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32. Sinergia

La camioneta arranca con un sonido firme y potente, irrumpiendo entre el lío alrededor que nos permite que huyamos gracias justamente a que la policía interviene tanto entre los grupos que me apoyan como con aquellos grupos en contra. Siento el pecho oprimido, es una mezcla desgarradora de alivio y ansiedad que me atraviesa, como si en cada bache de la carretera dejáramos atrás un poco del peso que veníamos arrastrando con la ayuda inestimable de todos y cada uno. Estamos todos juntos: Nikodem al volante, Ewa y su esposo en los asientos delanteros y yo en la parte trasera, abrazando a Ivo como si fuera mi única conexión con la paz en medio de este caos.

A mi lado se encuentra Nastia, en su rostro refleja una batalla interna entre incomodidad y arrepentimiento. No puedo evitar sentirme sorprendida por su presencia. Jamás habría imaginado que sería ella quien vendría a rescatarnos de la vorágine de periodistas, flashes y comentarios hirientes en redes sociales que me han convertido en una especie de presa para una audiencia hambrienta de escándalo. Pero aquí está, como un remanente de un pasado que parecía destinado a quedarse allí, en el terreno de los recuerdos rotos.

Me atrevo a mirarla a los ojos, esos ojos que una vez vi fríos y con malas intenciones o bien con un resentimiento que solo puede dar cuenta de un corazón roto. Hoy parecen otros ojos que han entrado en razón; su ayuda hoy ha sido de vital importancia. Hay en ellos una sinceridad que desconcierta, una fragilidad que nunca antes le había visto.

Yo estoy al medio, ella en el otro extremo y Niko en el opuesto con Ivo. Respira hondo y finalmente susurra mientras Niko parece entretenido en una acalorada discusión telefónica con Aldrich.

—Madalina… —Sus palabras caen en el espacio entre nosotras como un suspiro. Veo su mirada atrapada en mí, buscando mis ojos. Sus manos están tensas, entrelazadas sobre su regazo, parecen expresar más que cualquier palabra—. Sé que soy la última persona que esperabas ver aquí. Y entiendo si tienes dudas. Pero… todo este tiempo, he seguido tu caso un poquito más de cerca hasta ser consciente de la gravedad de todo lo que has pasado, sobre todo con esto último de que ese canalla te envió presa. De inmediato supe que quería hacer algo por ti urgente y no pude con el sentimiento de culpa de, ya sabes, ese encuentro fortuito tiempo atrás. He visto lo que te han hecho. Y lo siento. No sabes cuánto lo siento.

Sus palabras me golpean con sorpresa y escepticismo a la vez. Durante tanto tiempo me he resistido a verla bajo otra luz, aferrada a la idea de que Nastia era un obstáculo, una adversaria. Pero algo en su tono, en esa vulnerabilidad que asoma en sus ojos, empieza a disolver mis defensas. Y, por primera vez, me permito contemplar la posibilidad de que incluso las personas pueden cambiar.

—Gracias, Nastia—murmuro finalmente, y siento cómo mi voz sale con una honestidad que no esperaba—. No puedo negar que he dudado de ti. Pero si realmente quieres ayudar, lo acepto. Esto es más grande que cualquier problema entre nosotras.

Ella asiente y, por un instante, veo una chispa de alivio. Entonces, como si ese pequeño destello de aceptación fuera el impulso que necesitaba, saca su teléfono y empieza a mostrármelo con una mezcla de decisión y urgencia. ¿Me está mostrando el perfil de instagram de una cuenta brutal de influencers?

—Tengo una agencia de marketing digital—me explica, y su voz se torna más segura, casi desafiante—. Cuento con un equipo que sabe cómo manejar las redes sociales, cómo influir en la opinión pública, trabajamos para algunos sectores gubernamentales e incluso marcas que han trascendido gracias a nuestra estrategia de trabajo. Hasta ahora, Pawel y su familia han controlado esa narrativa en tu caso, manipulando la historia para presentarte como si fueses una amenaza, como alguien poco confiable o que tiene intenciones contrapuestas a la realidad. Pero yo… —Hace una pausa, respirando hondo, como si necesitara reunir fuerzas para continuar—. Yo puedo equilibrar el juego. Mi equipo puede crear una campaña que muestre la verdad, contenido que cuente tu historia sin filtros. Quiero que mis recursos sean tuyos, si aceptas.

Sus palabras me sorprenden y me llenan de una esperanza que apenas me atrevía a concebir. Durante tanto tiempo, Pawel y su familia usaron el poder de las redes como un arma en mi contra, distorsionando la realidad. La posibilidad de tener a alguien en mi bando, alguien con el mismo dominio en ese campo, es una promesa que me llena de una nueva fortaleza.

—¿Estás segura de esto, Nastia?—le pregunto, aún incrédula, pero una pequeña chispa de fe empieza a prender en mi interior—. Te pago lo que sea ne…

—Completamente segura y en absoluto deberías pagarme nada de nada—afirma y en su mirada ya no veo a la mujer fría y calculadora que alguna vez conocí. Hay una sinceridad distinta, una especie de redención que busca ganar terreno—. Esto no es solo por ti, Madalina. Es por mí, por los errores que he cometido contigo y además porque tienes un mensaje muy poderoso para toda la comunidad. Quiero hacer lo correcto. Si algún día tengo una hermana, una hija o una amiga en una situación como la tuya, yo…—. Noto que se le llenan los ojos de lágrimas y se le quiebra la voz—, yo realmente quisiera que tuvieran el mismo valor que tuviste tu.

—Oh, Nastia—convengo también emocionada y no puedo evitar abrazarla, provocando algunas miradas conmovidas de parte de Ewa y su marido en la parte de adelante, pero también de Niko quien ha quedado por fuera de cualquier conflicto con Nastia en esta tregua.

Un equipo.

Finalmente somos un equipo.

Y podremos salir adelante…creo que por primera vez me siento completa y absolutamente segura de que lo vamos a lograr.

Lo VAMOS a LOGRAR.




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