Narrado por STEFAN
Los niños se han ido a dormir y con Tina permanecemos en la sala, a media luz, con la TV iluminando el juego de sillones. Sirvo dos copas de vino suavignon y le acerco hasta el lugar donde está sentada de costado, afirmada en un extremo del sillón de tres cuerpos. Me acerco y le paso la copa llena. La recibe, me sonríe y me ubico a su lado. La luz tenue de la TV encendida con música reproduciéndose muy bajito nos destaca al frente.
—Gracias por haberme ayudado a cuidar a los niños mientras yo iba a buscar los regalos de Santa—le advierto, lo cual le arrebata una sonrisa.
—A ti por recibirme. Fue una sorpresa que hayan querido verme, una parte de mí pensaba que quizá no les podría encontrar.
—Tendrías que haberme avisado.
—Temía hacerlo, luego de todos los riesgos a los cuales estuvieron expuestos los niños, no sé la clase de gente que podría andar detrás.
—Hummm, es cierto. Tenemos que pensar vías de comunicación más seguras.Tengo que comprar teléfonos celulares y números extras.
—Todo esto parece de película, ¿cómo fue que llegamos a esto, Stefan?—me pregunta con extrañeza y su rostro se contornea con la luz, sus labios beben de la copa y añade—. Dios, está delicioso. Llevaba mucho tiempo sin probar una copa.
—Y yo sin compartir una.
—Stefan, me preocupé muchísimo por ustedes cuando recibí el llamado de Sabrina, creo que se me olvidó respirar hasta que supe que estaban bien. Fueron horas interminables…hasta consideré la idea de tomarme un vuelo a París.
—Y te creo, Tina. Te creo de corazón todo lo que has dicho y hecho por nosotros. No ha sido fácil sobrellevar todo esto, me siento feliz con tu compañía y espero que por mucho tiempo podamos estar unidos.
—Unidos.
—Así es.
—Sabes que tarde o temprano tendré que regresarme a Sicilia, ¿verdad?
—Claro—admito con un deje de dolor que debo sobrellevar con un largo trago a mi copa de vino que me ayuda a digerir la información.
—¿Qué hay de la casa de ustedes allá? ¿Cómo van las reparaciones? Vi que todo sigue igual, pasé algunas veces por ahí y me invadía una tristeza inmensa al ver las condiciones en las que esa gente horrible dejó el lugar.
—Solo me duele estar lejos de nuestros perros. Dejamos uno al que hirieron en una veterinaria en la ciudad, pero pudimos ubicarle un hogar mediante grupos de Facebook. Le hacemos el seguimiento y, por suerte, el bebé está excelente.
—¿Ustedes no tenían diez perros?
—Todos castrados, rescatados y en excelente estado.
—Así es.
—Ninguno se quemó en el incendio provocado.
—Gracias a Dios…
—Pero también les ubicamos un hogar con una familia que tiene un campo inmenso. Les envío dinero para que los puedan mantener, aquí no podemos tener animales porque es un contexto muy diferente, pero me encargaré de que esos animalitos estén bien y me estoy responsabilizando de ello.
—Comprendo. Lo fundamental ahora es que los niños estén a salvo.
—Así es.
—Stefan… No sabes el alivio que siento ahora al verles. No tenía idea de que les había tomado tanto cariño a esos niños, a ti… Hasta que les vi hoy al llegar. Fue como si mi alma volviese a encontrar algún lugar, sentirme segura otra vez. Sabiendo que están a salvo. Fue hermoso, en verdad. ¿Ya están completamente a salvo?
Queda un cabo suelto. Uno que no sabemos si vive o si no vive, pero lo cierto es que hasta el momento no ha vuelto a aparecer en nuestras vidas.
El señor Jefferson del que nada se sabe y espero que no aparezca tanto en la vida de Wanda, pudiendo complicar las cosas.
Intento despejar esa opción, acotando en relación a lo primero que dijo:
—Siento mucho haberte preocupado.
—No tienes que sentirlo, al contrario.
—¿De…de qué hablas Tina?
—No quiero apartarme de ustedes…
—No lo hagas, por favor.
Y no lo soporto más.
Me inclino en su dirección, buscando sus labios. Percibo que ella me lo permite y avanzo hasta sellar nuestra promesa en un beso.
Uno cargado de calidez. De amor.
De deseo.
Llevaba tanto tiempo queriendo hacer esto.
Dejo mi copa a un lado y tomo también la de ella.
Al dejarla sobre la mesita de noche, vuelvo hasta ella para seguirla besando desplegando todas mis ganas, llevaba mucho tiempo queriendo algo así para poder tenerlo finalmente.
Cargado de entusiasmo, la envuelvo en mis brazos y la siento de pronto como parte de este hogar, parte de nuestra familia. De todo el amor mutuo que nos invade.
—Tina…—murmuro—. No vas a dormir en el sillón esta noche, ¿verdad?—le pregunto, en un diminuto intersticio.
—¿Puedo?
—No deberías—le aseguro—. Creo que es mejor continuar esto en el cuarto.
—Vamos—propone.
Al pasar por el cuarto de los niños controlo que ya están durmiendo, cierro la puerta de su habitación y luego voy a la mía.
Tina se ha metido al baño.
Me voy al comedor, apago todo y, como nunca creí que sucedería, y menos a solo un día de navidad, me voy a la cama con la mujer más maravillosa que he conocido en mi vida.
Es cierto que las cosas no están del todo bien.
Tampoco del todo mal.
Pero hoy somos felices en tanto una familia y Tina está acá. Donde esté la familia, también estará siempre, para uno, su hogar.