Se Busca Mamá

CAPÍTULO 36

Narrado por SABRINA

 

—Ya están conmigo, cariño.

En cuanto escucho a mamá decir esas palabras, me levanto de un salto de la cama en la casa escondida que tenemos rentada junto a Wanda. Ella ahora mismo no está en el cuarto, yo sí pasando cosas en el móvil, cuando he recibido el llamado para que mamá me anuncie esa noticia que me deja de piedra.

—No puede ser—le digo con la voz quebrada—. Es una broma, ¿verdad? Tiene que ser una broma, cómo pudiste, mamá.

—Escucha, cariño. Debiste haber contado con mi presencia desde el primer momento.

Es una lucha constante la que tenemos con mi madre en lo que respecta al cuidado de los chicos y la puesta en marcha del plan para recuperarlos, al comienzo mi idea era que yo sola podría ya que no confío del todo en ella. Al comienzo tuvimos problemas con mamá en lo que respecta a cuál sería el devenir de los chicos, más los reclamos que tenemos de parte de quienes los reclaman. El comercio de niño es algo ilegal en muchos países, pero en otros no y mis padres hicieron nexos de venta de armas a entidades que tenían a cargo este oscuro comercio en ciudades de occidente con reglamentaciones vidriosas al respecto para ciertos fines, pero ilegales en última instancia.

Por ese motivo no quería que mamá y papá participen de mi intento de recuperar a los chicos, aspecto que se ha visto vilmente vulnerado, pero ahora ya están con ella. Los tiene. Y ya Stefan no.

—¿Cómo están ellos?—les pregunto.

—¿Por qué no te lo dicen ellos mismos?

—Mamá, ¿estás ahí?

Alenka.

Su inconfundible voz está al otro lado y de pronto me siento dolida por el hecho de haberla abandonado a cargo de Stefan hace años cuando creía que era una opción viable. Yo hice las cosas mal con ellos y ha llegado mi turno de remendarlo.

—¿Mamá?—insiste al otro lado.

Las lágrimas caen por mis mejillas y la voz sale quebrada desde mi garganta al exterior en cuanto hablo:

—Hi…hijita… Eres tú. Estás ahí.

—Sí, mami. ¿Te sientes…bien?

—Sí, cariño. Sí. Estoy bien. Solo emocionada. Mamá está muy feliz de volver a tenerles. Quiero verles a ti y a tu hermano y darles un abrazo tan fuerte.

—Habla con ella, vamos, dile hola—percibo a mi madre que habla también, pero al otro lado están los quejidos de Ulises.

—¡Nooo! ¡No quiero hablar con ella! ¡¿Dónde está papá?!

—Papá no está y no vendrá ahora.

—¿Por qué? ¡Quiero a papá!

—Bueno, ahí los tienes, en pleno berrinche—mi madre se devuelve el móvil al oído y me quedo con el corazón en los pies al caer en la cuenta de que están reclamando volver a Stefan.

Él cuidó de ellos.

Él sí se hizo cargo con responsabilidad de su bienestar.

Yo quisiera aprender, pero cuando tuve la opción, no sucedió otra cosa más que hechos tras hechos completamente horribles que no tendrían que haber pasado ellos. Mis propios problemas con las adicciones y mi mala vida no eran un ejemplo para nadie, hoy la culpa que llevo sobre los hombros es una sombra que me tiene atrapada en su oscuridad y no pretende dejarme en paz. Creía que tener la opción de volver a estar a cargo de los niños sería bueno para lidiar con esa presión en mi pecho, pero al parecer estaba equivocada, no consigo lidiar con esto y ellos ya no me aceptan en cuanto tal.

En Ulises es natural su rechazo hacia mí mientras que Alenka parece forzarse a sí misma con tal de un mínimo esbozo de cariño que no sale de modo genuino. El recuerdo que tengo de ambos es una expresión preocupada, dolida y los dos mugrientos, mientras que ahora son dos pequeños lúcidos con perspectiva de futuro que de pronto parece verse obstruida por mi aparición.

No quiero eso.

No para ellos.

Sí estar en la vida de ambos, pero Stefan parece prometer algo que conmigo no es viable que suceda.

¿Por qué este malestar no se apaga aún sabiendo que pueden ser míos otra vez?

—Hija, ¿sigues ahí?—me pregunta mamá.

Me aclaro la voz ante la sensación que está quebrada a mitad de camino entre mi pecho y mi garganta.

—S-sí, mamá. Aquí estoy.

—No tenemos mucho tiempo. Empaca tus cosas y dile a Wanda que también lo haga. Un coche pasará a buscarlas en veinte minutos y les traerá al terminal para luego vernos en un aeropuerto de Roma desde el cual partiremos a Estados Unidos. Tanto ustedes como mis nietos estarán bajo resguardo y seremos felices los cinco.

—¿Qué hay de papá?

—Deja que tu padre siga viajando por el mundo, no lo necesitamos.

—Mamá, ¿está todo bien entre ustedes luego del divorcio?

—No, cielo. Ni tiene por qué estarlo. Es el padre de mis hijas, pero ya no es mi marido. Ahora prepárate que no tenemos mucho tiempo. Tus hijos te esperan, cariño.

—Sí, mamá. Gracias.

—¡Date prisa, cielo! ¡Te quiero, chao!

Al colgar, la presión en mi pecho crece y crece hasta sentir que no quepo dentro de mí. ¿Es real todo esto? ¿Por qué siento que algo muy malo está a punto de suceder?

 




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