Se Busca Mamá

CAPÍTULO 40

Narrado por STEFAN

 

—¿Por qué le llaman subasta?

—Porque tiene un funcionamiento similar.

—Explícame, por favor.

—Stefan, puede que sea demasiado horrible.

—Explícame, Viktor.

Estamos en el vuelo e intento establecer comunicación por videollamada gracias a la red WiFi que tenemos en este sitio. Por momentos falla, pero aún así resulta ser buena ya que rara vez uno consigue comunicarse correctamente mientras anda por los aires.

No sé con qué finalidades Donato y Chiara o Viktor y Bianca usan estos vuelos con telecomunicaciones a bordo, como para que no puedan establecerse en lo terrestre, quizá se deba a asuntos cercanos a los míos como el problema que tengo ahora.

—Estos asuntos suelen ser muy delicados para gente que jamás ha escuchado hablar al respecto, Stefan. Puedo asegurarte que jamás ni yo ni mi esposa o ninguno de nuestros socios ha estado jamás metido en estas negociaciones que sí está el matrimonio Jefferson y probablemente si eso sucede, sería motivo para separar las aguas. Tenemos nuestros límites, que en algunas sociedades y países están inclusos regulados por ley.

—¿Subastar a dos niños es ley? ¿De qué rayos hablas, Viktor?

—No. Pero es factible comprar, por ejemplo, a una mujer o a una criatura hasta cierta edad que se considera oportuno. O bien, por su virginidad o por situación civil.

—¿Por qué pones eso como ejemplo al tratarse de mis hijos?

—Porque los Jefferson están detrás de negociaciones, por ejemplo, para vender criaturas con fines de adopción estamental.

—¿Qué? ¿Y esas personas que les “adoptan” solo van al juzgado y les registran en cuanto tal sin más?

—No es gratuito, eso en primer lugar. El precio inicial para hacer algo así es de veinticinco mil dólares y puede ascender hasta casi los cien mil dólares si es que también hacen negociaciones con la madre.

Parpadeo, asombrado.

¿A qué se refiere con eso?

Como si pudiera leerme el pensamiento, lo explaya aún más:

—El matrimonio Jefferson en los Estados Unidos al igual que otros en países latinoamericanos, europeos o africanos, llevan a cabo gestiones que constan en convocar madres fértiles para quedar embarazadas. Esas madres lo hacen con un tratamiento de fertilidad o de manera natural con quien vaya a ser el padre de la criatura. 

—¿Eso no es ya legal?

—No en todos los países ni en todos los estados, Stefan. Una vez que se inicia con ese pago, debes seguir dejando dinero que la sociedad comisiona con la madre del bebé, aunque claro que le terminan dando migajas. Por lo general, buscan personas con bajísimo poder adquisitivo y situación cultural e intelectual lamentable.

—Y así se hacen de una fortuna, Viktor.

—Y con la fortuna viene el poder. Con el poder, los nexos.

Me deja pensando para poder procesar la información. Una vez que considera que ha sido tiempo suficiente, consigo atar cabos y le pregunto:

—No todo lo que se hace es dentro de los estamentos de la legalidad y es por ello que permanece como un negocio que no busca únicamente la adopción, crianza y felicidad de esos niños.

—Primero, quienes quieren ser padres están siempre amarrados a la idea de que esta gente les pedirá dinero constantemente, al menos hasta que la criatura es mayor de edad. No vaya a ser que aparezca una madre que de pronto quiere recuperar a su hijo y acuse a dos personas que solo busca dar amor, de apropiamiento ilícito.

—Qué hijos de…

—Y segundo: muchos de esos niños suelen tener destinos mucho más lamentables, no quisiera decirlo ahora en voz alta porque la sola idea me hace pedazos y no quiero formularte ideas atroces en la cabeza, pero en ese sector es donde probablemente la señora Jefferson estén queriendo comercializar a tus hijos.

—Porque son mis hijos.

—Exacto. Y no de alguien más. Sabrina sabe de ello y por eso siempre los quiso relegar a tu cuidado, pero sin perder ella como madre.

—Perdió desde el minuto cero que ella misma fue sentenciada por su familia a una vida de oscuridad, estafas y mafias dolorosas.

—Lo siento mucho, Stefan. Pero conocemos esto y lo difícil que es combatir contra tales injusticias, no merecen los pequeños algo así. Te lo digo en tanto padre inclusive y no solo desde mi labor.

—¿Por qué con ella y no con Wanda?

—¿Con quién?

—La madre de mis hijos tiene una hermana. ¿Por qué quieren comercializar con la fertilidad de Sabrina y no con la de Wanda?

—¿Seguro Wanda es fértil?

Cielos.

Me lo pienso, me devano los sesos y tiene coherencia.

De la misma manera que tiene coherencia que esos padres ya hayan hecho negociaciones oscuras en el pasado con Wanda y con Sabrina.

Por ello escaparon ambas.

Por ello hubo un buen día en la adolescencia de Sabrina en que ella se fue lejos. A Polonia. En Varsovia. Donde finalmente la conocí.

Por ello Sabrina ha pasado toda su vida replegada en las drogas y en el alcohol, tratando de huir de la realidad escabrosa en la que siempre estuvo metida su familia y a la que ella intentó hasta el último minuto de escapar.

Suspiro.

Siempre odié y culpé a Sabrina por ello. No justifico la vida que hizo pasar a Alenka y a Ulises, pero Sabrina está presa en su propio dolor.

“Los hombres malos.”

La señora Jefferson impidió a Sabrina que ella me cuente lo de los niños porque ya tenía planes de venderlos, por supuesto que no sería tarea compleja quitarle los hijos a su propia hija drogadicta y alcohólica.

Desde el primer momento que Alenka y Ulises aparecieron en mi vida, tenían un miedo horrible a “los hombres malos”.

Esos que les andaban buscando.

Porque probablemente ya tenía los planes de venderlos y quizás la madre de Sabrina hasta cobró el dinero y debe entregar a los niños. Por eso es que se aparecieron en el pasado cobrándome un dineral que jamás entendí de qué provenía.




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