Alexander veía con horror el anuncio en el periódico de la mañana, se había levantado algo tarde y ya no pudo despedirse de su esposa e hija que se fue a la escuela, por eso ahora no puede evitar sentirse molesto al ver la nota, no había a quien reclamarle.
“Se compra esposo”
Era el titular de aquel anuncio mismo que lo regresó al pasado y una sonrisa ilumino su rostro recordando ahora con alegría como fue que llegó a su vida el amor de su vida, habían pasado muchas penurias antes de que pudieran al fin estar juntos, el camino estuvo lleno de espinas y baches. Por fortuna el amor logró vencer y ahora puede decir sin mentir que es inmensamente feliz y pleno.
—Ángela, ¿la señora dejó dicho si volvía temprano a casa?
—No señor, solo me encargo que le diera el desayuno y le mostrara el periódico porque al parecer ella tiene una reunión con algunos benefactores.
—Gracias Ángela.
Tenía razón cuando Gabriela dijo alguna vez que esta mujer era un ángel caído del cielo, porque desde que llegó a vivir a su casa como la nana de su bebé que ahora ya no era tan bebé, la casa había adquirido un aura muy diferente y de eso se daba cuenta cualquiera que llegara a visitar su casa.
Terminó de desayunar y con el periódico en las manos se dirigió a su auto y de ahí al corporativo Johnson, necesitaba aclarar con su mujer la naturaleza del anuncio.
Cuando llegó a las instalaciones veía con rareza como los empleados lo veían extraño, hace muchos años que dejo la presidencia del corporativo y era la mejor decisión que pudo tomar porque ahora tiene su propia empresa que, después de algunos años se encuentra posicionada entre los mejores de bienes raíces. Ahora las encargadas de esto eran su esposa y su madre.
—Buenos días señor Alexander, ¿a quién busca?
—Señorita, ¿Es real lo que me está preguntando? Si sabe quién soy ¿verdad? —pregunto molesto por la forma en que lo estaban tratando, después de todo esta fue su casa durante muchos años y la mujer que le estaba respondiendo fue su empleada.
—Disculpe señor, pero la señora dejó dicho desde recepción que nadie que la viniera a buscar puede pasar porque está sumamente ocupada.
—¿Sabes que soy su esposo? Esa mujer me las va a pagar por la humillación que me está haciendo pasar —Camino enojado hacia el elevador sin escuchar los gritos desesperados de la recepcionista—. Ya me las pagarás —Murmuraba mientras esperaba dentro de la caja metálica.
Al abrirse el elevador lo recibió ¿su asistente?
—¿Fabricio? De verdad eres tú.
—Buenos días señor, ¿a qué debemos su vista? —pregunto usando el mismo tono que usaba cundo alguien llegaba a visitar a su jefe.
Al Alexander escuchar el tono en que le hablo Fabricio se dio cuenta de algo; Se estaban burlando de él y lo tenía claro.
—Por favor ya díganme de que se trata todo este absurdo, desde que llegue a recepción me trataron como a cualquiera, después tu hablándome de esta forma. ¡Por favor!
—Tranquilícese señor y tome asiento y sin enojarse cuénteme la naturaleza de su visita, ¿será acaso relacionado con el anuncio del periódico?
Exasperado, Alexander se sentó en el sofá más cercano sin entender que sucedía.
—Sí, vine a reclamarle a esa loca mujer ¿Qué pretende al hacer dicho anuncio?
—¿Trae alguna hoja de vida? Digamos que para considerarlo dentro de los candidatos —Pareciera que lo estaba ignorando y eso no le estaba gustando, pero en la noche le haría pagar todas a su esposa. Decidió seguirles el juego.
—Lo siento, no lo traigo, pero déjeme decirle que no hay hombre más calificado para el puesto que solicita la señora.
—Perfecto, esperemos que la señora lo pueda recibir para que sea ella quien le de la entrevista.
—¡Papi! —Se escuchó la voz chillona de la pequeña Ángela mientras corría a los brazos de su padre a quien había extrañado esta mañana.
A Fabricio no le quedo más que resoplar, la chiquilla les había arruinado el plan.
—Ángela, quedamos que no saldrías de la oficina de mamá.
—Pedon tío Fabi, pero mi pancita tenía hambe —Hizo unos pucheritos que a los dos hombres aquí parados les dio demasiada ternura y se derritieron ante la espontaneidad de esta niña.
—¿Dónde está mamá?
—En el baño vomitando. —respondió como si nada.
Escuchar esto hizo que Fabricio se levantar de golpe y sin preguntar nada camino hasta la oficina preocupado por lo que su hija dijo hace unos instantes.
Al llegar la buscó por toda la oficina y no la vio, camino hasta el baño y la encontró con la cabeza agachada en el váter, era real lo que su hija le había dicho. Verla de esta manera le preocupo, sin decir palabra se acercó hasta ella y sostuvo su cabello y sobaba su espalda mientras ella seguía vomitando como si el alma se fuera en ello. Algunas arcadas lo invadieron, pero trató de ser fuerte para su esposa.
—¿Te encuentras bien? —le pregunto cuando al fin se levantó del baño y ahora se lavaba la boca.