Seguir Adelante

8. Niko vs. Pawel

La puerta se cierra de golpe detrás de Pawel y sus abogados. Si el ambiente sacaba chispas en la oficina antes, ahora se vuelve eléctrico en un segundo. O explosivo en términos extremos.

Nikodem se pone de pie de inmediato, con sus músculos tensos y su postura agresiva, evidenciando que cada fibra de su ser se prepara para lanzarse sobre Pawel y arrancarle la yugular con los dientes. No hay palabras amables, ni saludos fríos; solo odio puro ardiendo en sus ojos.

—¡Tienes una orden de restricción por un motivo, grandísimo desgraciado!—grita Nikodem, con su voz cargada de furia contenida durante años. Se adelanta un paso y siento cómo la tensión en el aire se vuelve tan densa que casi corta la respiración. Cada segundo que pasa parece un desafío a lo inevitable.

Pawel no retrocede. Se queda en su sitio, con la espalda recta y una expresión de desdén grabada en el rostro. Él sabe que tiene la sartén por el mango en esta negociación y lo demuestra con esa arrogancia fría que lo caracteriza.

—Esa orden de restricción es un chiste y lo sabes—responde con una calma que solo intensifica la rabia de Nikodem. Pawel y su gente no dejarán que Nikodem se le acerque y no podemos echarlo todo a perder ahora—. Tenemos absoluto control sobre ella y no tiene razón de ser así que podemos desestimarla para sentarnos y comenzar a tratar sobre lo que corresponde a cada quien.

Nikodem da otro paso hacia adelante y siento que su control está a punto de romperse. Veo la violencia latente en sus ojos, el deseo de poner fin a todo esto de la manera más rápida y definitiva. Pawel lo percibe y no se inmuta; parece incluso disfrutar del odio que provoca, entre tantas otras emociones y sentimientos severamente negativos. Por todos los cielos, ¿esta es la persona con la que Ivo deberá crecer en cuanto referente de paternidad? Debe de ser una broma.

—Eres un cobarde y un abusador. No deberías estar aquí, no deberías estar cerca de ninguno de nosotros. Ni de Madalina, ni de Ivo. ¡Y te juro que si vuelves a intentarlo, no voy a esperar a los abogados!

—Qué pena que un profesional de la salud mental haga este tipo de amenazas, debes de querer otra mancha en tu currícula profesional luego de la suspensión temporal que tuviste en el pasado, Nikodem.

—Cómo te atreves a amenazarme.

Pawel se ríe y todo parece elevarse cada vez más.

El señor Aldrich se levanta de su silla de golpe, interponiéndose entre los dos hombres antes de que la situación se salga completamente de control.

—¡Basta!—exclama, con su voz firme cortando el ambiente cargado; de hecho debería de llevar el cartel de PELIGRO: ALTA TENSIÓN—. Aquí estamos para negociar, no para pelear. Esto no ayudará a nadie y menos a Ivo. Ambos cálmense.

Me aferro a la silla, sintiendo cómo mi corazón late frenéticamente. Todo esto me supera. Las palabras de Nikodem, la provocación de Pawel, la tensión insoportable. Intento respirar, pero cada bocanada de aire se siente pesada, como si los pulmones se negaran a funcionar correctamente. Quiero gritar, quiero llorar, pero sobre todo, quiero que esto termine aunque sé que apenas empieza.

Pawel suelta una risa fría, apenas un susurro que se siente como una bofetada cargada de un vil ácido.

—Nikodem, tienes suerte de estar aquí, detrás de una mesa, porque sabes que fuera de estas paredes no durarías ni un segundo contra mí o contra mi gente. Esto no es un juego y si quieren que llegue a un acuerdo, será bajo nuestros términos porque estamos siendo generosos al sentarnos a conversar con ustedes dos.

Nikodem aprieta los puños, luchando por contenerse, pero la rabia lo consume.

Aldrich coloca una mano sobre el hombro de Nikodem, empujándolo suavemente hacia su silla.

—Vamos a sentarnos y a resolver esto de manera civilizada—dice Aldrich con la autoridad de quien está acostumbrado a apagar incendios como este—. Tenemos que discutir los términos, lamentablemente no hay otro camino.

Nikodem se desploma en su silla, respirando con dificultad, pero con los ojos fijos en Pawel, como un lobo que vigila a su presa. Pawel, por su parte, se acomoda lentamente, como si todo esto fuera solo un juego que disfruta demasiado. Me siento atrapada entre ellos, entre el odio y la manipulación, sin saber a dónde mirar.

Pawel cruza los brazos y se inclina hacia adelante, su tono cambia, se vuelve más calculador, casi como si hablara de un simple acuerdo de negocios. Los abogados de Pawel dan la introducción a la conversación y Pawel es quien se encarga de traducir lo que creemos haber entendido si es que están hablando en serio respecto de lo que se acaba de proponer.

—Quiero que Madalina cese la orden de restricción. No hay razón para mantenerla y todos sabemos que puedo hacer que el juez la revoque tarde o temprano. Además, quiero que deje de escribir sobre mí y sobre “violencia doméstica”, tiene mil maneras más de hacerse la artistas, podría ponerse a escribir sobre bricolages o sobre amores entre lobos y vampiros, ¿no leen eso las mujeres ahora? No necesito que me sigan difamando en cada artículo o cada publicación de manera “artística”, madre mía.

—Eso es inaceptable, no puedes ordenarle a Madalina cómo desempeñar su arte verdadero, no se “hace” la artista, pero qué podría saber un cerdo de…—responde Nikodem de inmediato. Pero Aldrich lo detiene con una mirada; necesitamos escuchar más antes de saltar a conclusiones. Pawel se gira hacia mí, con su mirada penetrante y casi condescendiente, como si ya hubiera ganado esta batalla.

—Madalina —continúa Pawel, su tono es calculado, casi suavizado, pero cada palabra lleva un filo—, entiendo que tienes tus preocupaciones. Por eso, puedes supervisar las visitas y salidas con Ivo, al menos al principio. No tengo problema con que estés presente para que veas que no soy una amenaza para él.

—¿Qué? No vas a…

—Madalina—interviene uno de los abogados de Pawel—. Si no cedes a que Pawel, en tanto legítimo padre del niño, pueda ver a su hijo, serás demandada penalmente por secuestro, extorsión en tus obras publicadas, desprestigio con pruebas contundentes y por lucrar de manera ilegítima difamando a mi cliente lo cual implicará tu revocación inmediata de la custodia de Ivo. Así que tu decides: tomamos el camino de las buenas, o nos vamos por el camino de las malas. Te lo advierto de buena manera, Madalina: seremos implacables.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.