Se compra esposa

Viviendo con el enemigo

La hora de la cena había llegado, Alex llego hasta ella y la despertó con calma, verla dormir despierta en él sentimientos que jamás pensó experimentar, esta chiquilla le causa ternura, una ternura que no piensa confundir con algo más.

—Es hora de cenar, ¿quieres que te suban la cena aquí? Entiendo si estas cansada.

—No, prefiero bajar.

Y diciendo esto bajo en compañía de su esposo hasta el comedor donde ya habían comenzado a servir la cena, todo olía delicioso y su estómago fue el más feliz. Se sentaron a comer en silencio, todo marchaba bien hasta que llegó la hora del postro, solo ver el pastelito que le habían puesto enfrente se le hizo agua la boca, lástima que su estómago no estuviera de acuerdo con eso ya que al primer bocado que dio unas intensas nauseas la invadieron haciéndola correr al baño. Adiós a la deliciosa cena que hace poco disfruto.

Alexander fue tras ella, Gaby al notar su presencia inmediatamente cerro la puerta y no fue hasta que su estómago termino de vaciarse y que se recompuso, abrió la puerta encontrándose con su rostro algo molesto, pero aun cuando las cosas estuvieran yendo por un buen camino ella no iba a permitir que la viera de esa manera.

—¿Estas mejor?

—Si lo estoy.

—¿Quieres que te preparen algo más? —Pregunto sin saber cómo actuar en estos casos.

—No, solo quiero descansar.

Sin decir más camino hasta su habitación y después de asearse se dispuso a dormir, no le dio mayor importancia al hecho de que no acataron la orden de nada de huevo en ningún alimento, claramente alguien quiso hacerle una maldad, pero todo eso se lo guardaría, lo último que desearía es armar un escándalo por algo tan insignificante.

Alexander llegó unos momentos después, y antes de que durmieran le mostro una pequeña agenda en donde anoto la clínica a la que asistirían mañana y el horario, después se metió a la cama con ella como se ha vuelto costumbre y enseguida ambos quedaron dormidos.

La mañana fue para Gabriela otro martirio, empezando porque al despertar las náuseas la invadieron nuevamente, hasta ahora su embarazo había sido tranquilo, nada de síntomas, incluso recuerda que se enteró que estaba en estado por el retraso en su menstruación; al parecer ahora les ha dado por aparecer los achaques propios de una mujer en estado.

Se terminó de arreglar porque hoy era un día en el cual hablaría con su esposo de ciertas situaciones que no habían podido tocar para no arruinar la “luna de miel”

Su día se puso interesante al llegar al comedor y ver en esta sentado al señor que identifica como su suegro, a Alexander no lo veía por ningún lado, su ausencia le dio miedo ya que no sabía cómo actuar frente a este señor que a simple vista parecía imponente. Dio un respiro profundo y se preparó mentalmente para lo que este hombre le diría, recuerda a la perfección su rostro el día de la boda y como en ningún momento ese hombre le dirigió la palabra y solo recibió de él una mala palabra, y en esta ocasión no se dejaría de este, no permitiría que la tratasen mal.

—Buenos días —comenzó saludando al hombre.

—No diría lo mismo —Respondió de forma seca, eso la dejo muda, definitivamente este hombre no es de los que quisiera tener cerca por ninguna circunstancia—. Pero siéntate que te cansaras estando ahí parada como si te hubieran salido raíces.

—Si quiero sentarme lo hare, pero en estos momentos no tengo gana de hacerlo —Incluso a ella le sorprendió la respuesta que acaba de dar, poco a poco tenía que ir aprendiendo a darse su lugar no solo como la esposa de Alexander sino como la mujer con derechos que es.

—¡Niña! Con esa actitud no lograras nada —Hablo exasperado el suegro, incluso dio un manotazo a la mesa para intimidarla más, algo que a simple vista no logro porque vio como ella ni siquiera se inmuto con el manotazo. Lo que él no sabe es que ella estaba acostumbrada a estos tratos, a los gritos, manotazo y golpes que se volvió inmune.

—Con la suya tampoco, así que vayamos poniéndonos claros, si usted desea algo de mí, comience por poner el ejemplo, pide atención y respeto yo exijo lo mismo, le guste o no esta ahora es mi casa y como tal debe respetarme.

Una risa se escuchó en toda la casa, jamás imagino que una mujer tan insignificante cono ella le plantaría cara, siendo alguien más diría que es una mujer con carácter, sin embargo, tratándose de ella esto solo es señal de su mala educación al no respetarlo por lo que es.

—No niña, tu no me vas a exigir nada, si quiero puedo hacer que todo esto desaparezca, hablare claro contigo y espero entiendas el mensaje a la primera. No eres la mujer que deseo para mi hijo, él te eligió solo para llevarme la contraria, piensa que esta es una manera de revelarse a mí, tu solo estuviste en el momento indicado para que te eligiera como su esposa, así que no te pongas en ese plan altanero porque no conseguirás nada bueno de eso, no hay nada que mi hijo me niegue y mis influencias pueden hacerte desaparecer de su vista.

—De usted no deseo nada y de verdad deseo que entienda que al manipular a su hijo de esa manera lo único que está propiciando es que él se aleje de usted. —Hablo con calma ignorando el tono de voz amenazante que uso con ella—. Si usted sigue con esta actitud será el culpable de que él no quiera verlo será usted y anda más que usted y si no soy la mujer que considera adecuada ese ya no es su asunto; me case con su hijo no con usted ahora si me disculpa tengo cosas que hacer.




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