Narrado por STEFAN
Toda esa vida que parecía ya no estar hecha para mí, a la que había añorado alguna vez, cada uno de los hechos que parecieron plantearme una posibilidad de ser alguien diferente, de pronto ya no existieron para mí.
Sabía que tarde o temprano terminaría sucediendo, intenté preverlo, pero no pude conseguirlo como realmente esperaba.
Aquí estoy.
Con los colores delante de mí de ese cuadro de mi viejo apartamento polaco al que creí que no regresaría jamás.
Completamente solo.
Desperté por la mañana, luego de un profundo sueño en el que divagué de un lugar a otro, con la sensación de que mis últimos años junto a Alenka y Ulises no fueron más que una ilusión, que una idea estúpida.
Abrir los ojos y descubrirme en este lugar me hace pensar que el plan estuvo definido desde el comienzo de ese modo y todo es completamente diferente desde entonces. Los niños no están conmigo. El silencio se siente pesado, aterrador, tortuoso, es un silencio que tiempo atrás no me hubiese molestado ya que estaba demasiado acostumbrado a mi soledad, estaba muy tranquilo con ser la persona que yo era para luego ser traído de regreso a la realidad con esta violencia tortuosa.
Pienso en los niños.
En los bailes de Alenka, en Ulises acercando un banco a la biblioteca para sacar un libro que está alto, en las peleas de ambos.
Pero ya nada de eso está.
Solo en este apartamento con una nota.
“Vuelve a vivir tu vida, Stefan. La vida te da segundas oportunidades y esta es la tuya, no la desperdicies.”
Yo quería otra suerte de oportunidades, no esto que tengo delante, solo pretendía ser un buen padre, no esto que se me condena ahora. No quiero ser de esos padres que luego aparecen en TV adviertiendo que cuentan los días y las horas con sus hijos desaparecidos, reclamando que vuelvan a casa o que los devuelvan.
Ese mundo no era el que pretendía para mí.
Y aquí estoy.
Espero que no sea demasiado tarde para ellos, aunque no tengo alternativa de saber a efectos inmediatos dónde está Wanda, dónde está Sabrina o los Jefferson. ¿Se los llevaron a la casa de Estados Unidos o seguirán en Italia?
En cuanto me siento apenas un poquito por fuera del caótico encapsulamiento que tiene apresado, soy capaz de dirigirme hasta mi móvil, encontrándome con muchas llamadas perdidas y mensajes.
Tina.
Tina Bello estuvo tratando de contactarse conmigo, cosa que me resulta apenas iluminadora, ya que su existencia me demuestra al fin que no estaba errado con mis teorías, que ella algún día existió de verdad.
Existió y es parte de mi vida.
Reviso sus mensajes donde me pide con urgencia que atienda al teléfono, cosa que me hace pensar en que quizá tenga algo de información de los niños. Pero claro, qué podría saber ella al respecto de lo que ha sucedido.
—¿Tina?
Ella atiende.
Ni siquiera me fijo en cuál podría ser la diferencia horaria.
—Santo cielo, Stefan. Al fin contestas.
—S-sí. Perdona…
—¿Te encuentras bien?
No.
—No lo sé—murmuro apenas.
—¿Ya lo sabes entonces?
—¿Saber qué?
—¿En serio?
—¿D-de qué hablas, Tina? ¿Supiste algo de ellos?
—¿Los criminales?
—¿Criminales? ¿De qué hablas?
—Los pirómanos.
—Por favor, Tina. No… No puedo seguirte.
No he tenido buenos días, estuve completamente inconsciente durante largas horas y acabo de despertar sin mis hijos y muy lejos del que creía que sería mi hogar por el resto de la vida.
Sin ser siquiera ni una pizca de eso.
—Stefan—dice ella al otro lado, puedo notar dejes de desesperación en su voz que me advierte la posibilidad de que no serán buenas noticias las que tiene para darme—. Tu casa, Stef. Acá en Sicilia. Está incendiada.
—¿C…cómo dices?
—La casa fue quemada por completo. Donde vives con los niños. ¿Tú estás bien? ¿Y ellos? ¿Sabías ya al respecto?
“Donato Di Santis. Debemos hablar.”
“¿Eres tú, Stefan? Vaya, llevábamos tiempo queriendo saber de ti. ¿Qué tal te va todo?”
“Es hora. Tendría que haber puesto el aviso antes, pero esta vez no podemos seguir huyendo más.”
“¿Llegaron?”
“Sucedió todo muy rápido.”
“Dime que no los tienen.”
“Se los llevaron. Tienen a los niños y no sé dónde están, me regresaron a Polonia, estoy en mi vieja casa de Varsovia.”
“Oh, cielos. Truco viejo. No puedo creer hayas caído en eso.”
“Desconozco los trucos de la mafia.”
“Deberíamos entrenarte.”
“¿Hay algo que se pueda hacer al respecto?”
“Hubiera sido más fácil de preverlo antes, pero las condiciones en las que se ha desenvuelto el asunto necesita medidas drásticas.”
“Dime lo que tengo que hacer.”
“Y es probable que ellos también estén esperando nuestra aparición. Están preparados, hagamos lo que hagamos, ellos aguardan por responder.”
“Estoy dispuesto.”
“Con esta situación, Stefan, puedes recuperar tu vida y ser lo que era antes. Puedes empezar de nuevo.”
“Quiero a mis hijos de regreso conmigo. Estoy dispuesto a todo con tal de conseguirlo, no deseo ninguna otra cosa más que eso.”
“Bien. Esa actitud es la que necesitaremos a partir de ahora porque será extremadamente peligroso.”
Una vez que dejo el móvil a un costado, me invade el absurdo pensamiento de si esto puede poner en peligro para siempre la vida de mis hijos. ¿Y si dañan a la madre delante de ellos? ¿O a alguien a quien aprecien en verdad? ¿Cuáles son los verdaderos límites que están a punto de estallar en medio de un caos como este? Algo me dice que no puedo confiar realmente en Donato, es un hombre que pierde fácilmente la razón, pero ahora se ha convertido en mi única esperanza.