Se compra esposa

Pagando cuentas

Gabriela veía la escena con orgullo, desde que vio entrar a los dos Alexander una sonrisa triunfal se había alojado en su rostro, el señor que siempre la humillo se encontraba estupefacto viendo como su emporio regresaba a las manos correctas, a aquellas que de manera injusta se las había arrebatado.

Vio como el amor de su vida se acercó hasta donde se encontraban dando el discurso, sus ojos conectaron solo por unos instantes en donde ella sintió como aquel amor la distancia solo hizo que aumentara, no menguo ningún poco aquel sentimiento que se había alojado en su corazón y ahora que lo volvía a ver comprobaba que lo amaba con fuerza. Sabia a la perfección que con la caída de este hombre podrían comenzar a forjar una nueva historia.

La mujer que se encontraba a su lado estaba terminando de dar su discurso y aquel que puso atención escucho a la perfección cuando ella dijo que la empresa seguiría manteniendo el mismo nombre en honor a su hijo a eso ella también le sorprendió ya que es hasta este momento que se viene enterando que aquella mujer con la que ha convivido y se había mantenido en contacto era en realidad su suegra.

Hacia cerca de un año que por azares del destino conoció a una mujer mientras tomaba algunas clases de cocina, desde el primer instante hicieron migas y aquella mujer fue crucial en su mejora como mujer de sociedad, jamás ella sospecho que fuera alguien cercano a la familia del esposo que la había comprado, sin embargo, cuando llego la hora de marchar se puso en contacto con ella diciéndole que tenía una cuenta pendiente con él y que la ayudaría a cobrársela.

—Gracias por este recibimiento, es momentos de volver a nuestras labores.

Con esto dio por finalizado el discurso que había iniciado viendo como toda la gente comenzaba a dispersarse, aquellos socios que aun habían quedado se acercaron a felicitarla y se fueron retirando poco a poco al escuchar que ella los había citado para una reunión formal para el día de mañana.

Ambos Alexander se encontraban en la misma posición de hace unos instantes, ya todos se habían ido y en aquella sala de reuniones solo se encontraban ellos 4.

Qué alegría volverte a ver.

Al fin hablo la mujer mayor al ver que nadie en aquella sala se atrevía a pronunciar palabra.

—Tú estabas muerta.

—Eso es lo que tu creías o quisiste creer, después de lo que me hiciste preferiste creer que me habías matado a pensar que me tuviste postrada a una cama durante más de diez años.

—Alto ahí, necesito que comiencen del principio y me digan que es lo que está ocurriendo aquí, porque solo me están confundiendo con sus insinuaciones.

Se escuchó la voz firme de Alexander jr. quien hasta ahora no podía creer que aquella mujer que se encontraba frente a él fuera la que estaba imaginando, obviamente con los años se veía diferente, pero no podía negar que esos ojos y ese rostro nunca lo olvidaría aun cuando hayan pasado 15 años desde su partida, misma que se daba cuenta no fue como su padre se lo contó.

—Cállate Sara, no digas nada de lo que te puedas arrepentir.

—¡Nunca vuelvas a callarme! durante años lo hiciste y cuando por fin tuve el valor de tomar mis cosas y huir con mi hijo tu me descubriste y lo que hiciste después fue de canallas.

—Déjense de rodeos y habla de una vez y tu padre no creo que tengas el derecho de mandar a callar a alguien que claramente tiene algunas respuestas para mi así que te suplicaría la dejes hablar y tu solo limítate a escuchar. —Estaba siendo duro con su padre, pero cada quien tienen lo que se merece y ese hombre no se había ganado ni la más mínima consideración.

—Y antes de que continúes, solo aclárame mi sospecha, ¿Eres… es que acaso eres mi madre? —le había costado formular la pregunta y al momento en que termino la oración su voz ya sonaba entrecortada.

Sus miradas habían conectado y las palabras sobraron en ese momento, solo se fundieron en un abrazo llorando ambos.

A este punto Gabriela se sentía una intrusa presenciando aquello así que con el mayor sigilo posible comenzó a caminar para poder salir de aquí sin ser vista, su trabajo aquí había terminado y la sonrisa de satisfacción que tenía en sus ojos al ver derrotado al hombre que se creí intocable e invencible no se le borraría en mucho tiempo.

Pero justo antes de llegar a la puerta escucho la voz del hombre que siempre la humillo.

—¿Ahora te retiras pequeña, cobarde? ¿Quién te crees para estar presente en esto que claramente solo nos compete a nosotros?

El abrazo entre madre e hijo se había roto al escuchar aquellas palabras, Gabriela lo veía con odio y como se juró aquel día no permitiría que este la siguiera tratando de esta manera, así que camino hasta estar cerca de él y poderlo encararlo. Antes de que dijera alguna palabra escuchó la voz del hombre que ama, mismo que no aguanto la forma en que su padre le había hablado y estando aquí se sentía valiente, ya no tenía miedo de enfrentarlo directamente.

—Ni siquiera porque te encuentras en esta situación mides tus palabras, padre y de una vez te advierto, a mi esposa la respetas y dejas de hablarle de esa forma que la próxima vez que escuche que la trataras mal o quieras humillarla no responderé con palabras.




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