—Madalina. Qué sorpresa que hayas decidido contactarme. No pensé que lo harías.
La observo, intentando leer algo en sus ojos, alguna intención oculta o algo en su tono que pueda darme la pauta de entender qué piensa. Pero Nastia siempre ha sido una incógnita, un misterio envuelto en una seguridad que me resulta desconcertante…a decir verdad, desde el instante cero en que supe de su existencia.
—Necesitaba hablar contigo—respondo, con la voz tensa y dejo el té sobre la mesa, mis manos aún están un poco temblorosas luego del hecho que acabo de vivir con Ivo. No veo la hora de volver a escribirle a Pawel y a sus padres a fin de que me digan cómo sigue mi hijo. Intento despojarme un momento de esas ideas para centrarme en Nastia—: Necesito algunas respuestas, por eso te pedí venir y…agradezco en verdad que hayas aceptado.
Ella asiente, tomando asiento y apoyando un codo en la mesa, recargando su barbilla en la palma de su mano de modo casi despreocupado lo cual intimida aún más mi corazón vuelto un caos.
—Por supuesto, Madalina. Estoy aquí para lo que necesites. ¿En qué puedo ayudarte? —Su tono es casi dulce, pero la condescendencia se filtra por debajo de cada palabra—. Oye, lo digo de manera genuina, quiero saber de ti y qué está sucediendo, si eres importante para Niko, lo eres para mí.
El corazón se me perfora al escuchar el tono pasivo agresivo de esas palabras.
Acto seguido viene un camarero a tomarme un pedido y mi cabeza está tan nublada que apenas soy capaz de pedir únicamente un café cortado, pero ella se pide un capuchino con dos masas finas.
—Te invito la otra, es tarta de manzana invertida, mi favorita—dice ella lo cual me lleva a preguntarme en qué momento nos hicimos amigas.
El camarero se va y ella queda esperando mi respuesta.
Me esfuerzo por mantener la calma, por no caer en provocaciones, hasta que al fin soy capaz de abrir la boca:
—Seré directa y absolutamente franca contigo, Nastia: Quiero saber por qué estás en contacto con Nikodem. Y también necesito saber si tienes algún tipo de relación con… Con Pawel.
Nastia parpadea y luego suelta una pequeña risa, como si lo que acabo de decir fuera la cosa más ridícula del mundo.
—Oh, Madalina, por favor—dice, negando con la cabeza—. ¿Pawel? ¿De verdad crees que tengo algo que ver con él? Lo único que sé de Pawel es lo que veo en las noticias. La forma en la que lo expusiste fue... —hace una pausa, sonriendo un poco—, bueno, fue valiente. Aunque tal vez no muy prudente.
No tiene ni la menor idea de lo que ha sido estar en mi lugar y pasar por lo que yo pasé, pero reaccionar como la leche cuando hierve sería un error.
La forma en que lo dice, con esa sonrisa, con ese tono casi burlón, me revuelve el estómago. Pero intento mantenerme firme. Necesito más, necesito entender si ella está realmente involucrada o si solo está jugando conmigo.
—¿Entonces no estás involucrada con él de ninguna manera?—pregunto, mirándola fijamente, buscando cualquier atisbo de mentira en sus ojos.
—No lo estoy. Te lo aseguro, linda, tampoco es que quisiera estar vinculada de alguna manera a ese tipo, no me da buena espina—responde, y por un momento parece sincera, pero con Nastia nunca se sabe—. Pawel es...alguien peligroso y para peor de males, alguien con poder, Madalina. Y lo último que quiero es complicarme más la vida de lo que ya lo está. ¿Qué te hace pensar tal cosa?
—Olvídalo, prefiero no seguir en ese camino—admito dando un largo suspiro.
Asiento, dejando que sus palabras se asienten en mi mente, aunque la duda sigue presente. Pero antes de que pueda continuar, Nastia cambia de tema y veo cómo su expresión se vuelve un poco más seria, su sonrisa va desvaneciéndose lentamente.
—Quiero hablar de Nikodem, Madalina. Y no me malinterpretes, no estoy aquí para pelear, ni para provocar un conflicto. Pero... aún lo amo. —Sus palabras son directas, sin adornos, y siento cómo mi corazón se aprieta en mi pecho—. Lo conozco. Lo conozco mejor que nadie. Y creo que está equivocado al elegirte a ti. No lo digo por defenestrarte ni por atacarte, no es esa mi intención en absoluto. Solo lo digo con honestidad, siempre soy honesta con lo que siento, con lo que soy y con lo que hago. Él está contigo por pena, no conozco a un hombre con un sentido más grande de compasión que él, a mí misma me protegió de cierta situación de vulnerabilidad, no se compara a lo tuyo, pero es su perfil psicológico. Bah, tampoco soy psicóloga, soy empresaria y los tipos psicológicos son moneda corriente en mi trabajo para saber cómo tratar con ellos.
Me muerdo el labio, intentando no mostrar cuánto me duele escuchar eso. No quiero que vea mi debilidad, pero la verdad es que sus palabras son como pequeñas dagas que se clavan una y otra vez. Ella sigue hablando, como si necesitara sacar todo lo que tiene dentro.
—Sé que no te gusta escuchar esto, pero siento que lo estás limitando. Que él está contigo porque te necesita proteger, porque se siente responsable de ti, eso estuvo muy marcado en su elección vocacional y me lo ha reconocido en cierta ocasión durante el tiempo que él y yo estuvimos juntos. Pero Nikodem no es alguien que deba estar atado a una relación solo por compasión. Él tiene un espíritu libre y me duele verlo atrapado en algo que tal vez no sea lo mejor para él.
—Nastia—le interrumpo, con mi voz temblando ligeramente, intentando mantener la compostura—, Nikodem está conmigo porque quiere. Sé que es difícil para ti aceptarlo, pero lo amo, y sé que él me ama. Puede que tú…en el pasado…hayas sido parte de su vida, pero ya no lo eres. No de la manera que piensas.
Nastia asiente lentamente, como si estuviera considerando mis palabras de manera seria. Pero luego, se inclina hacia adelante, con sus ojos clavándose en los míos, llenos de una intensidad que me descoloca y más aún ante el hecho de ser consciente de que una parte de mí cree en sus palabras.