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5. ¿Confías en mí?

—Fue… Fue poco después de que terminaron y él se quedó a tu lado para protegerte. En especial, se enteró de que ella estaba embarazada cuando estaba contigo en el refugio, cuando todo tomó estado público.

Parpadeo, intentando digerir la información.

Por supuesto que sabe de mí.

Por supuesto que sabe de lo que me ha sucedido con Pawel.

Me ha tenido más presente de lo que ella misma hubiese querido, ¿cómo no me va a odiar dadas esas codiciones?

—Pero no fue un embarazo de mucha data. Nikodem estuvo con ella desde el primer minuto, pero la derivó conmigo para los controles porque estuvo con pérdidas hasta que, antes de llegar al segundo mes, bueno… No fue viable. Hicimos estudios y, al parecer, cualquier embarazo que Nastia decida encarar no será viable.

—Oh, cielos—. Me llevo ambas manos al pecho sin imaginar lo herida que ella ha de estar, aunque también me formulo algo más—. ¿Nikodem perdió a un hijo mientras estaba conmigo y no me dijo…nada?

—Fue el mes más difícil de tu vida, por supuesto que no iba a decirte nada en absoluto. Todo nuestro grupo se lo tenía prohibido.

—¿Le contó a todo el grupo de amigos, pero a mí que soy la madre de su hijo…de Ivo…no se atrevió a sincerarse?

Suelta un largo suspiro y me toma de las manos.

Miro a Ewa, intentando que mis pensamientos no se reflejen en mi rostro. Pero ella sigue hablando, como si supiera lo que está pasando por mi mente y por mi corazón, me siento completamente herida.

—Nastia siempre fue manipuladora, siempre encontró la forma de tener a Nikodem bajo su control, incluso después de que lo dejaron. Le prohibió que se vea conmigo o con sus amigos porque cada uno tiene sus esposas, incluyendo Jana que está con Svitlana, pero a todas les tenía celos, Nastia no lo dejaba en paz. Pero, Madalina… yo lo he visto contigo. He visto cómo te mira, cómo te cuida, cómo habla de ti cuando no estás cerca, he visto lo maravillosa que eres y lo mucho que Ivo y tú han iluminado su vida. Créeme, lo que él siente por ti es real.

—Ella dice que está conmigo por pena.

—No es lástima, no es compasión. Es amor, del más puro. No tengo duda alguna de que es lo mismo que te sucede a ti con él.

—Pero… ¿y si…? —Mi voz se quiebra antes de que pueda terminar la frase. Ewa me mira con esos ojos serenos, llenos de certeza.

—¿Y si qué? —pregunta suavemente.

—¿Y si ella aún puede manipularlo de alguna manera?—explico, sintiendo cómo mi corazón se estruja. No puedo evitar pensar en la manera en que Nastia me habló, en cómo su tono estaba cargado de resentimiento y en esa certeza con la que insinuó que Nikodem solo está conmigo porque Pawel me habría matado—. O aun peor: ¿y si tiene razón?

Ewa niega con la cabeza.

—No, Madalina. Nikodem no es un hombre que se deje manipular, estaba con Nastia porque creía que era lo correcto y no la quería dañar. Ni siquiera mantenían una relación formal, aunque fue en cierto modo prolongada. Ese vínculo con Nastia terminó porque él se dio cuenta de quién era ella realmente, si no hubiese visto con mis propios ojos los estudios, dudaría inclusive de ese embarazo que tuvo porque sospecho que él la envió conmigo por el mismo motivo, no estaba feliz, seguro ni tranquilo hasta entonces. Y luego llegaste tú. Tú le diste una razón para dejar todo eso atrás.

Sus palabras son reconfortantes, pero la semilla de la duda ya está plantada en mi mente. A pesar de lo mucho que quiero creer lo que Ewa me dice, no puedo evitar preguntarme si hay algo más, algo que no sé, algo que Nastia aún pueda tener sobre Nikodem.

—Es que yo… Simplemente creo que no puedo dejar de pensar en lo que dijo Nastia —admito, con un suspiro tembloroso—. Dijo que él me salvó solo por pena… que yo no sé defenderme sola.

Ewa me observa por un largo momento, sus ojos se evidencian llenos de una mezcla de compasión y firmeza.

—Madalina, no puedes dejar que las palabras de una mujer amargada te definan, superaste a un monstruo que intentaba arruinarte la vida y fuiste mucho más habilidosa en defenderte de lo que crees o de lo que pueda decir cualquiera. Sé quién eres. Eres fuerte, eres valiente y has pasado por cosas que muchas personas ni siquiera pueden imaginar. Y sigues de pie.

Quiero creerle, pero esa voz en mi cabeza, la que duda, la que se siente tan pequeña e indefensa, sigue susurrando que tal vez Nastia tenga razón. Tal vez Nikodem me vio como una víctima más que como una mujer capaz de ser su igual.

Ella me abraza y yo correspondo, pero sigo con el corazón pendiendo de un hilo. Mis pensamientos siguen girando en torno a lo que acaba de contarme. Siento una mezcla de tristeza, celos, miedo… y algo más, algo que no puedo definir del todo. Pero sé que necesito respuestas. Y sé que solo hay una persona que puede dármelas.

—Te quiero, Madalina. Y también a Niko y a Ivo, merecen ser felices.

—G-gracias… Ewa… Yo también a ti y a tu familia.

—Hablando de familia, ¿dónde fueron esos chiquillos?—. Ella se aparta de mí e intenta cambiar de tema yendo en dirección al corralito donde mi hijo juega con sus hijos y se escuchan las risotadas de los tres e intento enfocarme en ello, aunque sé que todo cambia para siempre ahora que sé que Niko me está intentando ocultar algo tan grave y tan fuerte. Me lo ocultó estando conmigo.

Fue para protegerme, ¿verdad?

No tengo motivos para desconfiar de él, ¿verdad?

Si Nastia intenta acercarse nuevamente a él, me lo contaría, ¿verdad?




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