Alexander salió molesto de la oficina y en estos momentos camina hasta su casa en donde tendría la entrevista después de que su asistente haya hecho un filtro, pero resulta que al hombre se le hizo fácil cancelar a todas para ahorrarse trabajo.
No te despido solo porque me eres de mucha ayuda, iba pensando mientras el enojo iba bajando, por un lado, entendía que este trabajo que le encargo no era nada fácil.
Al llegar a casa el portero le indica que habían llegado dos señoritas para la entrevista, inmediatamente que abre la puerta dos mujeres lo miran, pero los ojos de él solo se enfocan en una, no es necesario hacer más entrevistas, ha decidido quien de ella será su esposa sin más decir.
—Buenas tardes, señoritas, es un gusto que hayan asistido a esta entrevista, me presento como el novio que desea comprar una novia. —Dice de forma descarada.
—Mucho… —comenzaba a decir Gabriela, sin embargo, la despampánate rubia y de cuerpo espectacular se le adelanto haciéndola a un lado.
—Un gusto conocerlo, su asistente me llamo indicándome que el trabajo es mío.
Gabriela no puede evitar sentirse decepcionada, había puesto sus esperanzas en este empleo, sin importar el hecho de tener que sobajarse, dejar su dignidad a un lado para conseguir algo mejor.
—Eso es algo que yo decido señorita. —Habla Alexander dirigiéndose a las dos, viendo de la una a la otra—. Ahora les rogaría me dejen sus hojas de vida, la esposa ha sido elegida y nos comunicaremos con la indicada para hacerse efectivo el trato.
En sus pensamientos, la despampanante mujer estaba segura que el empleo seria para ella, si solo eran las dos candidatas era más que obvio que se decidiera por ella, la mujer que se encuentra a su lado no le llega ni a los talones en cuanto a belleza y personalidad.
Alexander le hecha una última mirada a Gabriela pensando en que es una lástima la decisión que ha tomado, nada bueno habrá para ella aquí. Le regala una sonrisa y ella se lo devuelve. Algo dentro de él se paró y no precisamente fue su corazón. Algo le provoco esa chiquilla.
—Fabricio, envíalas a casa y necesito hablar contigo. —le indica a su asistente mientras a las mujeres les tiende la mano señalando los folders que cada una trae y con los documentos ya en sus manos sale hacia su despacho sin despedirse de nadie.
Por el tono de su voz Fabricio sospechaba que su jefe se enteró de lo que planeo para librarse de entrevistar muchas mujeres.
Las mujeres caminan a la salida. Una llama al coche en el que había venido mientras que Gabriela no sabía cómo volver a casa ya que sus últimos ahorros los había usado para llegar aquí y por desagracia se da cuenta que su venida fue el balde. Al parecer el hombre guapo que había visto hace rato había decidido quien de las dos seria su esposa y claramente no era a ella a quien habían seleccionado.
—Disculpe —Se dirige a Fabricio quien espera a que ambas salgan—. Sería tan amable de préstame unos cuantos dólares para mi taxi.
No importaba que se viera muy necesitada, pero era necesario, no sabe ni siquiera en que parte de la cuidad era que se encontraba así que, como ha aprendido en estas últimas semanas, se tragó la vergüenza de pedir algo de caridad.
La otra mujer la miro de manera despectiva y mientras la volvía a mirar de arriba abajo le dedico una risa burlona.
—Ingenua, ¿Cómo pudiste creer que te elegirían a ti? Es más que obvio la decisión que tomo Alexander, pronto me estarás viendo en televisión mientras me caso con este hombre que esta demás decir es un bombón.
Fabricio se aguanta las ganas de reírse, la mujer habla como si tuviera resuelto todo, lo que no sabe es que su jefe es un hombre impredecible y hasta que no se llegue el día de la boda nada está asegurado. Le dio un poco de lastima escuchar que la chica le estuviera pidiendo unos dólares para el taxi, un instinto de protección surge en él y de alguna manera quisiera ayudarla, si su jefe opta por casarse con la mujer insoportable, el verá la forma de ayudarla, lo ha decidido.
—Claro niña, espera que me encargare de llevarte. —Y diciendo esto hace que vuelva dentro de la casa mientras la otra se marcha en el coche que ha venido.
—Gracias, es que conozco muy poco aquí —le dice cuando ya se encuentran nuevamente en la sala.
—No tienes nada que agradecer, espera aquí mientras termino los pendientes con mi jefe y después de eso soy libre para llevarte a donde sea que vivas.
Le vuelve a dedicar una sonrisa y Gabriela se siente en paz, tranquila, esa sonrisa es como un rayo de luz entre tanta soledad. No recuerda cuando fue la última vez que alguien le regalo una sonrisa genuina y no de lastima.
Lo ve desaparecer tras el mismo lugar por donde se fue el hombre que había llegado hace rato, y quien supone es el que está solicitando una esposa.
Dentro Alexander revisa detenidamente los documentos que tienen en sus manos, ha dejado de lado una hoja de vida donde solo se dedicaba a echarse flores y ahora está concentrada en la hoja de Gabriela, por un momento está incrédulo de lo que ve y lee.
—Señor aquí me tiene, he despedido a ambas.
—Fabricio, —Dice con voz molesta mientras coloca a un lado los documentos—. Me explicas como fue que solo dos mujeres llegaron a la entrevista.