Se compra esposa

No puedes cambiar lo que soy

Enfrentarse a la realidad después de las vacaciones que se había tomado le estaba costando un poco más de lo que imagino durante el tiempo que duro su luna de miel se había desconectado del mundo por lo tanto nadie lo había molestado hasta ahora.

Desde tempranos los teléfonos no dejaron de sonar, muchos de ellos eran mujeres con las que anteriormente había estado pidiendo hablar con él, no entendía la reacción de estas mujeres.

Lo que más llamo su atención fue que su padre estuviera del lado de la mujer que supuestamente seria su esposa, incluso la llevo hasta su casa para metérsela hasta por los ojos, el día estaba a punto de terminar y no se había levantado de su escritorio poniéndose al día. Al fin había terminado los pendientes, se levantó y dio un respiro a su cuerpo.

—Señor ¿Hay algo más que se le ofrezca?

—Nada Fabricio, descansa, nos vemos mañana.

Antes de salir recordó algo de lo que se había olvidado preguntar.

—Espero no se moleste por lo que le preguntare—Habló con algo de temor—. Solo quiero saber ¿cómo se encuentra la señora Gabriela?

Su pregunta le tomó por sorpresa, era claro que entre ellos se había formado una amistad en el tiempo que trabajaron juntos, y claro que tenía que preguntar por ella.

—Bien, está bien, gracias por preguntar —Respondió no muy convenció y agraciado de que le hay hecho aquella pregunta.

—Me alegro mucho señor, espero que su visita al ginecólogo el día de hoy estuviera bien.

Cuando escucho esto cayó en cuenta que había olvidado algo muy importante, tal vez no para él, pero si para la que ahora era su esposa, si los medios se llegaran a enterar de que había asistido sola al ginecólogo lo más probable es que comenzaran a despotricar contra él por ser in insensible que no se preocupaba por la salud de su esposa embarazada.

Se levantó sin decir más, tomo su cosa con prisa y manejo de igual forma hasta su casa en donde buscaba pedir una disculpa a su esposa por no haberla acompañado a una cita muy importante. Cuando llegó a casa pregunto por ella a la primera muchachita que se atravesó a su paso.

—¿Sabes dónde se encuentra mi esposa? —Le pregunto esperando ansioso por verla.

—Se encuentra en su recamara señor, no tiene mucho que llegó, no sabría decirle de dónde. —En sus palabras se podía oír claramente la cizaña que quería sembrar en su patrón, son embargo, este no fue consiente del tono de voz que uso para acusar a su esposa de algo.

Camino hasta la habitación y la ubico, efectivamente dormía, por momentos y como se le había hecho costumbre admiro su semblante tranquilo mientras descansaba, su respiración pausada, tan tranquila haciéndola parecer un ángel, se acercó con sigilo hasta la cama. Había olvidado algo importante y se daba cuenta con nostalgia que sería difícil cambiar prioridades en su vida, estaba tan acostumbrado a no rendir cuentas a nadie y mucho menos preocuparse por algo más que no fuera su trabajo y la lucha por la aprobación de su progenitor. Con melancolía se dio cuenta que sería difícil hacer cambios a algo que no estaba dispuesto a cambiar por más que le gustara la mujer que se encontraba frente a él.

Para cuando Gabriela despertó ya Alex no se encontraba en la habitación así que no pudo notar su presencia, él ya había bajado a pedir que prepararan la cena. El cansancio había terminado por vencer a la mujer embarazada quien recordó con preocupación las indicaciones que había dado la doctora, claramente tendría que hablar con su ahora esposo para contarle esto y analizar de qué manera esto afectaría al contrato que tenían, ya que no estaba dispuesta a poner en riesgo a su hijo.

Miro la hora y este le indico que era ya de noche, su estómago le recordó que era hora de la cena, se levantó de la cama y se dirigió al baño donde se puso decente para bajar a cenar.

Cuando había llegado al pie de la escalera se encontró con su esposo. Desde hoy en la mañana que lo había visto platicar con una mujer indeseable no se había cruzado en su camino.

—Justo iba por ti para cenar. —Expreso al verla.

—Ya estoy aquí —respondió con mucho ánimo, definitivamente el embarazo estaba haciéndose presente dejándola más cansada de lo normal.

Caminaron de la mano hasta el comer donde cenaron en silencio, solo se escuchaban los sonidos de los cubiertos al tocar la vajilla.

—Me gustaría ofrecerte una disculpa, quería acompañarte con la ginecóloga, pero tuve que lidiar con trabajo aplazada por nuestra luna de miel. —La disculpa era sincera y lo demás lo dijo sin ninguna mala intención, sin embargo, para Gabriela las palabras sonaron distintas, era como si le reprochara que por su culpa acumulo trabajo por culpa del viaje que hicieron, lo que él llamo “luna de miel”.

—Lo entiendo y sobre la visita al ginecólogo hay un tema que quiero tratar con usted. —A Alexander se le hizo extraño la forma en que le habló, sonaba a como le hablaban sus demás empelado.

Siguieron comiendo en silencio hasta que nuevamente llego la hora del postre, se veía delicioso y quiso devorarse lo que le había puesto enfrente. Nuevamente error. Al primer bocado termino corriendo hasta el primer baño que encontró volviendo la cena en el váter.




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