy un hombre bueno que ama a sus hijos, busco una madre para ellos que sea mi regalo para esta navidad. ¿La encontraré? Interesadas escribir por acá.”
Consulta: Tina Bello.
Stefan, ¿eres tú? ¿Por qué tu apellido está así? Y lo más curioso…¿por qué te ofreces como un producto que las personas pueden comprar desde una página de compra-venta en facebook? No soy quién para meterme en tu privacidad, pero por el aprecio que te tengo a ti y a los chicos, te pregunto si en verdad piensas que algo como esto pueda ser positivo para Alenka y para Ulises, si buscar personas desconocidas te parezca una buena decisión además de la importancia de que debas cuidar tu propia reputación, aunque intentes modificar tu apellido ya todo el mundo sabe quién eres. Es que tienes un prestigio y un perfil público que proteger, tienes a dos criaturas que dependen de ti.
No quisiera que lo consideres un insulto, pero regalarte como mercancía en redes sociales dudo que pueda ser algo positivo, sino más bien quedas como un desesperado, es un acto de desesperaciòn de que en cuanto hombre buscas a alguna cita con la cual acostarte y me pregunto cuántas ya habrás conseguido de este modo. Si has llegado al punto de promocionarte por un medio así, significa que ya has agotado todos los recursos que ofrecen las páginas tradicionales de citas, lo cual se me hace aún más confuso.
Realmente creo que no debiera estar escribiendo este mensaje, pero tú eres alguien a quien aprecio, me brindaste una imagen y una manera de ser que ahora se me queda confusa, nublada en mi mente y te desconozco al extremo.
Cuida de los niños, Stefan, pero también y sobre todas las cosas, te pido que cuides de ti mismo lo cual es fundamental.
Hasta algún día, si es que eso llega a suceder, pero ya no lo creo posible para los dos.
Con cariño,
T.B.
Narrado por STEFAN
—¡Papáaaaa!
Alenka acaba de pegar el gran grito de su vida, cosa que me deja completamente aterrado e insultando todo en el mundo en cuanto me pongo de pie, apartándome de la computadora y salgo corriendo en dirección donde ha venido el grito.
El corazón se me acelera por el sobresalto y llego pronto hasta el exterior de la casa donde me la encuentro corriendo en mi dirección con uno de los perritos que viene llorando fuerte. Santo cielo. ¿Qué le pasó?
—Cariño, qué es eso, qué pasa—le pregunto, alarmado al ver al cachorro llorando fuerte con una pata herida.
—No lo sé, papi, lo encontré así—me dice—. Le escuché llorando mientras jugaba y salí a buscarle.
—Parece que le ha mordido algún otro animal—le miro la pata—Ven, vamos a vendarlo en la casa.
—Debe verlo un veterinario—anuncia Ulises apareciéndose también.
Lo cual es un grave problema porque en el pueblo no hay veterinarios, hay que ir hasta la ciudad a dos horas de donde estamos para encontrar a uno, cosa que sí hacemos para vacunar y esterilizar a nuestras mascotas, pero acá en el campo está lleno de animales, ni siquiera tenía conocimiento de que este cachorro existía.
Mientras entramos a la casa e improviso una venda para la pata del perrito, me rompe el corazón escucharle llorar. Alenka también está desesperada y le sigue a Ulises mientras este me ayuda a sostener al perrito al tiempo que lo atendemos.
—Debe verlo la doctora de los perritos—me dice ella.
—Sí, cariño, pero primero déjame que le ayudemos con esto así no pierde sangre—digo sin tener mucha idea acerca de cómo se debe atender en primeros auxilios a un animal, encima a uno tan chiquito. Este ha de tener apenas unos tres meses, parece que no será de porte grande lo cual le hace ver aún más vulnerable.
—Preparen sus cosas y vayan al baño que iremos a la ciudad, posiblemente debamos pasar la noche allá mientras lo ven al pequeño—les anuncio.
—Dile a la señorita Bello, papá—me sugiere Ulises.
Entonces recuerdo que anoche ella comentó que tenía algunos trámites que hacer en la ciudad y unas compras, pero que no iba porque no cuenta con auto y le ofrecimos nuestra compañía en caso de tener que ir en algún momento.
Ella pareció estar de acuerdo y me hizo mucha ilusión la idea de que nos pueda acompañar, eso sí que tiene buena pinta.
Opto por tomar el móvil y marcarle.
—Cuiden del pequeño un rato—les advierto.
Eso hacen y me aparto mientras busco hablar con Tina. Intento los primeros timbrazos, pero inmediatamente la línea desvía mi llamada, ni siquiera queda en espera, simplemente la desvía y queda muerta la llamada.
Reintento y nada.
Qué extraño.
Dejo el móvil e intento con un mensaje desde el chat de WhatsApp. No puedo ver su foto ni su última vez conectada como cuando te bloquean en los mensajes, lo cual me parece algo desquiciado.
¿Me ha bloqueado?
Hasta hace dos noches estábamos cenando lo más bien en mi casa y todo parecía ser de ensueño, pero ahora que lo pienso, anoche y hoy no hemos hablado tampoco por chat. Pruebo con escribirle y en efecto sucede lo que el sentido común me sugería: no recibe mi mensaje, ni siquiera a la primera.
Eso me pone muy tenso así que opto por dejarle una llamada en el buzón, quizá luego intente rastrearla desde las redes sociales. Si me sigue preocupando al regreso, iré a su casa, aún recuerdo dónde era por las ocasiones en que fui a dejarla a su casa.
En cuanto regreso, los niños me preguntan por ella.
Les respondo con la verdad:
—Realmente no lo sé, no tengo idea de qué haya sucedido, pero no logro contactar a la señorita Bello. ¿Estamos listos?