Se compra esposa

Una despedida no definitiva

Llegó hasta el lugar que fue su casa durante un año, año que había pasado demasiado rápido entre aprendizajes y nuevos comienzos, Gabriela deseaba con todo su corazón que las cosas hubieran ocurrido de otra manera; no fue así y es momentos de continuar adelante, con el corazón aun herido tenía que dejar al hombre que había aprendido a amar.

Al adentrarse en su hogar pudo notar que reinaba un absoluto silencio, no podía escuchar ni el murmullo de las personas de servicio, nada, al parecer todos habían marchado a algún lado, camino hasta su habitación, era momento de hacer las maletas.

Antes de llegar a su destino escuchó gemidos en una habitación cercana, por su mente pasaron muchas cosas, se imaginó que alguien más pudiera estar dentro, o que alguien invadió su casa para venir a hacer cosas indecentes, o tal vez era alguien del servicio jugando porque no se encontraban los patrones; jamás pasó por su cabeza que la persona que se encontraba dentro pudiera ser el mismo que le dijo que la amaba, el mismo que la lleno de cariño y comprensión, el mismo que dijo que jamás la abandonaría y dejaría que volviera a estar sola.

Sin embargo, lo que su mente se negaba a creer era lo que estaba ocurriendo, Alexander se encontraba en paños menores, disfrutando del momento con una mujer que no identificaba.

Quedo estática por instantes ¿Cómo reaccionas? ¿Qué haces cuando vez al hombre que dijo que te amaba encima de otra? ¿Cómo manejas la situación? Carraspeó para que se dieran cuenta de su presencia, obligó a sus ojos para que no soltaran una lagrima traicionera, Alexander se dio cuenta de su presencia, se levantó de golpe; no se suponía que las cosas debían ocurrir de esta manera, este no era el plan.

—Gabriela —Logró decir en un susurro, no sabía que más podía hacer o decir.

—No digas nada.

Antes de salir Gabriela se acercó hasta la cama para poder ver quien era la mujer que se encontraba en la cama, un gemido de sorpresa se le escapó de los labios la conocía y no podía creer que esto fuera real, posiblemente esto tenga una explicación, misma que no tenía ganas de escuchar.

—Mi trabajo aquí ha terminado —Dice Emma saliendo de la cama y paseándose por la habitación desnuda sin ninguna decencia, encontró su ropa y se la puso bajo la atenta mirada de la pareja que no sabía qué hacer, que decir o cómo actuar.

Cuando Emma salió Alexander corrió hasta ella y la abrazo, en este momento ella sintió repulsión porque la estaba abrazándola desnudo después de estar entre las piernas de la mujer que acaba de salir.

—Prometo que todo esto tiene una explicación.

—Sé que así será, siempre hay una explicación para lo obvio —Hablo con calma, y en sus palabras había burla.

—Escucha por favor, esta mujer llego exigiendo ciertas cosas, mismas que tenía que cumplir si no quería que…

—Mira, no quiero escuchar nada —colocó un dedo sobre sus labios para que dejara de hablar—, vístete y te espero en la habitación, necesitamos hablar.

No tuvo que decirlo dos veces, mientras Gabriela salía, él busco su ropa y se la puso; corrió hasta el cuarto al entrar por la puerta la observa caminar de un lado a otro, la ve meter en una pequeña maleta la poca ropa que trajo consigo misma que jamás imagino que seguía guardando.

—¿Qué haces? —Pregunto tomando su mano e impidiendo que siguiera guardando más cosas.

No escucho ninguna palabra de su boca, se quedaron mirando uno al otro como desafiándose, mientras lo hacía Alexander reflexionaba; había pasado ya un año desde que decidió comprar una esposa, desde que decidió poner en el periódico un anuncio en busca de una mujer para complacer a su padre, un padre que ahora no está, un padre que se marchó en una tarde de abril dejándole un vacío en el pecho y no hablaba de irse de su lado porque lo peor de todo es que lo tenía junto a él, era más una metáfora a su vida ya que, en el momento en que madre partió a un lugar mejor, este dejo de ser su padre, se volvió una persona fría y sin sentimientos o tal vez ya lo era y solamente no se había dado cuenta.

La cláusula que se firmó hace un año había llegado a su fin y desde hace tiempo imagino que las cosas terminarían de otra manera, no como hoy.

Gabriela se soltó de su agarre y termino de meter lo poco que quedaba, cerro la maleta y la tomo entre sus manos dispuesta a irse.

—Puedes llevarte la ropa que te obsequie. —Dijo al darse cuenta que no había mucho que pudiera hacer, se marcharía de su lado; tanto fue lo que lucho para evitar este final y nada fue suficiente, ella se estaba marchando de su lado y al parecer no había vuelta de hoja.

Busca que ella responda, pero no lo hace. Sus silencios constantes se volvieron parte de su día a día, fue después de aquella perdida en que la mujer que se encontraba a su lado dejo de ser lo que era. Gabriela se cerró a todo dialogo decente, callaba la mayor parte del tiempo y solo respondía cuando era necesario, como en aquellas cenas y reuniones en los que tenía que aparentar ser la mujer perfecta, demostrar que eran una pareja que se amaban, nada más lejos de la realidad.

Ella se limitó a cumplir la parte del trato, fue una esposa comprada y como tal se comportó, ahora el contrato había llegado a su fin; en sus manos tenía un documento que acreditaba que ella no deseaba renovar nada, lo había decidido de camino a casa, solo que antes pensaba explicarle la naturaleza de su decisión. El destino les jugo chueco, y ahora cada uno tenía una perspectiva diferente del otro.




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