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Hoy les dejo la nota al incio para dvertirles que preparen sus pañuelos. No tengo mucho que decir asi ue disfruten el capitulo de hoy y espero sus comentarios.
La llegada al hospital estuvo llena de los gritos desesperados de Alexander para que atendieran a su esposa mientras esta permanecía en absoluto silencio, no decía más ni lloraba más, estaba tratando de asimilar lo que sucedía en completo estado de estupefacción.
Alexander movió todas sus influencias para que la atendieran lo más rápido posible y con los mejores médicos, la ansiedad también lo consumía a él, recordaba que hasta hoy en la mañana las cosas estaban bien, a pesar de que no se habían visto por algunos días la comunicación estaba siendo efectiva. Jamás se imaginó que a esta hora estaría en la sala de un hospital en la espera de noticias de su esposa y su hijo al que había comenzado a apreciar a pesar de que aun o había nacido, ya se lo imaginaba y en sus locos sueño pensaba como sería la convivencia con un niño; todas esas posibilidades estaban por terminar, algo en su interior le decía que así sería.
Dentro los doctores se miraban uno a otro, no había nada que hacer.
Gabriela no era consiente de nada, después de que la habían metido a la sala de emergencia había perdido el conocimiento y en estos momentos se encontraba en un plácido sueño; corría por el prado tras sus ovejas mientras a lo lejos veía a su familia, a sus hermanos y padres, todos le sonreían, ninguno le reprochaba los supuestos errores que cometió.
—Hija, que hermoso es que esta tu hijo —Cuando su madre le decía esto, ella volteo a ver y a lo lejos estaba una creatura con rostro angelical quien le tendía la manita para que lo tomara.
Así lo hizo y sintió una enorme calidez, estaba en paz y no había nadie que pudiera interrumpir su felicidad, se quería quedar aquí, no había necesidad de huir más, este era su hogar y el lugar al que pertenecía.
—Te amos hijo, gracias por llegar a mi vida.
—También te amo, fuiste una excelente mamá. —Sus palabras no las comprendía y no quería hacerlo, solo lo abrazo regando besos por todos lados, llenado de caricias su rostro mientras la creatura se retorcía de la risa, feliz de que su madre le dedicara estas caricias.
—¿Puedo ir con mis abuelos a jugar? —Le pregunto mientras le ponía la cara más tierna que tenía.
—Por supuesto mi amor, dales un beso de mi parte. —Le dijo en forma de secreto.
—Claro mami.
Comenzó a correr hacia donde estaba su familia, justo antes de llegar a ellos escucho por última vez su tierna voz.
—Prométeme que seguirás siendo feliz sin mí por un rato, mami, pronto volveré a estar contigo.
No tuvo tiempo de responderle, despertó de golpe dándose cuenta que estaba en un sueño, trato de levantarse y ubicarse y por momentos no podía, recorrió con la mirada la habitación y se encontró con unos ojos hermosos. Por segundo se quedó anonadada en ellos hasta que cayó en la realidad y flashazos de lo que había ocurrido llegaron hasta su mente dedicándole una mirada fría al hombre que no dejaba de verla.
—¿Qué ocurrió? —Fue lo primero que pregunto, necesitaba respuestas.
—Tienes que tranquilizarte, llamare a los doctores para que sean ellos quienes te expliquen.
—No, quiero que lo hagas tú, explícame tú —Demando.
No se había movido ni un milímetro, tenía miedo de llevar sus manos a su vientre y descubrir que estaba vacío, no quería mover las piernas y descubrir un tubo saliendo de ella simplemente no se quería mover para descubrir la terrible verdad, no quería creerlo y no lo creería, es como si evitando moverse lograra algo.
—Por favor —Suplico ya al borde de las lágrimas.
Alexander al verla de esta manera también tuvo ganas de llorar, un nudo en la garganta se había formado y no podía expresar palabras ya que probablemente terminaría en llanto.
—Déjame ir por el médico —Al fin pudo hablar y salió de prisa de la habitación para que ella no lo viera de esta manera, tenía que ser fuerte por ella, él seria su sustento en estos momentos, seria quien este a su lado para superar esta etapa de su vida que estaba seguro sería difícil.
Habían pasado dos días en lo que ella permaneció en un estado de coma, según los doctores fue su manera de protegerse contra lo que vendría al descubrí lo que había pasado con su hijo porque sí, en efecto aquel bebé por el que ella fue capaza de todo hasta llegar a venderse, no lo logró, había dejado de luchar y dejo de tener vida. No se pudo hacer nada, el tiempo era muy poco como para intentar salvarlo, a veces las cosas ocurren de esta manera y Gabriela fue una más de aquellas estadísticas en las que un desbalance de presión provocó una pérdida irreparable.
Para Alexander enterarse de todo esto fue un duro golpe, en aquel momento y cuando el médico le dio la noticia lloró en el hombro de su asistente y amigo en ese instante, lloró por no haber podido conocer a aquel angelito que su madre esperaba con ansias, lloró por él porque no tuvo oportunidad de demostrar que había llegado a amarlo, lloró por todo y por nada, pero sobretodo lloró porque sabía que después de lo ocurrido Gabriela nos sería la misma.