El recuerdo de los besos que Gabriel le dio a Amelia la noche anterior, aún ardía en sus labios y corazones. Fue un momento de ternura que terminó en pasión, un encuentro de almas que les hizo sentir una conexión profunda. Ahora, al encontrarse nuevamente, sus miradas se cruzan y ambos son conscientes de la magia que los rodea. Mientras se saludan con una sonrisa, cada uno revive las emociones vividas, y sin poder resistirse, se acercan lentamente para sellar su reencuentro con un tierno beso que refleja el creciente interés y la atracción mutua que los envuelve.
La suave brisa primaveral acariciaba el rostro de Amelia y Gabriel, mientras caminaban tomados de la mano por el pintoresco parque. Los árboles verdes y flores en plena floración creaban un escenario idílico para su cita romántica.
Sentados en un banco, rodeados de un halo de complicidad, Amelia y Gabriel compartieron risas, sueños y anhelos. Las palabras fluían con naturalidad, y cada confidencia profundizaba aún más su conexión, parecía que no había barreras capaces de separarlos.
El sol descendía lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo con tonalidades doradas y rosadas. En ese momento mágico, Amelia y Gabriel se encontraron cara a cara con sus sentimientos más profundos. La atracción que los había unido desde el primer momento se intensificó, y las miradas revelaban la pasión contenida que ambos habían guardado hasta ese momento.
A pesar de los deseos intensos y pasionales que arden en sus corazones, Amelia y Gabriel no se sienten completamente seguros de llevar su relación a un nivel más íntimo. Pesa más la opresión emocional por los secretos no revelados, a pesar de la atracción sexual reprimida que los consume. Ambos saben que, si se permitieran encontrarse en sus propios apartamentos, la tentación sería abrumadora y podrían dejarse llevar por la pasión desenfrenada, por eso prefieren lugares concurridos.
Sin embargo, son conscientes de que todavía no están listos para enfrentar ese nivel de intimidad, ya que primero necesitan deshacerse del peso de sus secretos y establecer una base sólida de confianza mutua. Por ahora, se contentan con encuentros en lugares neutrales, donde pueden disfrutar de la compañía del otro sin sucumbir a los deseos carnales que amenazan con desbordarse.
Mientras sentían la electricidad que circulaba en sus cuerpos cuando se tocaban, Amelia y Gabriel se encontraban sentados en un banco del parque, disfrutando de su compañía, pero algo inesperado estaba a punto de cambiar el curso de su encuentro romántico.
En ese momento, un mensaje interrumpe su conversación. Amelia toma su teléfono y lo lee con expresión de sorpresa.
Horas después, Amelia y Gabriel llegan a un salón de eventos impresionante, donde la música, ambiente y la risa llenan el aire. Mientras se mezclan con los invitados, disfrutan de la fiesta, bailando y riendo juntos. Sin embargo, a medida que avanza la noche, Amelia nota a un hombre misterioso que la observa de lejos.
Gabriel no le dio importancia, pero unos minutos más tarde, aquel hombre se acercó a Amelia, con una mirada cargada de sorpresa.
Amelia se tensa y trata de ignorar a ese individuo que apareció de la nada y después de varios años la ha reconocido. En sus nervios, ella no sabe de quien se trata, si es alguien con quien se cruzó en algún momento de su vida o peor aún, está relacionado con aquella estructura criminal. Intenta parecer casual y mantener la compostura.
La incredulidad se apoderó de ella mientras trataba de asimilar lo que acababa de ocurrir. Los secretos del pasado parecían haber encontrado una forma de salir a la luz, en el peor momento posible. Ella era quien iba a tomar la iniciativa de contarle todo a Gabriel, pero no de esta forma, como si deliberadamente quisiera ocultarlo.
Gabriel, por su parte, se encontraba en un estado de shock y confusión. Era evidente por el nerviosismo de Amelia que algo estaba pasando. Ella había tratado de actuar natural, tratando de convencer a ese hombre que se había equivocado de persona; pero ya había aprendido a conocer sus reacciones y sabía que Amelia estaba mintiendo, sus nervios y lenguaje corporal, la delataban. No podía entender lo que estaba sucediendo y la miraba atónito esperando una explicación.