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21. El pacto

Después de una llamada que hemos tenido con Nikodem hace un rato, siento una especie de energía renovada, una determinación que me empuja a tomar el control de todo lo que ha estado pasando.

Le he escrito en varias ocasiones a Pawel y a su madre hasta que por fin he conseguido una foto de Ivo mostrándome que juega con cochecitos. Lo están llenando de juguetes para ganarse su cariño, ahora veo por dónde irá la pulseada por el amor del niño y es que si no me lo quitan por las malas, lo harán por las buenas y bajo una cuestión de tiempo.

Por la tarde me reúno con el señor Aldrich, mi abogado, en su oficina. El lugar es elegante, lleno de estanterías con libros de leyes y un gran escritorio de madera oscura que parece más pesado que el total de todas mis preocupaciones. Aldrich me recibe con una sonrisa profesional, pero cuando me siento frente a él y le expongo lo que tengo en mente, veo cómo su expresión se torna seria al estilo “okay, vas a jugarte la cabeza con esa carta”.

—Madalina, hacer público lo que ha sucedido con Pawel... no será fácil. Hacer esto puede tener consecuencias legales, sobre todo considerando que Pawel tiene un equipo legal muy poderoso detrás de él—dice, su tono lleno de advertencia, pero no de desaliento—. Lo que sí debemos tener en consideración es que…bueno, en su momento darle estado público al tema te salió a favor. El punto es que está Ivo de por medio esta vez.

—Una vez que Ivo vuelva conmigo, ni loca vuelvo a cederlo a esos monstruos—respondo con firmeza—. Pawel y sus padres son la misma calana y estos últimos encubren a su hijo de la manera en que lo hacen. Pawel ha utilizado todas sus influencias para manipular la situación, para mantenerme bajo control. Pero estoy cansada de esconderme, de sentir miedo cada vez que se presenta una audiencia, cada vez que tengo que ceder a Ivo en sus brazos. Quiero que el mundo sepa lo que ha hecho, quiero exponerlo y buscar apoyo donde sea necesario.

Aldrich se queda en silencio por un momento, evaluando mis palabras. Luego asiente lentamente, como si estuviera comprendiendo por fin mi resolución.

—Entiendo. Podemos trabajar en ello. Podemos reunir las pruebas, los testimonios, y hacer un comunicado una vez que Ivo regrese contigo. Pero debo advertirte que esto puede volverse en contra si él consigue algo de todo lo que tenga en mente y aún no lo haya manifestado en sus amenazas, y me refiero a algo con resultados tanto para ti como para Ivo. Pawel no va a quedarse de brazos cruzados. Si decides dar este paso, tienes que estar preparada para las repercusiones incluso si de perder a tu hijo se trata.

—Si dejo que mi hijo termine haciendo efectiva la guarda compartida con Pawel, ahí sí que lo habré perdido por completo—respondo sin titubeos—. No hay nada más que temer. Ya he vivido con miedo demasiado tiempo y ahora es el momento de actuar. He visto lo que están haciendo y si no lo resuelvo pronto con determinación, se habrán llevado todo ya en mi vida y no puedo permitirles jamás que vuelvan a intentar algo así.

Aldrich asiente de nuevo, tomando notas en su libreta. Me explica los pasos que seguiremos, cómo haremos para reunir apoyo, cómo intentaremos movilizar a la opinión pública a nuestro favor e incluso de golpear puertas de contrincantes políticos de la familia de Pawel que estén cercanos al poder. Me habla de contactar a medios de comunicación nuevamente, de volver a levantar la espuma como lo hicimos en el pasado, me explica alternativas que involucran la opción de buscar alianzas con figuras influyentes que puedan apoyar nuestra causa e incidir en la opinión pública. Y mientras lo escucho, siento que algo en mí comienza a cambiar. Una chispa de esperanza, una sensación de poder que no había sentido en mucho tiempo.

Lo hemos intentado por las buenas y por las no tan buenas también.

Es mi turno de actuar por las malas.

Quizá el encuentro con Nastia me abrió los ojos de que si me hubiera quedado un minuto más de brazos cruzados ahí con ella, hubiera sido ceder a la cobardía.

Y no soy una cobarde.

Mi hijo puede pensar lo que quiera de mí mientras crezca, pero entenderá que su madre una cobarde no es y nunca lo será.

Al día siguiente, recibo una llamada de Aldrich. Hay un político que está interesado en mi caso. Alguien que se está postulando contra el gobierno actual de Varsovia, alguien que busca un cambio y que está dispuesto a apoyar mi causa para demostrar su compromiso con la justicia y la protección de los derechos individuales. Su nombre es Ander Lewandowski y su equipo ha mostrado interés en reunirse conmigo para discutir cómo podrían ayudarme.

Los nexos de Aldrich fueron óptimos para conseguir acertar en nuestra causa siempre que se mantengan como contrincantes en la justicia la familia de Pawel con este color opositor. Al parecer, hay razones de dara histórica para considerarles enemigos a morir.

Cuando Aldrich me da la noticia, siento una mezcla de emoción y miedo. Es un gran paso, un movimiento que podría cambiarlo todo. Pero también sé que, si Pawel se entera de esto, hará lo imposible por detenerme. Pero no voy a detenerme ahora. No puedo.

Es el tercer día que paso sin Ivo y creo que estoy a punto de enloquecer.

Hoy por la noche me lo devuelven y admito que estoy a la espera de que surja algo que pretenda complicar las cosas.

He tratado de mantenerme cerca de casa de ellos, hasta que Nikodem me ha convencido de que no es algo que tenga sentido siempre que permanezcamos comunicados.

Además hoy también es el día de la reunión con el equipo de Ander Lewandowski y me siento nerviosa, pero también decidida. Me reúno con algunos de sus asesores en una pequeña oficina, lejos del bullicio de la política y de las luces de la prensa a fin de sostener la situación bajo el mayor control que sea posible. Me reciben con respeto, me escuchan atentamente mientras expongo mi historia, mientras les cuento todo lo que Pawel ha hecho y cómo ha utilizado el sistema para mantenerme controlada. Nikodem y Aldrich me acompañan en este momento tan importante.




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