Se compra esposa

La noche en que cambió todo

Alexander había llegado de su viaje directo a la oficina para poder dar indicaciones y elaborara los informes de los acuerdos que trajo, Fabricio y él se enfrascaron en el trabajo olvidándose por momentos del mundo exterior.

Mientras tanto Gabriela disfrutaba de una deliciosa comida, con el tratamiento y los alimentos adecuados se había sentido excelente y mañana tenia cita nuevamente con la doctora para el seguimiento de su embarazo. Mientras comía recibió un mensaje de Alexander indicándole que había llegado de su viaje pero que tenía asuntos urgentes que atender en la oficina, que la vería más tarde.

Ella sonreía porque ya se había acostumbrado a recibir mensajes de su esposo quien a todas horas preguntaba por su salud y la del bebé.

Enseguida que terminó de comer quiso ver algo en la televisión, solo que no pudo ya que de pronto sintió mucho sueño, ese también era un síntoma de su embarazo y por más que trato de abrir los ojos no pudo y al final se quedó dormida.

Despertó sintiendo una ligera molestia en el vientre y una sensación extraña en todo su cuerpo, a la cual no le tomo mucha importancia; posiblemente eran las ya conocidas nauseas que había dejado de sentir por algunos días. Cuando estas se intensificaron no tuvo más remedio que levantarse de la cama a prisa hasta llegar al baño y no causar un desastre en la habitación, su cabeza estaba sumida en el baño sacando la deliciosa comida que había llegado a sus estomago hace unas horas.

De pronto no solo fueron las náuseas, comenzó a sentir como la ligera molestia se convertía en dolor en la parte baja de su vientre, pensó que tal vez se debía al esfuerzo que había hecho mientras vomitaba, trata de calmarse y solo pensar cosas positivas, nada le podía pasar a su bebé era lo que se repetía una y otra vez en su cabeza cuando los dolores comenzaron a ser tan intenso nublándole por instantes la vista trato de salir del baño pero el dolor no desaparecía, lo que hacía era aumentar más hasta que no los pudo soportar más cayendo desmayada en medio del baño y sin nadie a su alrededor que pudiera ayudarla.

Mientras tanto Alexander volvía de la oficina con unas enormes ganas de ver a su esposa a quien hace unos instantes le había enviando un mensaje preguntándole si tenía algún antojo que pudiera comprar de camino, solo que no recibió ninguna respuesta y eso le causo un poco de intriga, en su mente pensó que tal vez se haya quedado dormida.

Justo cuando iba llegando a casa una de las sirvientas lo intercepto diciéndole que había un pequeño problema en una de las habitaciones y necesitaba que lo acompañara para que buscaran alguna solución. Junto a esta petición traía un vaso con agua que sabía que tomaba siempre que llegaba a casa, por el cansancio este acepto con gusto refrescarse un poco antes de ir a ver a Gabriela.

—Iré después de ir a ver a mi esposa. —Le dijo enseguida que se terminó la bebida que le ofreció y comenzó a caminar hacia las escaleras, detenido nuevamente por su voz.

—Señor esto urge por favor.

—No sé porque me estas pidiendo estas cosas, ya tuviste que haberle hablado a alguien del servicio para que viniera a arreglar el problema y no esperar hasta que yo llegara —Le hablo en forma cortante, porque por algo les pagaba a todas.

—Disculpe señor, pero el día de hoy me quede sola en casa y no sabía bien cómo actuar.

—¿Cómo que sola? Y las demás.

—La señora de la cocina tuvo una emergencia y las demás chicas también, su esposa aceptó darles el día.

—Bien, vayamos a ver el dichoso problema —Respondió resignado, amaba mucho su casa como para dejar que un pequeño problema se volviera grande, vería que es lo que pasa para buscar una solución y después solo quería darse un baño antes de meterse a la cama con Gabriela.

Cuando llego a tal lugar se dio cuenta de lo absurdo que le resultaba ver las cosas que esta mujer había preparado, enseguida que vio todo se dispuso a dar la vuelta y en definitiva la tendría que despedir por haber osado pensar que podía hacer algo con ella, en otro tiempo tal vez sí, no hoy. De pronto la mujer tímida que la había recibido en la entrada cambio toda su actitud y de un solo jalón se quitó el uniforme quedando solo en ropa interior. Alexander no entendía que era lo que estaba ocurriendo y por segundos se quedó enfrascado viéndola, solo fueron unos segundos que bastaron para que la mujer se tomara el atrevimiento de acercarse hasta él y comenzar a besarlo. No es que Alexander fuera de piedra, pero en esto momentos se quedó así, sin saber que hacer o como actuar, se había quedado en shock viendo como la mujer la veía con ganas de comérselo.

—Estás loca mujer ¿Qué crees que haces? —Le dijo mientras la alejaba asqueado de lo que estaba intentando.

—Solo quiero complacerlo patrón, sé que usted tiene necesidades, necesidades que su esposa no puede darle —Le hablo al odio de forma sensual haciendo una revolución en Alexander.

—Estás loca —volvió a repetirle—, por favor vístete. —Diciendo esto hizo amago de caminar hacia la entrada para salir de esta situación tan embarazosa.

—Señor yo puedo complacerlo —hablo la mujer y eso solo causo más enojo en él.

—Y considérate despedida, no te quiero más cerca de mí. —Sentencio Alexander antes de tomar el pomo de la puerta la cual solo dejo entreabierta ya que la mujer se abalanzo sobre él besándolo con deseo, furia y pasión, por momentos de dejo llevar, solo fueron segundos en los cuales ella aprovecho para quitar su camisa.




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