Se Busca Mamá

CAPÍTULO 39

 

Narrado por STEFAN

 

Acabamos de llegar al helipuerto cuando descubro que tengo el móvil lleno de mensajes y llamadas provenientes de la señorita Bello.

Mujer, espero volverte a ver y que me perdones. Espero te quedes conmigo cuando lo necesite, que me hagas feliz y me des consuelo, que me vuelvas a recibir en tus brazos y hacerme sentir con una esperanza por el amor, por la humanidad, por la solidaridad que tuviste al principio tanto con mis hijos como conmigo.

Me llama la atención su insistencia, pero ahora mismo no puedo ocuparme de esto: hay un avión privado aguardando por mi salida ahora junto a personas que no conozco en absoluto, pero que significan una inmensa esperanza en mi vida.

—¡Señor, estamos al salir!—advierte uno de los asistentes del matrimonio que me trajo en helicóptero hasta acá.

—¡Sí!—les digo—. ¡Voy!

Una parte de mí me indica que no es común la insistencia con la cual Tina me ha estado llamando, tratando de dar conmigo, por lo que mientras ando hasta allá, reviso los audios de ella. Aún al pie de la escalera, quedo de piedra.

—¡Stefan, atiende por favor!

—¡Es urgente!

—¡Se trata de los niños!

—¡Me llamó la madre, dice que están en París y que debes buscarlos ahora!

—¿Sigues ahí?

—¡Stefan!

—¡Ella está huyendo y dice que salves a los niños!
Pero qué diantres acaba de suceder. ¿Y si se trata en realidad de una trampa? No tengo un destino fijo más que el domicilio de los Jefferson y las localidades de subasta, esto puede hacernos perder el tiempo.

No obstante, hay más información en sus mensajes.

Habla acerca de alguna subasta que se está montando ahora mismo en París.


 

Narrado por ALENKA

 

—¿Dónde está papá? ¿Dónde está Wanda? ¿Y mamá? ¿Por qué ninguno de ellos viene con nosotros?

No he parado de llorar desde que nos sacaron del lado de nuestro papá y vimos la manera en la que nos apartaron de él.

Le han pegado, vimos cómo le hicieron salir sangre.

—Tranquila, niña. Ya te he dicho que a partir de este momento todos estarán bien. Ya deja de llorar que nadie te hará nada a ti ni a Ulises.

Hay muchas personas en este lugar, parece escondido, como esos lugares secretos de las películas, solo que mucho más terrorífico.

Tengo miedo.

Tenemos mucho miedo con mi hermano.

La idea de no volver a ver a papá, a nuestros perritos, a la señorita Bello, a la gente del pueblo ha empezado a tomar lugar en mis ideas y no puedo pensar en otra cosa más que suponer que esta gente hace cosas malas.

No entiendo cómo alguna vez confiamos en la señora Jefferson. Si ella fuera buena como asegura, no le hubiera enviado a golpear a papá para luego apartarnos en coches diferentes y subirnos en ese avión. No queríamos subir, pero nos amenazaron.

—Boba, deja de llorar—me dice Ulises por lo bajo.

Miro el libro que lleva y se lo saco de las manos para ver la fotografía de nuestro papá. Yo sabía que tenía una foto de papá el libro.

Lo sostengo y no consigo evitar que mis lágrimas humedezcan las hojas que tengo en frente ahora. Papi, dónde estás.

—Boba—insiste Ulises hablándome al oído esta vez—: Tenemos que escapar, esta gente no parece buena.

Le miro y luego a la señora Jefferson quien parece muy atenta conversando con otros hombres que cada tanto observan en nuestra dirección.

—Está distraída. Pero vamos a hacer algo malo, muy malo que les distraiga. He visto por dónde tenemos que correr para llegar a una salida que está por allá—. Me señala entre unas cuantas personas una puerta que hay hacia un costado.

—¿Cómo sabes que por ahí se sale?

—Porque vi a un hombre con cosas de limpieza.

—¿Y?

—Te pasa por no leer libros. Donde llevan las cosas de limpieza también se lleva la basura. Y la basura no se queda dentro, sale.

—¿Crees que por ahí tendremos que salir?

—Entre la basura.

—¡Guácala!

—Hay que hacerlo, Alenka. Yo te diré cuándo. ¿Ves esas copas de allá?—esta vez observo en la dirección donde me indica—. Las romperé todas.

—¿Cómo?

—Les tiraré el libro. Cuando estén distraídos, corremos.

—¿Seguro?

—Sí.

—¡Niños! ¡No se alejen, vengan a mi lado!—. Esta vez es la señora Jefferson quien acaba de gritar.

La miramos nada más mientras sigue hablando con el señor y ahora miro directo a Ulises para asentir, con fuerza.

—Sí, bobo. Lo hagamos.


 

Narrado por STEFAN

 

—Debemos cambiar el destino—me abalanzo en dirección a la cabina donde le doy las indicaciones a los pilotos de este avión.

—No podemos hacerlo, señor. Tenemos una ruta designada.

—Es urgente.

En mi voz la desesperación es palpable, sobre todo porque no tengo manera de constatarlo más que mis recuerdos y los pensamientos desde el primer instante en que los niños llegaron a mi vida para hacerme cambiar mi perspectiva acerca de todo. Siempre me respetaron, siempre supieron que yo existía, Sabrina les cuidó y amó, pero su familia tenía planes tenebrosos para ellos.

Sabrina los mantuvo apartados siempre.

Les protegió.

Si habló con Tina para indicarme eso, fue porque era su última carta para salvarlos y salvarme a mí mismo.

—Señor, pediremos ahora mismo autorización y saldremos con destino a París—me informa el piloto del avión y la esperanza comienza a dejar sus rastros en mi interior para luego alejarme, arrinconarme y en medio del despegue, comenzar a orar.

 




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