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39. Un mes más tarde

Ha pasado un mes desde aquella noche que cambió todo. Un mes desde que Pawel desapareció de mi vida de la manera más definitiva, dejando tras de sí un vacío que no sé si es de alivio, tristeza o algo más complicado, una mezcla de emociones que todavía estoy desentrañando en terapia, con amor, con trabajo, con amigos, con familia y con un propósito de vivir.

La casa yace tranquila esta mañana. La luz del sol entra por las ventanas, acariciando suavemente las paredes y puedo oír a Ivo balbucear desde su cuarto mientras Nikodem intenta entretenerlo con sus juguetes favoritos. Hay un aroma a café fresco que inunda la cocina y, por un instante, siento algo que se acerca a la paz reinando en mi vida.

Estoy sentada frente a mi laptop, mirando la pantalla donde brilla el título de mi libro dentro de las categorías y aún no me lo puedo creer. Las palabras parecen tan simples ahora, pero cada una de ellas fue un desgarro, un pedazo de mi alma arrancado y plasmado en esas páginas. Publicarlo fue como exponerme completamente, una vulnerabilidad que nunca pensé que sería capaz de afrontar, en esa oportunidad que lo lancé de manera gratuita en un momento desesperado de auxilio creí que no podría salir adelante. Pero lo hice. Y ahora, esas palabras han trascendido más allá de mí, tocando vidas, generando conversaciones, provocando cambios.

El correo electrónico que tengo abierto frente a mí es la culminación de todo eso: una nominación al Pulitzer. Cuando lo vi por primera vez, pensé que era una broma, un error, algo demasiado grande para ser real o un spam de esos que te terminan pidiendo los datos de la cuenta bancaria. Pero no lo era. Allí estaba mi nombre, junto al título de mi libro, nominado en la categoría de “Reportaje o Biografía”. La noticia todavía me parece irreal, como si fuera algo que le sucediera a otra persona.

Nikodem entra a la cocina con Ivo en brazos, su sonrisa cálida como siempre, aunque noto un destello de orgullo en sus ojos.

—¿Estás revisando el correo otra vez? —pregunta, con una leve risa, mezcla de orgullo con felicidad genuina—. Es oficial, Madalina. Ya lo dijeron. Estás nominada al Pulitzer. No tienes que seguir verificando. Todos los medios se hicieron eco de tu logro.

Me río, aunque mis ojos se llenan de lágrimas al mismo tiempo. No son lágrimas de tristeza, sino de algo más profundo, algo que no había sentido en mucho tiempo: un verdadero orgullo por mí misma.

—No puedo evitarlo —respondo, frotándome los ojos para secar las lágrimas—. Es que… nunca pensé que algo así fuera posible. Que después de todo lo que pasó… algo bueno pudiera salir de esto.

Nikodem se acerca y coloca una mano en mi hombro, sosteniendo a Ivo con la otra. Su mirada es seria, pero llena de amor.

—No salió algo bueno, Madalina. Tú eres lo bueno, tú creaste algo realmente bueno. Transformaste tu dolor, tu lucha, en algo que puede cambiar vidas. Eso no es un accidente, ni un premio de consolación. Es tu fortaleza, tu resiliencia.

Sus palabras me tocan profundamente y asiento, aunque mi mente sigue luchando por aceptar la magnitud de lo que hemos logrado. Porque no es solo mi victoria. Es la de Nikodem, la de Nastia, la de Ewa, la de cada persona que estuvo allí cuando más lo necesité. Es su amor que me ha acompañado en todo este camino.

—Sabes, Niko—confieso—. Deberías escribir un libro desde tu profesión que ayude a otras personas en la adversidad. Te aseguro que ganarías mil de esos premios.

Suelta una risita cargada de emoción.

—Prefiero dejarle la escritura a la escritora de verdad.

***

El día avanza entre papeleos con el proceso para el viaje, los premios, mi vida entre estas cuatro paredes y mi trabajo a distancia para Ewa que he sostenido este tiempo. Me alegra que mi participación en su negocio haya popularizado su emprendimiento y disparado sus ventas.

Mientras juego con Ivo en la sala, no puedo evitar pensar en cuánto han cambiado las cosas en tan poco tiempo. Hace un mes, sentía que mi vida estaba en ruinas, que nunca podría escapar de la sombra de Pawel, de su apellido y su poder. Pero ahora, estoy empezando a construir algo nuevo, algo que siento que por fin me pertenece a mí y a nadie más.

Nastia me envía un mensaje, una foto de su equipo celebrando con pasteles y globos en la oficina donde se ha establecido su agencia. La cual también ha explotado en popularidad y clientes luego de haber cubierto mi caso y ahora son algo así como “mis agentes de prensa” en mi carrera de escritora.

Es todo tan increíble que todavía me cuesta creerlo.

“Por ti, Madalina", dice el texto, seguido de un emoji de aplausos. Me río y le respondo con un simple "Gracias", aunque sé que esas palabras no son suficientes para expresar todo lo que siento por ella. Gratitud. Gratitud inmensa.

Más tarde, Ewa pasa por la casa con sus hijos, trayendo un ramo de flores y una botella de vino a fin de celebrar.

—Esto es para ti—dice, entregándome las flores con una gran sonrisa—. Por todo lo que has hecho. Por lo que significa para todas nosotras. Por ese premio que ya es tuyo, cariño.

—Gracias, Ewa —respondo, mi voz quebrándose ligeramente—. No podría haberlo hecho sin ti y respecto al premio, bueno, una nominación a ese galardón ya es suficientemente grandioso, ¿no?

Nos sentamos juntas en la mesa de la cocina, viendo cómo Ivo juega con los hijos de Ewa en el suelo. Ella me habla sobre el impacto que mi libro ha tenido en el hospital donde trabaja, cómo muchas mujeres han comenzado a hablar de sus propias experiencias, inspiradas por mi historia. Es extraño pensar que mi dolor, algo que pensé que nunca podría superar, se ha convertido en un catalizador para algo más grande.

Y aún no acaba.

***

Por la noche, cuando la casa está en calma e Ivo duerme profundamente en su cuna, me siento junto a Nikodem en el sofá, tras su jornada de trabajo, ambos con una taza de té entre las manos. La televisión está encendida, pero ninguno de los dos está prestando atención. Nos encontramos sumidos en un silencio cómodo, ese tipo de silencio que solo compartes con alguien que realmente te conoce.




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