Se compra esposa

Un nuevo mundo

Alexander despertó contento, al estirar sus manos encuentra vacía la otra parte de la cama, inmediatamente se incorpora buscando a su ahora esposa, la busca con la mirada por toda la habitación y no la encuentra, agudizo su oído para saber si se encontraba en el baño y no encontró ningún ruido, la brisa y el sonido de mar se coló de algún lado y eso le dio la idea de donde podría estar.

Camino hasta el balcón y efectivamente ahí se encontraba, se permitió admirarla por unos segundos, en definitiva, tomo una buena decisión.

—Buenos días, esposa.

Un susto fue lo que se llevó Gabriela al escucharlo, volteo a verlo y de pronto el recuerdo de ella durmiendo junto a él la hizo sonrojarse, toda esta situación en realidad; la boba, el cómo ocurrió esto, el contrato y sobre todo actuar como si nada.

—No le des vueltas más a lo mismo, ya lo hablamos permíteme mostrarte el mundo, ambos ganamos y ya no debemos discutir ni pensar más en esto así que solo disfruta.

Tal como lo dijo, la luna de miel fue maravilloso, estuvieron un par de días en aquella playa del caribe, disfrutando del sol, el mar y la arena. Alexander trataba de complacer a Gaby en cualquier cosa, tal como se lo prometió, quería mostrarle el mundo, se sentía tan bien haciendo eso que la sonrisa que adornaba su rostro era imposible que alguien la borrara. También decidió olvidarse por algunos días de la empresa y Fabricio le informaría solo si hay alguna emergencia y hasta ahora eso no ha ocurrido y eso lo agradece porque a el también le hacían falta unas buenas vacaciones.

Ahora están viajando a conocer algunos países de Europa, Gabriela nuevamente tuvo su ataque de pánico, aquella en que los peores escenarios se presentaban en su cabeza.

—Recuerdas el sonido del mar —Comenzó a hablarle Alexander para tranquilizarla—. jamás olvidare tu cara cuando viste y tocaste por primera vez el mar, recuerda eso y concéntrate en las sensaciones que eso provocaron, escucha el sonido que provoca al chocar contra las rocas, recuerda la sensación de la arena en tu piel.

Alexander recuerda a la perfección cada una de las facciones de Gabriela al estar frente al mar, cada una de esas cosas las va guardando en su memoria.

—Gracias por todo esto.

—Creo que esa palabra ya la he escuchado suficientes veces.

Ambos sonríen, lo peor ha pasado, ahora si permitió que le desabrochara el cinturón para estar más cómoda, Alex abrió sus brazos y ella se acomodó en su pecho, así como se había acostumbrado a hacer. Cualquiera diría que ha pasado algo más entre ellos, al final de cuentas son adultos y están casados, no hay nada que impida que ocurra lo inevitable, sin embargo, no han llegado a ese punto solo unos besos castos además de dedicarse a conocer lo esencial uno del otro y claro, dormir juntos, la confianza que él le da a ella solo ha hecho que se acerquen más.

Las emociones que ambos vivieron en esta pequeña luna de miel fue magnifica, con cada nueva ciudad nuevas emociones, experimentaba Gabriela, y Alexander solo se limitaba a verla disfrutar; amaba verla feliz.

Después de dos semanas recorriendo algunas partes del mundo, era hora de regresar. Alex recibió una llamada de Fabricio hace un par de días informado sobre un asunto delicado, su padre estaba tratando de tomar decisiones en su lugar y claro que eso no lo podía permitir.

Tambien estaba el hecho que tenían que llevar a control a Gabriela, su embarazo cada vez iba notándose más y era necesario llevar los cuidados necesarios, claro que el jamás había sido padre y no sabe cómo lidiar con este tema, ni siquiera se había atrevido a mencionarlo, lo haría el día de hoy cuando estuvieran instalados en su casa.

El cansancio más el embarazo termino por vencer a Gabriela y de regreso a la que sería su casa, se quedó dormida. Despertó cuando se encontraban frente a la casa que recuerda a la perfección, ¿Cómo olvidar una casa con tanta opulencia, cuando has vivido entre la miseria? Aun así, sus ojos se abrieron como platos, eso es lo que le provocaba aquella casa de la que solo vio una mínima parte.

Alexander se apresuró a tomar a Gabriela en sus brazos como cualquier marido normal hubiera hecho.

—¿Qué haces? Bájame por favor que nos vamos a caer.

—Es la tradición, así que bienvenida a la que será su casa a partir de ahora señora Johnson. —Jugaba con ella a llamarla de esta forma ya que era bien sabido por él la molestia que causaba en ella al ser llamada de esa forma. En su país no se acostumbran esas cosas de usar el apellido de su esposo.

Los empleados los vieron llegar sonriendo, para ellos también es extraño esto, ya que fue de conocimiento público la forma en que había adquirido esta esposa por lo tanto dieron por sentado que la mujer con la que se casó el patrón era una mujer ambiciosa y sin escrúpulos que acepto venderse; verlos de esta manera les cambiaba la idea que tenían, aunque deberían esperar más para conocerla mejor.

Alexander la cargo hasta atravesar el umbral de la casa.

—Ahora sí, bienvenida a esta que será tu casa.

—¡Es hermosa! —Fue lo primero que pudo exclamar ya estando en el suelo.

—Me alegro que te guste y de una vez te digo que si algo no te gusta tienes la facultad de cambiarlo, recuérdalo y grábalo en tu cabeza, esta es tu casa.




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